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¨Donde quieras que vayas, no importa, donde vayas cumple siempre con tu deber…y sabe que yo siempre estaré allí, dentro de ti guiándote en cada paso del camino.
En los años por venir me experimentarán en muchas manifestaciones diferentes de mi forma.
Tú eres yo mismo, más que amado para mí.
Te protegeré como los parpados protegen a los ojos. Tú ya me tienes, así como yo te tengo a ti. Nunca te abandonaré y tú nunca podrás abandonarme.
De ahora en adelante, no desees ni anheles nada desempeña tu deber con un amor invariable, viendo a todos como a Dios.
Sé paciente a su debido tiempo, todo te será dado.
Sé Feliz, no hay necesidad de preocuparse por nada sea lo que fuere que se experimente, sea lo que fuera que suceda, sabe que este avatar así lo quiso.
No existe poder en el mundo que pueda demorar ni por un instante la misión para la cual este avatar ha venido.
Todos Ustedes son almas sagradas y tienen asignado el papel que habrán de desempeñar en el drama de La Nueva Edad de Oro que vendrá…¨.



"BHAGAVAN SRI SATHYA SAI BABA" .



jueves, 22 de enero de 2009

LA MEDITACION Y LA PERFECTA CONCENTRACION PERMITEN ALCANZAR EL ESTADO DE BIENAVENTURANZA.

La mente caprichosa y volátil viaja de aquí para allá, pero es posible sujetarla en un punto fijo por medio de la disciplina constante y el entrenamiento incesante de la práctica espiritual. Tal es el estado llamado de fijación en un solo punto. También se le llama propósito único o dharana. El fluir ininterrumpido del aceite vertido de una vasija a otra es un símbolo excelente de este proceso mental llamado dharana. Para los novicios en la práctica espiritual, el dharana o la perfecta concentración de la mente en un punto interno, con abstracción completa de lo exterior parece muy difícil de alcanzar, puesto que después de haber hecho algunos progresos, usualmente no se mantienen firmes en la práctica. Por el contrario, desisten de ella, aun cuando no gozan de tranquilidad espiritual durante los días en que abandonan la práctica espiritual.
El dharana o meditación profunda otorga al hombre el goce divino, la sabiduría inconmensurable, visión interior, percepción de las verdades más hondas, entendimiento más claro y unión con el principio fundamental. La ciencia de la práctica espiritual es más maravillosa que los tres mundos.
La mente proyecta y lleva a cabo innumerables acciones, y divaga a través de inmensos espacios, ¡en tan sólo un abrir y cerrar de ojos! ¡Opera a una velocidad inimaginable! ¡Concibe un objeto y se distrae con él un momento, para descartarlo enseguida por otro más atractivo en pos del cual vuela y por el cual empieza a preocuparse!
El aspirante espiritual debe vigilar continuamente esta tendencia de la mente. Cuando la mente vuela de objeto en objeto, deberá regresarla al camino debido y al objeto debido. Así es la práctica espiritual correcta, el sendero de la meditación y la perfecta concentración. Sin embargo, si el aspirante espiritual no lucha por adquirir la fijación en un solo punto, sino que deja a la mente en libertad de seguir su vuelo errático de esto a aquello y de aquello a esto más, el proceso merece ser llamado meditación del simio; un tipo de meditación ciertamente muy perjudicial para el progreso espiritual.
En breve, el propósito principal de la meditación (dhyana) y la perfecta concentración (dharana) se halla en minimizar los movimientos de la mente y en obligarla a quedarse en un sitio. Reteniéndola en ese estado de fijeza, uno deberá continuar la práctica espiritual durante un largo tiempo. Entonces no habrá límite a la paz y felicidad que uno podrá obtener. Cuando, por ejemplo, mediten sobre una mesa, sus pensamientos deberán girar en torno a la madera, el tamaño y medida, el estilo, la forma, la manufactura, etc., de la mesa. No deberán permitirse ningún otro pensamiento que se refiera a otra cosa. Si el pensamiento se cierne sobre una cama, la idea de la mesa se vuelve nebulosa y la cama también es imaginada en forma incompleta; ambas se vuelven confusas. El estado mental debe ser de fijación en un solo punto. Así también, cuando se medita en la Forma del Señor, la mente debe girar en torno a la forma de cada parte y a su belleza y esplendor; y estas ideas deben ser coordinadas y combinadas para formar la imagen completa.
Tal es el modus operandi de la meditación. El ejercicio constante de la meditación dará como resultado la aparición de una forma particular. Al contemplar esa Forma, viéndola, mirándola durante días, finalmente se alcanzará un estado donde la forma desaparecerá y uno se olvida de sí mismo. Este es el estado de samadhi (Estado de ecuanimidad perfecta, libre de toda dualidad, que ve a todos como depositarios de la Divinidad. Estado de unión con Dios.): a tal estado, cuando un solo sentimiento o ideación persiste, se le llama la Bienaventuranza Suprema. Si ningún pensamiento o sentimiento persiste, se convierte en lo que Patanjali en el Rajayogasastra designó como el fin de la ideación.
Desde luego, la mente es inerte. De la misma manera que el agua, materia inerte, empieza a brillar al ser puesta al Sol, la mente inerte toma su esplendor radiante del Alma, y aparenta poseer conciencia. En la mente se refleja el intelecto y es así que parece como si la mente también fuese inteligente, eso es todo. Su auténtica naturaleza es la ignorancia. La mente no posee esplendor propio, como el Alma. El esplendor de la mente es como la luminosidad de los insectos en tiempos de lluvias. El Alma, sin embargo, es el Sol de Soles, es el esplendor radiante de los esplendores radiantes; es la Luz Suprema. Es Autorrefulgente.
Al meditar no se le debe permitir a la mente que se aparte de la meta. Cada vez que se sale por la tangente, debe ser guiada de regreso a lá Forma sobre la cual se está meditando. Finalmente, si uno lo desea, todas las cosas pueden subordinarse a esa Forma misma. Sin embargo, al principio sólo se debe meditar sobre una Forma. No se deberá cambiar cada día de una a otra. Insisto, durante la práctica espiritual uno no deberá permitirse pensamientos sobre cosas que no le agraden, o cosas que producen dolor, o cosas que hacen tambalear la fe. Si cualquiera de ellas llega a introducirse, hay que aprender poco a poco a recibirlas gustosamente como un elemento benéfico, buscando asimilar lo bueno que hay en ellas, en vez de lo malo. Los sentidos, por sí mismos, no pueden hacer nada. No son independientes. Si la mente es dominada, los sentidos también pueden ser controlados. ¡Hay gente que se somete al ascetismo de los sentidos, a fin de controlar la mente! Ignora cuál es la disciplina real que se requiere. La disciplina real consiste en la destrucción del deseo. No importa cuán alertas sean los guardianes, un ladrón listo siempre se las arregla para robar de cien diferentes maneras. Así también, sin importar cuán habilidosos sean ustedes para controlar los sentidos, la mente arrastrará a éstos a un lado y ejecutará sus deseos a través de ellos. Noten cómo el sabio Viswamitra, a pesar de sus austeridades, cayó en la trampa de las ondinas que Indra envió para tentarle. Si solamente se cierra la puerta exterior y se deja la puerta interior sin el cerrojo, es seguro que ocurrirá un robo. Pero si tanto la puerta interior como la exterior están debidamente cerradas, podrán dormir tranquilos, pues ningún ladrón, por listo que sea, encontrará fácil entrar y hacerles daño. El aspirante espiritual deberá, por lo tanto, establecer su dominio sobre los sentidos externos; entonces la mente, inmersa como está en la continua sucesión de la relación entre el sujeto y el objeto, habrá de ser controlada por medio de ecuanimidad y renunciación. Cuando esto se logra, uno puede gozar la experiencia de la Bienaventuranza auténtica y también visualizar el Alma, en su verdadera Forma Divina. Esta es la razón por la cual Krishna en una ocasión le dijo a Arjuna: "Quienes aspiran a dominar los sentidos deben tener fe absoluta en Mí". Los sentidos son extravertidos por naturaleza; ansían los contactos externos. Por lo tanto, arrastran perpetuamente a los ignorantes hacia los objetos externos. De manera que el aspirante espiritual, provisto de discernimiento y renunciación, debe poner obstáculos en el camino de éstos hacia el exterior y suprimir sus irrupciones, así como el auriga, que blandiendo el látigo y las riendas, sujeta a los furiosos corceles. Los sentidos que no han sido controlados pueden causar mucho daño. Las personas presas de ellos no pueden mantenerse en meditación ni siquiera durante un solo segundo.
La Forma es fundamental para dhyana (meditación). Aun cuando la Forma no se halle frente a ustedes, deberán tener la capacidad de visualizarla. Esto no es tan difícil para aquéllos cuyo dharana es correcto. Pero hay algunos que practican el dharana sin antes haber cultivado los buenos hábitos y la conducta correcta. Esto es una señal de conocimiento incompleto. El dharana debe tener como fundamento la cualidad de la pureza. La mente debe ser purificada mediante el adecuado tratamiento del carácter a través de los buenos hábitos. El dharana tiene que seguir a este proceso anterior de purificación y no precederlo. Todo esfuerzo hacia el dharana sin haber limpiado antes la mente es una pura pérdida de tiempo. Muchos grandes hombres han arruinado su vida por aspirar demasiado pronto al dharana, sin poseer la disciplina de los buenos hábitos.
Repito, para el dharana deberían tener cuidado de no tomar como objeto algo que no le agrade a su mente; pues por mucho que se esfuercen, la mente no se concentrará en él. Al principio, pues, tomen algún objeto que sea fuente de alegría para ustedes. Siéntense en postura de loto, y fijen la vista en la punta de la nariz. Durante un minuto al principio, luego durante tres minutos; días más tarde, durante seis; tras algún tiempo, tanto como nueve minutos. Así, la concentración debe ser fortalecida gradualmente sin demasiada prisa. De esta manera, se podrá mantener durante incluso media hora al pasar el tiempo, pero no deben forzar el paso. Lenta y firmemente, la disciplina deberá ser desarrollada. Con la práctica, la mente podrá ser fijada y el poder del dharana se acrecentará. Para alcanzar el dharana y adquirir fijación en un solo punto, deberán esforzarse un tanto. Deberán fijar su mente en el Señor apartando cualquier otro pensamiento del plano mental. Mediante el ejercicio constante de este tipo, su visión se fijará con firmeza en el Señor que reside en su corazón. Esa es, en verdad, la meta; el cabal cumplimiento de la meditación.
El dharana, según el Yogasastra, es la concentración mental sobre un objeto, sin admitir la más mínima desviación. Sólo el dharana puede hacer que la meditación se realice con éxito. Su naturaleza misma consiste en poder fijarse en un solo punto; su poder negará cualquier vacilación. La perfecta concentración es causada por bienaventuranza. El Nombre es esencial para la meditación, pues tan sólo él puede asegurar un éxito rápido. Aunque la fe total no venga con rapidez, uno no debe darse por vencido ni cambiarla; pues seguramente la práctica nos dará la victoria. La meditación es fuerza espiritual, la fuerza que alejará la enfermedad del ciclo de nacimientos y muertes. Pero ustedes deberán esquivar los difíciles obstáculos en la senda de la meditación, a saber: el enojo, el orgullo, la presunción, la tendencia a encontrar faltas en los demás, la malicia, etc. Estos operan incluso a nivel subconsciente, como las corrientes en las profundidades del océano.
El aspirante espiritual deberá cuidarse de no enojarse nunca, por ningún motivo, pues eso impedirá su progreso. Deberá cultivar amor hacia todos, y humildad. Así se podrá despojar de los hábitos indeseables, puesto que el enojo es la madre de toda conducta errónea. El enojo puede hacer caer a cualquier persona en los malos hábitos, en cualquier momento y de cualquier forma. Así que, ante todo, debe ser sublimado al principio mediante un esfuerzo sistemático. El aspirante espiritual debe aceptar gustosamente la denuncia de sus defectos por parte de quien sea; deberá verdaderamente sentirse agradecido hacia aquéllos que se los señalen. Jamás deberá albergar odio contra ellos, pues eso es tan malo como odiar lo "bueno". Lo "bueno" ha de ser amado y lo "malo" descartado. No olviden: lo "malo" no debe ser odiado. Debe ser desechado, evitado. Sólo tales personas lograrán su progreso en, la meditación y sabiduría espiritual.
La presunción, la envidia, la exhibición rajásica de la superioridad de uno, el enojo, el ansia de informarse sobre las debilidades de los otros y sus fallas, el engaño; todos éstos son obstáculos en la senda de la meditación. Aun cuando no sean abiertamente mostrados, los impulsos interiores que nos empujan en esas malas direcciones están latentes en la mente. De la misma manera que cuando abrimos un cuarto que se ha mantenido cerrado durante mucho tiempo, lo encontramos lleno de polvo y oliendo mal, y después de ventilarlo y limpiarlo se vuelve nuevamente habitable, así la mente debe ser limpiada con meditación. El aspirante espiritual deberá, mediante la auto observación intensa, examinar su mente, su contenido y su estado. Mediante los apropiados hábitos disciplinarios deberá eliminar, poco a poco, sistemáticamente, la suciedad acumulada. La presunción, por ejemplo, tiene raíces profundas y es inconmovible. En la mente rajásica (inquieta) echa múltiples ramas en todas direcciones y se extiende por doquier. Podrá aparecer seca y durmiente durante algún tiempo, pero brotará fácilmente de nuevo. Tan pronto como surge una oportunidad para que se muestre, alzará la cabeza y se quitará la máscara. De modo que el aspirante espiritual debe mantenerse siempre vigilante.
En lo que se refiere al enojo, el aspirante espiritual ha de vigilar hasta los asuntos más insignificantes que lo puedan provocar, porque si se descuida no podrá lograr ni el menor progreso. Tales personas deben cultivar un espíritu humilde y amoroso. Entonces desaparecerán los rasgos negativos del carácter. Algunos aspirantes espirituales se llenan de enojo cuando alguien descubre y les hace saber los defectos que poseen, lo cual empeora la situación. El aspirante espiritual siempre debe tener visión interna; si permite que su mente vague hacia el exterior no podrá identificar sus propias faltas. El orgullo impide la visión interna y causa confusión cuando uno trata de examinar su mente. Si el aspirante espiritual desea alcanzar el éxito, debe inclinarse ante aquéllos que le señalen sus fallas. Esa es la manera de progresar ágil y velozmente en el camino de la meditación. El aspirante espiritual deberá esforzarse para no dar ya más cabida a sus fallas.
Es una tarea difícil el deshacerse del orgullo y el amor propio pues ¡cada uno de ustedes ha venido formando su presente vida desde antes del principio del tiempo! Cada uno ha estado permitiendo a la mente que fluya en la dirección que le plazca desde tiempo inmemorial. Así que es muy difícil ahora cambiarla de su ruta acostumbrada y encaminar sus pasos en otra dirección. El individuo que se encuentra lleno de orgullo se complace en ejercer autoridad sobre los otros. No estará de acuerdo con los demás en que ésta es una manera de "esclavizarse" porque los argumentos de los otros no son los suyos. Ve todo a través de anteojos empañados por el humo del egoísmo y el amor propio. "Mis palabras son verdad", "mi opinión es la correcta", "mis acciones son buenas"... Así piensa y así pasa sus días. Tal comportamiento es muy perjudicial para los aspirantes espirituales. El aspirante espiritual debe estar deseoso de que se le hagan críticas positivas, o se le den sugestiones y consejos, vengan de donde vengan.
Además, el aspirante espiritual (sadhaka) deberá minimizar toda discusión y argumentación, pues éstas fomentan un espíritu de competencia y le conducen a uno a emprender represalias coléricas y peleas vengativas. No se esfuercen por ganarse la estima del mundo. No se sientan humillados o furiosos cuando el mundo no les reconozca sus méritos. Aprendan esto primero y ante todo, si es que aspiran al progreso espiritual. No deben ponerse contentos cuando se les alaba; allí yace una trampa mortal que puede hasta llegar a hacerles perder el camino, poniendo en peligro su adelanto.
Así que deberán reformar sus características y hábitos mentales. Cultiven el hábito de jamás causar dolor a los demás. Traten de comprender a los otros y de compadecerlos; traten de hacer cosas que los ayuden. Entrénense para recibir los insultos y críticas como "condecoraciones" que se les otorgan. Esfuércense bastante para ser amistosos con todo el mundo, sea cual sea la naturaleza o conducta de la gente.
Para progresar en la concentración y en la meditación se requiere de un sentimiento de alegría, aunque muchas cosas los privan a ustedes de una atmósfera de alegría. Así que deben orar con sinceridad, a fin de poder liberarse de todo obstáculo. La recitación o repetición de mantras (fórmula mística de gran poder) será de gran ayuda. Krishna dijo en el Dwapara Yuga: "Cuando empiecen a fijar sus pensamientos en Mí, todo pensamiento que los intranquilice y agite será calmado por mi gracia".
La disciplina de la meditación debe ser seguida rigurosamente. De hecho, la meditación significa "disciplina". Disciplina, regularidad, Firmeza. Estas son las bases esenciales de la meditación. Si el aspirante espiritual mantiene estas cosas en la mente, podrá obtener rápidos resultados. La meditación es una cura excelente para la enfermedad del ciclo de nacimientos y muertes. Junto con ella también se debe tomar otra medicina; su nombre es el contento. Si en la mente hay contento, uno vive en el regocijo de un festival interminable. La codicia hace vacilar a la mente; es un fuego que todo lo consume y que destroza lenta y seguramente al hombre. El camino real hacia la meditación es el contento. Así como un viajero que ha transitado bajo el sol quemante muchas leguas se siente refrescado cuando toma un baño en las aguas límpidas de un lago fresco y sombreado, así también el individuo infeliz que se debate en el fuego ardiente de los deseos se siente feliz y aliviado cuando se baña en el lago del contento.
A las puertas de la liberación y la autorrealización están situados varios guardias para pedirles sus credenciales. Son el equilibrio mental, la alegría, el contento, la paz interior, la indagación, el discernimiento, etc. Si tan sólo se hace amistad con uno de los guardias, los otros facilitarán su entrada. El primero de la serie es la felicidad. Si se ganan a la felicidad, el contento será de ustedes. Y el contento es la fuente más preciada de felicidad y la posesión más valiosa. Es tanto como un imperio.
Sin el contento, los deseos y la codicia alcanzan proporciones peligrosas y obnubilan inclusive el poder del discernimiento. El deseo se convierte con facilidad en codicia, y la codicia degenera en avaricia y lujuria. Esos impulsos obligan al hombre a correr de objeto en objeto en una loca persecución de los goces sensuales pasajeros. ¿Cómo pueden tales hombres desarrollar la facultad de concentración? Y sin la capacidad para concentrarse, ¿cómo pueden emprender la meditación? Y sin la meditación, nadie alcanzará el Principio Divino. Aconséjenle a la mente: "í0h mente que fluyes tan velozmente en tantas direcciones!, no me arrastres en la corriente de los objetos, en el camino de los deseos sensuales, arruinando mi vida. En vez de eso, condúceme al Señor. Por favor, fluye en esa dirección". Desechando todo deseo que no sea éste, siempre contentos, piensen tan sólo en su Nombre y su Forma, con exclusión de todo lo demás. Esta meditación es la paz verdadera, la felicidad genuina.
El regocijo no vuelve a nadie un perezoso, recuérdenlo. Es un atributo del verdadero carácter equilibrado. Hará que la mente se vuelva siempre hacia el Señor. Los salvará de la tribulación de buscar satisfacer las apetencias sin importancia y las necesidades egoístas. Dirigirá el talento humano hacia los esfuerzos que elevan. El hombre contento será también un hombre que dice la verdad y, por lo tanto, se encontrará en comunicación constante con el Alma. Esto significa que podrá sumergirse en la meditación durante largos períodos sin descanso o sin sentir fatiga. La meditación es el único método para contrarrestar las actividades mentales que surgen, tomando mil direcciones; no existe otro método en absoluto.
La capacidad para concentrarse es una cualidad muy útil. Deben vigilar las divagaciones de su propia mente: cómo viaja, qué objetos persigue, etc., y lentamente, mediante la meditación, deberán enseñarle a quedarse quieta y comportarse benéficamente. Que no les preocupe el ambiente insatisfactorio en que se encuentren. Desde luego, el lugar puede tener algunos inconvenientes y puede no ser ideal. Pero no sirve de nada el tratar de huir de todo ello. Podrán sobreponerse a los inconvenientes entrenando su propia mente. ¡Permanezcan en ese mismo lugar y oren al Señor! Oren para que El les llene con sus pensamientos y su visión, haciendo que pasen por alto los defectos del medio. No busquen la comodidad, pues la comodidad puede no ser conducente ala meditación. Aprendan a estar cómodos en cualquier sitio. Eso es mejor. Vivan felices dondequiera que se encuentren; ésa es la manera. Regocíjense en el reino de su mente; adoren ahí al Señor que han elegido como su meta y libérense de todos los defectos del medio ambiente natural o humano. Entonces lograrán que ningún sitio les sea molesto y que ningún lugar les parezca desagradable.
El orgullo es un vicio insidioso; así que al menor indicio de la enfermedad, hagan cuanto puedan por erradicarla, retirándose a un lugar solitario y emprendiendo la meditación. La tardanza es peligrosa: "Incluso el néctar divino, si tarda en tomarse, se convierte en un veneno", dice el proverbio. Recuérdenlo y actúen sin tardanza. La meditación aquieta la mente agitada, la vuelve clara y la llena de felicidad. Muchos en este mundo, incluso entre los estudiosos, no invierten el tiempo de vida que se les ha otorgado en la persecución de ciertos ideales elegidos. Por lo tanto, su vida terrenal es como el viaje de un barco golpeado por la tempestad en medio del océano, que ha perdido tanto el ancla como la brújula. Esa gente se debate angustiada entre metas e ideales opuestos; presta oídos a llamados diversos y su vida termina en la perdición y el fracaso, pues dice una cosa y, en su ignorancia y temor, hace la opuesta. La meditación les otorga fijeza de propósito, valentía y también sabiduría. Los sentimientos que brotan de la mente, clasificados como sátvicos (puros), rajásicos (inquietos) y tamásicos (inertes y esclavizantes), también han de ser vigilados y purificados. Los rajásicos y los tamásicos tienen que ser arrancados de raíz. La meditación es el arma para esta tarea.
El sendero de la meditación destrozará la ignorancia y otorgará la unión individual con el Principio Divino.
SAI BABA

1 comentario:

Anónimo dijo...

a mi me gustaría que me indicasen los pasos a seguir para una buena meditación. Como se hace realmente. He entendido el texto pero no se como ponerlo en práctica.
Gracias


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DEL PROGRAMA:

¨LA ENCARNACIÓN DIVINA¨