por Diana Baskin
Poco antes de morir en 1986, Krishnamurti visitó a Sai Baba.
El diálogo entre el hombre que había renunciado a ser considerado el Mesías y el Avatar de esta Era no trascendió.
Pero sí que Swami lo conocía muy bien a él y a quien durante casi medio siglo había sido el organizador de su obra, Rajagopal.
La hija de la segunda esposa de éste, Diana Baskin da algunos indicios para descifrar ese encuentro.
"Raja, el segundo marido de mi madre, fue mi padre espiritual." Aunque biológicamente Rajagopal no fuera su padre, Diana Baskin, en su libro "Divinos Recuerdos de Sathya Sai Baba", se refiere así a él.
Desekacharya Rajagopalacharya --así se llamaba-- fue uno de los dos muchachos hindúes que en 1913, mientras se celebraba la Conferencia Teosófica en India, el obispo Leadbeater profetizó que desempeñarían un rol decisivo en el desarrollo de la conciencia espiritual. El otro muchacho era Jiddu Krishamurti. Para Leadbeater, uno de ellos sería el maestro del mundo.
Los muchachos recién se conocerían en Londres, varios años después. Raja estudiaba derecho en Cambridge y Krishnamurti (K. en adelante) estaba siendo cuidadosamente preparado para convertirse en el Maestro Mundial por la doctora Annie Besant, presidenta de la Sociedad Teosófica.
A pesar del temor inicial de K. de que Raja fuese un posible rival, entablaron una muy buena amistad. El temor pudo haberse acrecentado aun más porque Leadbeater declaró que Raja había sido San Bernardo de Clairvauz en su vida pasada y estaba destinado a ser un buda en una vida futura.
En esos años, K. empezó también a preocuparse por los cada día más debilitados pulmones de su hermano Nitya. Angustiado ante la incertidumbre que la enfermedad le deparaba, llegó a preguntarle por la vida de Nitya a los maestros que se comunicaban con él. Como éstos le aseguraban que su hermano no moriría y él les había creído con todo su corazón, cuando Nitya murió, K. entró en crisis.
"Como a menudo lo hace Swami, los maestros también a él le habían destrozado el espíritu y el corazón", escribe Diana Baskin.
K., de todos modos, consideraba que el pago que los maestros se habían cobrado era muy severo y a partir de entonces comenzó a negarlos ante el obispo Leadbeater, ante la doctora Annie Besant y ante las multitudes que ya empezaban a respetar su palabra como santa. Como es sabido, K. llegó a renunciar públicamente a su adjudicado rol de Mesías.
Debido a su amor materno y a su preocupación por el futuro espiritual de la humanidad, la doctora Besant le pidió entonces a Raja que se instalara en el Valle de Ojai, California, junto a K., y lo asistiera con sus tareas.
Antes de que Nitya falleciera, K. también le había pedido a Raja ayuda para organizar su trabajo. Olvidándose un poco de su vida personal, éste se comprometió de forma generosa y total a lo que sería, durante los siguientes cincuenta años, su dharma: compaginar los escritos de K., cuidar la publicación y traducciones de sus conferencias y enseñanzas, ayudarlo a establecer escuelas en América, India y Europa. La capacidad de trabajo de Raja era enorme.
Por siempre, Raja permaneció inflexible respecto a no cobrar dinero a quienes acudían a las conferencias de K. "Los temas espirituales, sostenía, no pueden ser comprados ni vendidos como mercancías". The Krishnamurti Trust sólo aceptaba donaciones de personas que las daban con una actitud recta y pura. Difícilmente se podía encontrar una persona como Raja, con tal elevada integridad, tanto en la vida privada como en la pública.
Su colaboración con K. fue muy rica hasta que, hacia 1960, empezaron a hacerse públicas diferencias personales. Algunos biógrafos cercanos a K. afirman que desde años antes éste venía quejándose de que Raja le negaba el acceso a los libros contables de la organización, la correspondencia y hasta los archivos de sus propios manuscritos. Otras personas, más próximas a la Sociedad Teosófica, dejada de lado por K., sostienen que la vida privada de K. en Ojai, junto con la familia de Raja, presentaba algunos puntos oscuros. Como fuera, a la ruptura siguieron tres juicios iniciados por K. contra Raja. En el primero, Raja ni siquiera quiso defenderse de las muchas y, según él, falsas acusaciones. Pero no pudo evitar que el hecho le destrozase el corazón: él se había entregado sin egoísmo a la difusión de las enseñanzas de K., había renunciado por completo al deseo de ganancias mundanas materiales... "Ahora se sentía traicionado en lo más profundo", prosigue el relato Diana Baskin. "Mi madre le sugirió entonces a Raja pedirle consejo a Swami acerca de las medidas a tomar. Swami respondió por telegrama lo siguiente: "Lucha por la verdad hasta el final. No te preocupes. Yo estoy de tu lado: sé valiente. La Verdad es Dios, vive en la verdad". Raja se aferró con fuerza al dicho; "Uno con Dios es mayoría". Aunque no reveló los verdaderos detalles, por amor y protección a K., cuidadosamente reunió evidencias --algunas de cuarenta años antes-- para el segundo y tercer juicio.
Swami le envió un hermoso anillo de plata, materializado especialmente para él, en el que estaban grabadas en oro las letras OM en sánscrito (el sonido de la creación) y le mandó a decir: "Todo lo que haga Raja le saldrá bien". También le hizo un retrato, con propiedades y bendiciones especiales, y a través de los años le siguió escribiendo cartas de aliento.
El segundo juicio, como el primero, se arregló fuera de la corte. En el tercero fueron retirados los cargos porque Raja finalmente había decidido que el dharma requería de la total revelación de los verdaderos motivos que yacían bajo las acciones legales en su contra. Cuando quedó en claro que su revelación era inminente, el juicio fue suspendido de inmediato.
Al enfrentar lo inevitable, disponerse a luchar por la verdad y finalmente exponer todos los hechos que había guardado, no por temor, como creyeron algunos, sino por amor y para proteger la reputación del hombre que se había vuelto en contra de él, Raja se convirtió en acusador. Poco antes de que el juicio llegara a la corte, en 1986, Krishnamurti murió.
"En secreto y sin que casi nadie lo supiera, K. le había pedido antes a Swami que se encontraran en Madrás para obtener su darshan".
"Swami le dio detalles del encuentro a mamá", prosigue el relato de Diana Baskin, "y le presentó a un maestro de su colegio que estuvo presente en aquel encuentro. Estoy segura de que esa entrevista, en la cual Krishnamurti le regaló una rosa, Swami causó un gran impacto en K. Tal vez, marcó el principio de su regreso."
"Hacia fines de marzo de 1988, mi madre viajó a India. En el viaje anterior, sólo cuatro meses antes, Swami le había dicho la fecha exacta en que debía regresar. Aun cuando Swami le había pedido que no dijera ni una palabra acerca de sus planes de partir hacia las montañas de Kodaicanal, como mi padre no se encontraba bien de salud, mamá debió confiar en mí. Necesitaba que yo supiera donde localizarla en caso de presentarse una urgencia."
"Mamá se fue sin muchos deseos, obedeciendo las palabras de Swami sin importarle cuáles fueran."
"En cuanto ella marchó, mi padre dejó de comer y su salud empeoró. Durante algún tiempo su único alimento consistió en una taza de leche de cabra al día, pero pronto hasta eso se negó a ingerir. Empezó a decaer rápidamente y se debilitó tanto que un día ya no pudo levantarse de la cama."
"Poco antes de que perdiera totalmente la voz, me hizo prometerle que no le escribiría a mi madre para decirle lo enfermo que estaba. Con calma y certeza, me dijo que él sabía que había llegado el momento de partir, y que probablemente Swami había propiciado la ausencia de mi madre, puesto que ella no habría soportado verlo morir."
"Raja también nos había dicho que él no quería tratamiento médico en tales condiciones y se negó a que lo lleváramos al hospital para que le prolongaran la vida. Decía que a la naturaleza se le debe permitir seguir su curso, sin medidas heroicas por parte de los médicos."
Yo sabía que esto era obra de Swami. Mi intuición se transformó en certeza cuando ese mismo día recibí la prueba.
"Mientras Raja estaba lleno de paz y aceptaba la muerte con serenidad, yo me encontraba totalmente perturbada y desesperada. Como no acababa de aceptar el hecho de que él estuviese en verdad moribundo, lo persuadí para que, al menos, me dejara pedirle un diagnóstico a un doctor. Después de examinarlo, el médico concluyó que tenía una neumonía avanzada y confirmó mi temor: era muy probable que Raja partiera en cualquier momento. Si bien aconsejó que lo hospitalizáramos, al mismo tiempo, respetó el deseo de Raja: morir en su propio lecho."
"Yo estaba en una situación crítica respecto a la lealtad hacia mi madre. A ella le había prometido que le diría la verdad y a mi padre que no. También sabía que Swami conocía la situación y que, en ese caso, así lo había planeado. Pero, ¿qué hacer: dejarlo morir sin hacer nada? ¿Hasta qué punto nosotros somos los hacedores? ¿Enturbiaría yo la situación con mis acciones, o mis acciones estaban ya predeterminadas? Recé, pero no recibí respuestas claras, ya que no podía permanecer en silencio mucho tiempo para recibir o escuchar nada que no fueran mis lamentos. Por suerte, mi marido resolvió el dilema actuando personalmente. Le pidió a un devoto que se iba a la India, que no bien llegara, le diera a mi madre la noticia del estado de salud de Raja, liberándome así de ambas promesas."
"Yo iba dos o tres veces por día a ver a Raja. Una mañana, caminando por el jardín, llegó a mi mente con mucha claridad el significado de un sueño de mi madre. Tiempo atrás ella había soñado que le preguntaba a Swami acerca de Raja y que El le contestaba que llamaría a Raja en forma indirecta después de Shivaratri; también había mencionado el número 3. En Bombay, Swami además le había dicho: 'Cuando Raja me vea, verá la luz'."
"Ese año, 1988, el 3 de abril coincidió con el domingo de Pascua, el día de la resurrección de Cristo. Pensé que sería un momento muy auspicioso para que Raja partiera, ya que desde muy joven él había sentido un gran amor y unión con Cristo."
"Presa de la emoción, caminé lentamente hacia su cuarto y me quedé estupefacta al ver el más hermoso y extraordinario milagro que he visto en mi vida. Mi querido padre, que hasta entonces había estado en coma, y respirando con dificultad, estaba sentado en su cama, ¡como si nada le hubiese pasado en absoluto! ¡Hasta había recuperado la voz (aunque un poco ronca) y me pedía comida!"
"Yo sabía que esto era obra de Swami. Mi intuición se transformó en certeza cuando ese mismo día recibí la prueba. Mi madre telefoneó desde Bangalore y dijo que esa mañana Swami le había estado hablando largamente acerca de Raja. Swami le contó que El había ido a Ojai y que había vuelto a la vida a Raja. El estaba destinado a morir el 3 de abril de 1988."
"Ese resultó ser el viaje más breve de mi madre a la India, pero tal vez en el que más gracia recibió. Swami le devolvió a su esposo, le escribió una carta personal a Raja y materializó prasad especial para su salud. Su gran amor y preocupación por mi madre los expresó a través de muchas y extensas pláticas. Estoy convencida de que El cambió el destino de Raja en respuesta a las oraciones de mi madre."
"Tres meses después, cuando mi marido y yo regresamos a la India en julio, Swami me dio la oportunidad de demostrarle mi agradecimiento. '¿Cómo está tu padre, me preguntó'. Yo le respondí: 'Gracias al prasad de Swami, él está mucho mejor'. Y Swami entonces respondió: 'Si, él había perdido la conciencia y no tenía pulso, pero Swami lo cuidó'."
"En agosto de 1989, Swami materializó una hermosa caja, la cual se llenó de vibhuti cuando la golpeó suavemente. Nos pidió que le dijéramos a Raja que tomara un poquito de vibhuti con agua cada día para conservar su salud. Y nos sorprendió al revelarnos que Raja no había muerto una sino dos veces. De hecho, ¡El lo había resucitado dos veces!"
Compendiado de Divinos Recuerdos de Sathya Sai Baba de Diana Baskin
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