La Cena Pascual rememora la salida del pueblo israelita de la esclavitud de Egipto; pascua significa “paso”, el paso de Dios que salvó al pueblo judío guiado por Moisés. Esta vez el Señor pasa de nuevo, pero de forma definitiva: es la Pascua que saca al hombre de la muerte para llevarlo a la vida eterna.
Narra San Juan: Comenzada la cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, y tomando una toalla se la ciñó; luego echó agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjuagárselos con la toalla ceñida. Vuelto otra vez a la mesa Jesús prosiguió: ¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien porque en verdad lo soy. Si Yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque Yo os he dado ejemplo para que hagáis también como Yo he hecho. En verdad, en verdad os digo: ‘No es el siervo mayor que su Señor, ni el enviado mayor que quien lo envía. Si esto aprendéis seréis dichosos si lo practicáis’.
San Juan une “Eucaristía”, alimento divino que da la vida, al mandato de servicio al prójimo; así “lavar los pies” es lo mismo que Eucaristía. Compartir el pan y el vino, alimento del pueblo, es compartir la vida, el amor: por esto “Eucaristía” es el sacramento del amor, del compartir. Y servir es amar. Jesús se nos da como servicio y en su Última Cena nos deja ver el rostro de Dios: ¡Amor!.
VIERNES SANTO
En el Viernes Santo Jesús, Dios encarnado, Hombre por tanto, se enfrenta a esta experiencia de muerte-nacimiento, muerte-resurrección.
“La vida es corta, y puede terminar en cualquier momento -dice Sathya Sai Baba- El cuerpo puede caer y liberarlos sin previo aviso. Por eso, mientras puedan deben dedicar su corazón a Dios, quien se los ha dado.”
“La muerte, dice la Madre Teresa de Calcuta, no es sino una continuación de la vida, una parte integral que cierra el ciclo vital. La entrega del cuerpo humano. Pero el corazón y el alma vivirán eternamente. No mueren. Toda religión habla de la eternidad, de otra vida. Ésta no es la única vida que tenemos, la muerte no es el punto final.”
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
El símbolo es el Cristo Pascual, figura de Cristo Resucitado; única luz que resplandece en esta noche, y de la que posteriormente prenden sus propias velas, que significan la propia vida, los devotos que participan en esta ceremonia. Se cumple en el rito la verdad que proclamaron los textos sagrados, que afirma Jesús y que confirma ahora Sathya Sai Baba: somos chispas divinas que nos fundimos en Dios al alcanzar la iluminación, que es resurrección.
Y ésta es condición implícita en la naturaleza del ser viviente: todo cuerpo nacido debe morir en el tiempo.
La resurrección de Jesús fue “para no volver a morir”, es el acto definitivo de Dios, es el acontecimiento capital, insertado en la historia de salvación del hombre.
Cuando en el Credo se dice: “creo en la resurrección de la carne” algunos fieles no asumen que se refiere no tanto al cuerpo como a la persona, que es quien de verdad resucita, es decir, el Alma; la palabra resucitar, tomada del griego (egerthé) significa despertar, levantarse, que nos lleva a abrir la conciencia al Ser, Dios.
Su triunfo sobre la muerte es definitivo, trascendente y a eso apunta el Mensaje pascual: transmite la certeza de la vida para siempre, y esta vida supera en mucho la pequeñez y miserias terrenas.
Narra San Juan: Comenzada la cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, y tomando una toalla se la ciñó; luego echó agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjuagárselos con la toalla ceñida. Vuelto otra vez a la mesa Jesús prosiguió: ¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien porque en verdad lo soy. Si Yo, pues, os he lavado los pies, siendo vuestro Señor y Maestro, también habéis de lavaros vosotros los pies unos a otros. Porque Yo os he dado ejemplo para que hagáis también como Yo he hecho. En verdad, en verdad os digo: ‘No es el siervo mayor que su Señor, ni el enviado mayor que quien lo envía. Si esto aprendéis seréis dichosos si lo practicáis’.
San Juan une “Eucaristía”, alimento divino que da la vida, al mandato de servicio al prójimo; así “lavar los pies” es lo mismo que Eucaristía. Compartir el pan y el vino, alimento del pueblo, es compartir la vida, el amor: por esto “Eucaristía” es el sacramento del amor, del compartir. Y servir es amar. Jesús se nos da como servicio y en su Última Cena nos deja ver el rostro de Dios: ¡Amor!.
VIERNES SANTO
En el Viernes Santo Jesús, Dios encarnado, Hombre por tanto, se enfrenta a esta experiencia de muerte-nacimiento, muerte-resurrección.
“La vida es corta, y puede terminar en cualquier momento -dice Sathya Sai Baba- El cuerpo puede caer y liberarlos sin previo aviso. Por eso, mientras puedan deben dedicar su corazón a Dios, quien se los ha dado.”
“La muerte, dice la Madre Teresa de Calcuta, no es sino una continuación de la vida, una parte integral que cierra el ciclo vital. La entrega del cuerpo humano. Pero el corazón y el alma vivirán eternamente. No mueren. Toda religión habla de la eternidad, de otra vida. Ésta no es la única vida que tenemos, la muerte no es el punto final.”
DOMINGO DE RESURRECCIÓN
El símbolo es el Cristo Pascual, figura de Cristo Resucitado; única luz que resplandece en esta noche, y de la que posteriormente prenden sus propias velas, que significan la propia vida, los devotos que participan en esta ceremonia. Se cumple en el rito la verdad que proclamaron los textos sagrados, que afirma Jesús y que confirma ahora Sathya Sai Baba: somos chispas divinas que nos fundimos en Dios al alcanzar la iluminación, que es resurrección.
Y ésta es condición implícita en la naturaleza del ser viviente: todo cuerpo nacido debe morir en el tiempo.
La resurrección de Jesús fue “para no volver a morir”, es el acto definitivo de Dios, es el acontecimiento capital, insertado en la historia de salvación del hombre.
Cuando en el Credo se dice: “creo en la resurrección de la carne” algunos fieles no asumen que se refiere no tanto al cuerpo como a la persona, que es quien de verdad resucita, es decir, el Alma; la palabra resucitar, tomada del griego (egerthé) significa despertar, levantarse, que nos lleva a abrir la conciencia al Ser, Dios.
Su triunfo sobre la muerte es definitivo, trascendente y a eso apunta el Mensaje pascual: transmite la certeza de la vida para siempre, y esta vida supera en mucho la pequeñez y miserias terrenas.
"El discípulo recibe de manos de Jesús su muerte,
su resurrección y su oferta universal de salvación:
volver al padre mediante la implantación de su reino en la tierra."
El cielo no es un lugar al que vamos sino una situación existencial en la que seremos transformados si vivimos en el amor y en la gracia de Dios. En el cielo de la fe no existe tiempo, distancia ni espacio. El cielo de la fe es Dios mismo. La subida de Jesús al cielo es un pasar del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de lo mutable a lo inmutable y trascendente, de lo humano a lo divino. Con su ascensión Cristo es introducido en la esfera divina donde vive en la perfección de Dios, que toda la creación está llamada a alcanzar.
Jesús abolió los sacrificios de animales como ofrenda a Dios y enseñó el sacrificio interior (desapego) y la adoración a Dios mediante el servicio al prójimo. La entrega absoluta al Padre la manifestó en la real entrega a la muerte física, comunicando vivencialmente a Sus discípulos la experiencia de confiar calladamente en el Padre, que lo exaltó mediante Su resurrección y ascensión a los cielos. La entrega a Dios es la liberación.
La Ascensión es relevo. El discípulo recibe de manos de Jesús Su muerte, Su resurrección y Su oferta universal de salvación: volver al Padre mediante la implantación de Su reino en la tierra. Otros continuarán tomando el relevo siguiendo el ejemplo. Por esto Sai Baba nos dice “vuestra vida es Mi mensaje”. No son palabras pronunciadas con los labios, sino palabras escritas con hechos de vida. Por esto recalca Sai Baba: “Somos verdaderos cristianos únicamente cuando vivimos de acuerdo con las enseñanzas de Cristo y las practicamos en nuestra vida diaria.”
“Los hombres plenamente realizados ganan la Gracia Divina por su buena conducta, trabajo y fe; son amados por Dios y bendecidos con la bienaventuranza ininterrumpida.”
El camino más sencillo para la realización, que es la unión con Dios es: “Practiquen la constante presencia de Dios y aprendan a ofrecer todas sus actividades a los pies del Señor como un acto de adoración; sólo así los actos estarán libres de falta.”
“El hombre es mortal: polvo es y al polvo volverá, pero en él refulge el Alma como una chispa de la llama inmortal. El Alma es la fuente, la sustentación de cada ser y organización de seres. Es la única fuente, sustancia y base. El Alma es Dios, lo particular es lo universal, no menos.”
Conmemorar la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión de Jesús nos alienta a abrirnos al Espíritu Santo, que es Dios en nosotros que se manifestará en Su Amor que nos impulsa a amar a los demás que también integran al Cuerpo Místico de Dios.
Solo por hoy
trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
Solo por hoy
tendré el máximo cuidado en mi aspecto; seré cortés en mis maneras; no criticaré a nadie, y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie, sino a mí mismo.
Solo por hoy
seré feliz , en la certeza de que he sido creado para la felicidad, no sólo en el otro mundo, sino en este también.
Solo por hoy
me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten a todos mis deseos.
Solo por hoy
dedicaré diez minutos de mi tiempo a una buena lectura, recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
Solo por hoy
haré una buena acción y no lo diré a nadie.
Solo por hoy
haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
Solo por hoy
me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
Solo por hoy
creeré firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mi como si nadie existiera en el mundo.
Solo por hoy
no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
Puedo hacer el bien durante horas.
Lo que me descorazonaría sería pensar hacerlo durante toda mi vida.
Juan XXIII
haré una buena acción y no lo diré a nadie.
Solo por hoy
haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me sintiera ofendido en mis sentimientos, procuraré que nadie se entere.
Solo por hoy
me haré un programa detallado. Quizá no lo cumpla cabalmente, pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades: la prisa y la indecisión.
Solo por hoy
creeré firmemente -aunque las circunstancias demuestren lo contrario- que la buena providencia de Dios se ocupa de mi como si nadie existiera en el mundo.
Solo por hoy
no tendré temores. De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello y de creer en la bondad.
Puedo hacer el bien durante horas.
Lo que me descorazonaría sería pensar hacerlo durante toda mi vida.
Juan XXIII
Selección de textos extraídos del libro “Manual del Hombre Atinado”, enseñanzas de Jesús y Sai Baba. Autor: Pascual Cerrada.