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¨Donde quieras que vayas, no importa, donde vayas cumple siempre con tu deber…y sabe que yo siempre estaré allí, dentro de ti guiándote en cada paso del camino.
En los años por venir me experimentarán en muchas manifestaciones diferentes de mi forma.
Tú eres yo mismo, más que amado para mí.
Te protegeré como los parpados protegen a los ojos. Tú ya me tienes, así como yo te tengo a ti. Nunca te abandonaré y tú nunca podrás abandonarme.
De ahora en adelante, no desees ni anheles nada desempeña tu deber con un amor invariable, viendo a todos como a Dios.
Sé paciente a su debido tiempo, todo te será dado.
Sé Feliz, no hay necesidad de preocuparse por nada sea lo que fuere que se experimente, sea lo que fuera que suceda, sabe que este avatar así lo quiso.
No existe poder en el mundo que pueda demorar ni por un instante la misión para la cual este avatar ha venido.
Todos Ustedes son almas sagradas y tienen asignado el papel que habrán de desempeñar en el drama de La Nueva Edad de Oro que vendrá…¨.



"BHAGAVAN SRI SATHYA SAI BABA" .



jueves, 8 de enero de 2009

DISCIPLINA DEL CUERPO Y DE LA MENTE


Hay tres formas por medio de las cuales los aspirantes tratan de tomar el camino de la meditación; a saber:
El sendero sátvico, en el cual uno considera la repetición del Nombre Divino y la meditación como un deber, y está dispuesto a soportar cualquier número de dificultades en su nombre. Uno está totalmente convencido de que todo es una ilusión y así hace solamente el bien bajo toda condición y circunstancia; se desea solamente el bien de todos, amándolos. El tiempo se emplea meditando y recordando ininterrumpidamente al Señor, y ni siquiera se anhela el fruto de tales prácticas; todo se deja en manos del Señor.
El sendero rajásico, donde hay un ansia a cada paso por el fruto de los propios actos. Si éste no es asequible, entonces, gradualmente, la negligencia y el desagrado se apoderan del aspirante espiritual y la repetición del Nombre y la meditación pierden fuerza.
El sendero tamásico, donde solamente recordamos al Señor en momentos de peligro o sufrimiento agudo, o cuando se es víctima de pérdidas, o se experimenta un gran dolor. Este es aún peor que el anterior. En esos momentos, tales personas rezan y juran que van a corregir su culto devocional, hacen ofrecimientos y juramentos al Señor. Sin embargo, no dejan de calcular el monto de los ofrecimientos puestos a sus pies, el número de postraciones y círculos que efectuaron alrededor del santuario y esperan recompensas proporcionales. Los que adoptan esta actitud hacia la meditación, jamás podrán purificar su mente e intelecto.
En la actualidad, la mayoría de la gente sigue solamente estos dos últimos senderos al practicar la recordación del nombre del Señor y la meditación. La intención precisa de tales prácticas es la de purificar la mente y el intelecto. Para conseguir esto, el mejor sendero es el primero. Cuando la mente y la inteligencia se han purificado, brillarán con el esplendor de la comprensión del Alma. Aquél en quien esta comprensión brilla con plenitud es llamado conocedor de la Verdad.
El conocedor del Alma se convierte en el Alma misma. El objetivo de la vida, aquello que la hace digna de ser vivida, es la comprensión del Alma, o en otras palabras, la base del Alma Individual.
En realidad, en el cuerpo fisico del hombre se evidencian sus sentimientos internos. Su presencia y la apariencia de su cuerpo nos ayudan a descubrir cómo son éstos. Es sabido que hay una relación muy estrecha entre las actitudes del cuerpo y las de la mente, por ejemplo: con el torso tenso, las mangas arremangadas y los puños cerrados no es posible demostrar amor o devoción. Pero con las rodillas dobladas, los ojos semicerrados y las palmas juntas, elevadas a la altura de la cabeza, ¿acaso se puede mostrar nuestro enojo, crueldad u odio? Por esta razón los antiguos sabios decían a los aspirantes espirituales que al orar o practicar recordación de los Nombres de Dios y la meditación, era indispensable adoptar una postura corporal adecuada. Ellos observaron que por medio de este recurso es posible controlar las distracciones de la mente. Desde luego, para el aspirante espiritual experimentado, la meditación es fácil en cualquier postura, pero para el novicio es esencial disciplinar el físico. Se debe pasar por el entrenamiento de la mente y el cuerpo, el cual se descartará más adelante, puesto que es únicamente un medio para alcanzar el Alma verdadera y eterna. Hasta que esto no ocurra, la disciplina espiritual (sadhana) se deberá practicar con regularidad y constancia.
Mientras no se alcance la meta de la meditación se tiene que seguir la disciplina metódica de las posturas corporales adecuadas, adhiriéndose estrictamente a sus reglas. Una vez que la mente (manas) y el intelecto (buddhi) se han sometido y se controlan, uno se puede sumergir en la meditación en cualquier lugar en que se encuentre: en su cama, en una silla, sobre una roca o en un automóvil.
Cuando se ha aprendido a conducir una motocicleta, se la puede manejar en cualquier camino, bajo cualquier circunstancia; pero si el aprendizaje apenas comienza, entonces, para su propia seguridad y la de los demás, es indispensable que el conductor observe ciertas precauciones y principios de equilibrio. De igual manera, aquéllos que se aplican a la práctica de la meditación en Dios deben seguir ciertas reglas de entrenamiento. De ninguna manera se puede cambiar este procedimiento. Por lo tanto, el ansiar a cada paso los frutos de nuestros actos y recordar al Señor sólo en momentos de peligro o sufrimiento, nunca se podrían considerar como meditación, y será mejor si el aspirante espiritual se convierte totalmente en puro, bueno y piadoso.
Describir cualquier cosa en palabras es difícil y hasta aburrido. Pero demostrarlo por medio de hechos es más fácil y más agradable. Hacer entender a los hombres practicando la meditación es mejor que tratar de hacerlo por medio de las palabras. Lo que yo escriba sobre esto y lo que ustedes lean sobre ello, no les facilitará el camino. A través de la meditación podemos alcanzar la divina experiencia de realizar el Alma interiormente. A través de la meditación, los aspirantes espirituales podrán desprenderse de su envoltura de ignorancia, capa tras capa: evitarán el contacto de sus percepciones sensoriales con las experiencias mundanas objetivas. El proceso que apunte a esta consumación sagrada merece ser llamado meditación. Para lograrlo, el hombre debe estar equipado de buenos hábitos, disciplina y altos ideales. Debe tener una actitud de total renuncia hacia las cosas mundanas y la atracción que éstas ejercen. En cualquier situación, él debe conducirse con alegría y entusiasmo. Cualquier cosa que se haga debe ser realizada con dedicación; no para aumentar el propio bienestar, sino para ganar la Bienaventuranza del Alma. Uno debe entrenarse para adoptar una buena postura al sentarse, para evitar la tensión en el cuerpo y liberar a la mente del peso y de la presión del mismo. Se realizará una práctica de la meditación con sacrificio y entrega; con pureza y armonía. Para conseguirlo, la disciplina es muy importante.
Las penas y dificultades que acompañan el principio de todo intento de destrucción de las actividades indeseables de la mente, desaparecen por medio del estricto cumplimiento de las reglas descritas en el párrafo anterior. Lo único que resta es su puesta en práctica por el aspirante. Ni la medicina más potente podrá producir su efecto curativo en el momento en que se lleva al paciente a su cama. El enfermo debe ingerirla, poco a poco y a su tiempo, con todo cuidado, tratando de asimilarla a su sistema. El principio curativo del medicamento debe extenderse por todo el cuerpo hasta saturarlo. De la misma forma, los Siddhantas (Obra docta sobre astronomía y matemáticas) y el Vedanta (El súmmum de los Vedas o Escrituras Sagradas), no tienen el poder para destruir faltas y debilidades individuales. Para tener resultados totales, el hombre deberá desprenderse de todos los sentimientos bajos y falsos, y actuar de acuerdo con las enseñanzas verdaderas del Vedanta y los Siddhantas. Si así lo hace, obtendrá el fruto. El secreto del éxito en la meditación reside en la pureza de la vida interior del aspirante espiritual. El éxito es proporcional a la importancia que el aspirante le dé ala conducta correcta. Todos tenemos el derecho de lograr tan alto grado de éxito, y no digo esto en voz baja, lo declaro a los cuatro vientos para que todos lo escuchen. Conociendo todo esto, ¡mediten y avancen! ¡Practiquen meditación y progresen! ¡Realicen el Alma!
Para el hombre la vida es agradable o no, dependiendo básicamente de su actitud hacia ella. Observen cómo el mismo objeto se torna placentero o desagradable, según la ocasión. Aquello a lo que se le daba la bienvenida con gran cariño en determinado momento, se vuelve odioso en otro, sin que siquiera exista el deseo de verlo. En tales ocasiones, el estado de nuestra mente es la causa de estas fluctuaciones. Por lo tanto, es necesario entrenarla para mantenerla siempre en un estado plácido. Las aguas del río saltan desde las montañas, caen en los valles y corren por los desfiladeros; más adelante, los tributarios se les unen en varios puntos, y ellas se tornan turbias y sucias. Así también, en el flujo de la vida humana la velocidad y el poder aumentan y disminuyen. Estos altos y bajos pueden darse en cualquier momento de la existencia. Nadie puede escapar a ellos, ya sea que se presenten al principio, al final o a la mitad de nuestra vida. De modo que el hombre debe convencerse de que la vida está necesariamente llena de altos y bajos, y que en vez de temerles y preocuparse por ellos, debe darles la bienvenida como enriquecedores de su experiencia. No solamente debe sentirlo así, sino que debe alegrarse y sentirse feliz con cualquier cosa que le suceda. Entonces, todas las dificultades, cualquiera que sea su naturaleza, pasarán rápidamente. Para esto, el temple de la mente es imprescindible.
A cada instante surgen y se acumulan en el hombre incitaciones y tentaciones que provienen de su interior y del exterior. El no puede prestar atención a todas ellas al mismo tiempo. Así que fija su atención solamente en la más importante de todas. Esto se denomina concentración. La concentración es necesaria para captar con precisión cualquier tema. Dirigir intencionalmente la atención hacia un tema y Fijarla en él, es "fijación en un solo punto", lo cual también es un estado de la mente. La concentración y la fijación en un solo punto ayudan a enfocar el esfuerzo en la tarea elegida.
La concentración es indispensable para todos. Es la base para el éxito en cualquier empresa. Es necesaria no solamente para la consecución de la meditación, sino también para los asuntos mundanos y de la vida diaria. Cualquiera que sea la tarea de la que uno se ocupe, si la realizamos con concentración, desarrollaremos confianza y respeto en nosotros mismos, porque éstos son el resultado de la actitud de nuestra propia mente. La mente puede inclinarse tanto hacia el mal, como hacia el bien. La atención concentrada debe ser empleada para mantener la mente ligada únicamente a estímulos positivos. El éxito o el fracaso en la buena tarea, dependerá de esta "fijación en un punto", es decir, la concentración en un solo propósito.
Tal "fijación en un punto" aumentará el poder y la habilidad; no se podrá adquirir si antes no se conquistan los deseos mundanos que distraen la mente. La fijación en un punto, la conquista de la mente, se adquieren mediante el ejercicio de la meditación.
Existen dos clases de individuos: un grupo es de los que se acusan a sí mismos de pecadores y el otro, los que se proclaman grandes. ¡Ambos no hacen más que preocuparse de sus propias aberraciones mentales! Lo que ambos necesitan es satisfacción mental, y ésta puede conseguirse por medio de la meditación porque, a través de ella, aumentará la comprensión y crecerá la sabiduría.
Para tal fin, el individuo deberá desarrollar el interés y gusto por la meditación. Es decir, un anhelo que no admite ningún otro proceder y que no tolere ningún obstáculo. Por supuesto, uno puede anhelar oír música y sentir un gran placer con ello, o ver el cuerpo exánime de algún pariente cercano y entristecerse por ello. El anhelo puede, entonces, tener consecuencias placenteras o desagradables. El anhelo debe tener la potencia para inspirar la voluntad del esfuerzo; de hecho, el anhelo no es más que el esfuerzo latente; esforzarse en algo es el anhelo en acción. Cuando el anhelo es débil, el esfuerzo decae; uno es fuerte, el otro es activo. La meditación da concentración y éxito en todas las empresas.
Es precisamente a través de la meditación que algunas grandes personalidades y sabios han controlado sus actividades mentales, y las han dirigido hacia el sendero que practica la meditación con entrega, dedicando todos los actos a Dios, y se establecieron permanentemente en la contemplación del Señor, triunfando, finalmente, en lograr la unión con la Naturaleza Divina. Primero, el anhelo; después, la elección del objetivo; enseguida la concentración, y a través de la disciplina, la conquista de la mente. Tal es la meta de la meditación.
El hombre debe renunciar a sus ansias de comodidad material y al apego por los objetos de los sentidos. Debe descartar los falsos temores, los absurdos deseos, la congoja, las preocupaciones y los placeres artificiales que ahora llenan su mente. Es decir, él debe distinguir entre las cosas y prepararse para darse cuenta de que todo es tan ilusorio como el fantasma del pozo. Todos tenemos una necesidad de autoeducación. La patética condición en que se encuentran todos los hombres se debe a la ausencia de ésta. La meditación es el mejor remedio para tal estado de la mente.
A través de la meditación es posible traer a la memoria el paraíso que es nuestro reino, descartando como un sueño y engaño las creaciones transitorias de la mente. Al dedicarse sistemática y calmadamente a la práctica de la meditación, ésta se hará eficaz y tranquila. Así quedará trazada la ruta hacia la más elevada experiencia; así asistiremos al amanecer de una nueva comprensión, clara y serena. Cuando alcanzamos las cumbres de la meditación, tal comprensión se vuelve tan fuerte, que nuestra propia naturaleza se destruye; se incendia hasta convertirse en cenizas. Después de esto, lo único que queda es TU. La creación entera es una ilusión de la mente de ustedes. Sólo el Uno ES. El Señor es Existencia, Conocimiento y la más alta Bienaventuranza; es el Alma Suprema; es Dios, el Padre del Universo. Todo se convierte en el UNO.
La Verdad (Sathya) es tan sutil y reconfortante... Una vez alcanzada, no hay meditación, no hay meditador, no hay objeto de meditación; todo se fusiona en el Uno. Tal es la experiencia real y luminosa. Jubiloso en su interior porque él es sabiduría pura, sólo el que ha alcanzado el Conocimiento Supremo será consciente de su Bienaventuranza Atmica. Esta es la meta, el fruto de la inmortalidad. Al lograr esta experiencia trascendente, el yogui concluye su meditación y, a partir de ese momento, ¡se mueve entre los hombres resplandeciente de divinidad! En él, la revelación divina de la Verdad Eterna se ve cumplida. Se transforma en un ser puro. La meditación y sólo la meditación tiene la capacidad de hacer que una persona trascienda las vicisitudes del tiempo y el espacio y convertirlo para siempre en un individuo ecuánime, como si él mismo fuese otro creador.
Una vez que el individuo está en camino hacia su meta, logrará contento de sí mismo y descubrirá en su interior la fuente de la bienaventuranza. Los deseos y ambiciones, las ilusiones y las falsedades, las necesidades animales y las ridiculeces que preocupaban al individuo hasta ese momento, desaparecerán. Y así como el Alma todo lo satura con uniformidad y firmeza, el individuo también pierde su "yoidad" y se sumerge en su inherente estado divino. Tal persona es un Mahatma real, él es un individuo que está liberado y realizado aun en vida. La totalidad es Bienaventuranza (Ananda), Bienaventuranza es Paz (Shanti). Aquéllos que no renuncian al autoexamen continuo, reciben la gracia del Señor y avanzan hacia su liberación. Siempre estarán buscando la Verdad Eterna que descansa detrás de las ilusiones oníricas de este mundo.
SAI BABA

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¨LA ENCARNACIÓN DIVINA¨