AQUÉL A QUIEN LOS musulmanes adoran como Alá, los cristianos como Jehová, los vaishnavas como Pullabjaksha y los saivitas como Sambhu, que en respuesta a sus plegarias concede salud, larga vida, prosperidad y felicidad a todos dondequiera que estén, Él, el Dios único, es el Dios de toda la humanidad.
Desde hace mucho tiempo, la India ha estado enseñando el mensaje del espíritu y los medios para adquirir y asegurar la ecuanimidad y la felicidad. Ella se ha mantenido como la preceptora del mundo durante siglos. La oración que ella le ha enseñado a su gente es: Que todos los seres en todas partes sean felices. Ésta es la consumación del pensamiento hindú desde tiempos inmemoriales. Este propicio ideal fue propagado y fomentado por los gobernantes de esta tierra, los profetas y los yoguis que guiaron al pueblo y las castas madres que criaron a generaciones en un ambiente de esfuerzo espiritual.
Pero cuando el país se vio inmerso en las vicisitudes de la historia y los pueblos fueron sometidos a opresiones, los ideales sufrieron un retroceso. Los conceptos abstractos de la fe recibieron una forma concreta y se cristalizaron en nombres identificables y formas específicas. Cada nueva actitud o aptitud, cada concretización, se volvió una secta especial, y cada teoría se envolvió en su propia concha. De esta manera, la religión védica única se volvió el padre de un número de sectas y creencias, como la Ganapatya, basada en el concepto de Ganapati; la Saktheya, en el concepto de energía cósmica como expresión de la Divinidad, Soura, basada en el sol como el origen, sostén y meta del logro espiritual; la Charvaka, basada en el concepto del placer y la prosperidad material, y la Virasaiva, basada en Shiva como el motor interno de todos los seres. Cada una de estas sectas, y muchísimas más, elaboraron sus propios rituales y formas de adoración, sus prioridades en logros espirituales y sus doctrinas acerca del individuo, el mundo objetivo y Dios.
El propósito de estas normas y costumbres en todos los casos fue purificar la mente e insistir en la práctica de elevadas, virtudes morales. Pero pronto esto fue ignorado y se le dio importancia al vano conformismo y a la pureza externa. El anhelo por el engrandecimiento personal y por el poder hizo que cada secta, fe o religión se volviera rígida y árida. Hoy en día existe una gran necesidad de descubrir la fuente interna de todas estas creencias, la fuente que inspira los ritos y las ceremonias externas. Un poco de sereno estudio revelará que hay una tendencia subyacente de entusiasmo moral y aventura espiritual.
La palabra matha generalmente es usada para nombrar a la religión; la palabra mathi indica la mente. Si se juntan las dos palabras se puede decir que matha está principalmente dedicada, o debería estar dedicada a enderezar y fortalecer a mathi. La meta, el propósito, la clave, la esencia de todos los credos y religiones es simplemente ésta: la sublimación de la mente del hombre, garantizar la liberación de las preocupaciones por parte del individuo y lograr la felicidad para la sociedad de la cual él es una unidad. Los principios y las prácticas se han agrupado alrededor de esta necesidad principal, y el resultado ha sido la diversidad de credos.
Las religiones tratan de inculcar ideales sagrados en el corazón del hombre, pero éste no permite que esos ideales broten y crezcan. Su ansia egoísta por el poder y el éxito competitivo, en la mayoría de los casos, lo ha obligado a utilizar a la religión como un instrumento de tortura y persecución. En lugar de unir a la humanidad en un esfuerzo común, se ha convertido en un sistema hermético, custodiado por el odio y el fanatismo. Así pues, cada religión es un bando armado, hundido en el autoengrandecimiento, tratando de atraer a otros hacia sus creencias y evitando las deserciones en su propio campo. A esto se debe que la religión sea condenada como la causa del caos y del conflicto. A pesar de grandes progresos en muchas otras áreas de la vida, actualmente la animosidad religiosa está exacerbaba en muchas partes del mundo.
Debe enfatizarse que la religión no es el origen de esta situación. La lucha entre facciones y el odio fanático se deben al ego incontrolable, al que se le ha dado rienda suelta. La religión lucha por destruir esta perversa tendencia, por lo cual debe ser apoyada y no condenada. Lo que se debe condenar es la actitud estrecha y pervertida de odiar a aquéllos que no están de acuerdo con ustedes, o que tienen diferentes opiniones acerca de la fuerza misteriosa que anima al Universo. Las guerras y los conflictos religiosos producen el fango de la ignorancia y avaricia. Cuando las personas están ciegas a la verdad de que la familia humana es una unidad indivisible, van a tientas en la oscuridad y le temen a cualquier cosa extraña. Sólo el cultivo del amor puede convencer al hombre de esta verdad: sólo hay una casta, la casta humana, y sólo una religión: la religión del amor. Es una equivocación atribuirle el caos a la religión, ya que ninguna religión apoya la violencia o desdeña el amor. Tampoco es aconsejable dedicarse a campañas de difamación o propagación exagerada de cualquier religión, con el objetivo de atraer adeptos. Si sólo cada uno viviera los ideales propuestos por los fundadores de su religión, sin ser afectado por la codicia o el odio, el mundo sería un lugar más feliz y más pacífico para vivir.
La religión de los hindúes enfatizaba la unidad de toda la creación y declaraba que la diversidad que experimentamos no es real, pero como la conciencia de la fe en el Uno sólo llega a la mente que ha sido purificada al máximo, la religión pronto tuvo que proponer como principio la dualidad, y hasta la multiplicidad, con deidades para cada faceta de la totalidad. Los más extendidos son los credos saivita y vaishnavita, centrados en dos aspectos del Uno: son Shiva y Vishnú, respectivamente. Este proceso de separarse en diferentes puntos de vista ha estado sucediendo en todas las principales religiones. El Islam tiene las sectas chiíta y sunita, el cristianismo tiene católicos y protestantes, pero por profunda que sea la división, ninguna secta niega a Dios ni enaltece la violencia y la falsedad. Los nombres pueden ser diferentes, las facetas consideradas más importantes, también, pero la Providencia todopoderosa es denotada como absoluta y eterna. La terminología puede ser diferente, pero el concepto no lo es. Dios puede ser llamado como Alá, la oración se puede llamar namaz, a los sabios se les puede conocer como kajis, a los intelectuales se les puede aclamar como mullahs, la Biblia puede estar en la forma del sagrado Corán, pero la corriente subterránea de energetizante poder en todos los casos es el amor de todos hacia todos los seres. Sus fundadores siempre tuvieron en mente la unidad de toda la vida y la marcha progresiva del hombre de una simple humanidad a las alturas de la Divinidad.
El primero entre los intérpretes de los Vedas que fundó una escuela de filosofía y estableció el camino de la disciplina espiritual para beneficiarse de esa escuela fue Shankaracharya, oriundo del estado de Kerala. Durante su muy corta vida, estableció sobre los sólidos cimientos de la lógica y la intuición, la verdad de que sólo hay un Dios, y que todo lo demás es una apariencia de la realidad única. Ésta es la filosofía y creencia de la no dualidad o advaita, que concibe a la naturaleza individual y a Dios en armonía perfecta. Los axiomas védicos "Yo soy Uno, que me convierta en muchos", "Dios es inmanente en todos" y "Todo esto está envuelto y penetrado por Dios" son iluminados por el intelecto de Shankaracharya para convertirlos en verdades patentes.
El monismo propuesto por Shankaracharya con base en los textos védicos, les parecía a la mayoría de los individuos una solución demasiado simple para satisfacer sus necesidades internas. Había en ellos el anhelo de adoración, de dedicarse a un poder superior. No podían captar la verdad de que su realidad interna era el Uno y Único. Sus emociones y actividades tenían que ser sublimadas por las disciplinas de la devoción. Por lo tanto, Ramanujacharya comentó desde un nuevo punto de vista los textos védicos y las escrituras religiosas. Esto hizo que advaita tomara una perspectiva especial. Así que la llamaron visishta (especial) advaita. Se estableció el camino de la devoción para permitirle al hombre unirse con Dios. La meta es la fusión: los ríos lo saben y luchan por alcanzarla. Las aguas del mar son llevadas por el sol hasta el cielo como nubes y éstas las dejan caer como lluvia sobre las tierras para que fluyan de regreso al mar a través de muchas cañadas, arroyos y ríos. El destino final es la unión con la fuente de la cual surgió. El río tiene la pasión del amor arrollador que lo hace descender por las pendientes hasta que llega al Amado, en el cual el amante, el amado y el amor, se unen en un éxtasis luminoso. El Amor es el apego a Dios que no permite que nada interfiera o disminuya su calidad o profundidad. El devoto del Señor ama a Dios por Él mismo y no por cualquier beneficio o bendición incidental. Es espontáneo, sustentador y sublime, como un niño frente al espejo disfruta de sus propias travesuras y gestos.
La entrega total al grado de la aniquilación de su propia individualidad está más allá de la mayoría de los aspirantes. El azúcar no puede ser probada y disfrutada por la misma azúcar; se debe ser una hormiga para poderse deleitar en la dulzura del azúcar. Madhavacharya buscó satisfacer este anhelo del hombre, y declaró que el individuo siempre permanece separado de lo Universal, y que no puede haber unión. En el advaita, un destello de iluminación intelectual revela que sólo el Alma existe, y que todo lo demás es ilusorio. El visishtadvaita (monismo calificado) afirma que el río es una parte integral del mar. Dvaifa señala que el gozo que se deriva de la adoración es suficiente para atraer la colmadora gracia de Dios.
También hubo otros profetas que establecieron caminos hacia la misma meta; anunciaron que el Universo pertenece a Dios y que el hombre no debería desear acumular o apropiarse ninguna porción del tesoro divino. Aconsejaron que el retoño de la devoción debe ser protegido de las plagas de la pereza, la duda y el fanatismo mediante el cultivo del valor y la vigilancia.
Buda estaba tan afectado por el sufrimiento que acompaña la vida del hombre, que investigó el comportamiento de la mente y el intelecto y descubrió las disciplinas para remediarlo. Analizó los caprichos de la mente que llevan al hombre a los remolinos del deseo; investigó también los caminos del raciocinio y descubrió las áreas donde se arraigan los prejuicios; sobre todo predicó la entrega al dharma, a la compasión y al Buda (el Iluminado). El jainismo, la religión que Mahavira convirtió en un movimiento en toda la India, alaba al heroico conquistador de los sentidos, las emociones y las estratagemas del intelecto. Él hizo un llamado para que todos llevaran a cabo los deberes inherentes a su posición y profesión con fe y entusiasmo firmes. Declaró que todas las cosas y todos los seres son sagrados en sí mismos y sólo son peregrinos en el camino hacia la realización. Cualquier daño que se les cause es una profanación a ese sagrado camino y por eso, tal acción debe ser evitada escrupulosamente.
El zoroastrismo, la religión parsi, fue fundada por Zoroastro, quien deseaba que el hombre tuviera siempre el Fuego de la Sabiduría ardiendo en su conciencia para que los malos pensamientos y tendencias pudieran ser reducidos a cenizas. Ese fuégo tiene que infundir todos los pensamientos, palabras y acciones con la luz de la virtud y el vigor. Debe destruir todo deseo mundano y tornar al hombre puro para entrar en el cielo de la libertad. La adoración, la meditación y los actos de servicio libres de egoísmo; son esenciales para el alborear de la iluminación.
La religión Sai, si se acepta el nombre de religión en su sentido literal de unir al hombre con Dios, es la esencia de todas las creencias y religiones, incluyendo el islamismo, el cristianismo y el judaísmo. El motivo que yace bajo la formación y propagación de todas estas diferentes creencias es el mismo. Todos los fundadores y predicadores fueron personas llenas de amor y sabiduría. Su propósito y meta eran el mismo. Nadie tenía la intención de dividir, perturbar o destruir. Intentaron hacer el bien, ver lo bueno y ser buenos. Buscaron controlar las pasiones y emociones, educar los impulsos e instintos y canalizar la facultad de la razón por caminos benéficos para el individuo y la sociedad. Sabían que la mente, que es el terreno en donde nacen el deseo y el apego, la ambición y las aspiraciones, tiene que ser purificada y orientada adecuadamente.
Sai considera que la práctica de estas disciplinas es mucho más esencial que la fe ciega en un puñado de teorías filosóficas. Nadie tiene autoridad para aconsejar a otros a menos que ya esté practicando lo que predica. Primero establezcan el reino del amor en su propio hogar. Hagan que la familia se vuelva un centro de convivencia armoniosa, de comprensión amorosa y confianza mutua. El deber sagrado del hombre es estar siempre consciente del Alma que está instalada en todo ser viviente. Esto hará que él tome conciencia del parentesco que tiene con todos. Ésta es la base de la hermandad del hombre y la paternidad de Dios. Desechen el .vicio del egoísmo, el mal de la codicia y el veneno de la envidia. Cuando busquen la alegría en algo fuera de ustedes, recuerden que una alegría mucho más grande yace en espera dentro de su propia conciencia. Cuando tengan miedo de alguien o de algo fuera de ustedes, recuerden que el temor nace, se alimenta y crece en su propia mente y lo pueden vencer negándolo. ¿Cómo puede el temor ser un obstáculo en el camino de un aspirante espiritual? No se puede ocultar en las sombras, no puede molestar a ningún aspirante espiritual que tenga a Dios en su corazón. La fe en el Dios todopoderoso es la armadura invulnerable que el aspirante espiritual se puede poner, y los hombres en todas las tierras son aspirantes espirituales, ya sea que lo sepan o no. Sean firmes, no flaqueen, persistan, aférrense al ideal sin desesperación. Oren hasta que Dios se apiade; no se desvíen llenos de tristeza si Dios no los colma de gracia cuando lo esperen.
Cuando una religión quiere ampliar su influencia, tiene que recurrir a la calumnia de otras religiones y a la exageración de su propia excelencia. La ostentación y la publicidad se vuelven más importantes que la práctica y la fe. Pero Sai quiere que los devotos de cada religión cultiven la fe en la propia excelencia de su credo y que realicen su validez mediante la práctica intensa. Ésa es la religión Sai, la religión que alimenta y sostiene todas las religiones y que enfatiza su grandeza común. Dedíquense a esta religión, resuelta y alegremente.
SAI BABA
Prashanti Nilayam
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