El Señor ha declarado que cuando decaigan los patrones éticos y el hombre ignore u olvide su glorioso destino, El mismo descenderá entre los hombres para guiar a la humanidad por la recta y sagrada senda. El Señor ha venido y está guiando a todos aquellos que aceptan Su Guía. Llama a todos los que se han extraviado para que vuelvan sobre sus pasos.
--N. Kasturi --
El Dharma o código de la Rectitud establece para los hombres un camino regulador. Al igual que los rayos del sol, el Dharma ilumina los caminos que los hombres deberían seguir hacia el bienestar y progreso de la sociedad. Entre las leyes del Dharma la más importante es la Rectitud. Esta quiere decir que uno debería ganarse la vida por medios honestos y ser un ejemplo para los demás al vivir una vida recta. La justicia consiste en no hacer diferencias entre nosotros y los demás. Sin importar qué dificultades se tengan que enfrentar, uno no debería desviarse de ese camino. La justicia es como una brújula. No importa cómo se ponga, la aguja siempre apuntará hacia el norte. Del mismo modo, la justicia revela la Divinidad que hay dentro del hombre y que le permite gozar de la felicidad de lo Divino. De ahí que la vida humana ideal debería ser aquella en la que todas las acciones se basen en la Rectitud.
No importa de cuánta prosperidad goce uno, qué comodidades tenga aseguradas, todas ellas se derivan de la sociedad. Algunas leyes del Dharma tienen por objeto asegurar que la riqueza que se ha ganado de la sociedad sea dedicada al beneficio de la misma. En el proceso de adquirir riqueza uno puede ser culpable de algunos olvidos. La caridad debe ejercerse para enmendar tales errores.
La vida es un constante intercambio de placer y dolor, alegría y pena, calor y frío. La felicidad es un intervalo entre dos penas. La amarga cáscara que cubre a la naranja protege el dulce jugo de su interior. Debemos considerar al dolor, a la ansiedad y a la tristeza como la cubierta protectora de la paz y la dicha que se experimentan más tarde. Es erróneo buscar una serie interminable de placeres y comodidades en la vida. La verdadera felicidad no puede encontrarse de esa manera. Sin experimentar dificultades y problemas no se aprecia el valor de la paz y la dicha. El hombre piensa que cuantos más bienes materiales tenga más feliz será, pero los desengaños y los problemas aumentan en la misma medida que los deseos. Por eso, debemos limitar nuestros deseos, apegos y ambiciones. El mundo sufre de numerosas dificultades porque la gente no pone límites a sus deseos. La naturaleza ha prescripto límites a todo: a la temperatura del cuerpo, a la tolerancia del ojo a la luz, o a la del oído para la intensidad del sonido. Cuando los estímulos se extralimitan los órganos se dañan.
La vida misma es como una compañía limitada. Todas las acciones deberían estar gobernadas por los límites aplicables a cada una de ellas. Cuando los deseos se controlan, se experimenta una felicidad genuina. Aun en la práctica de la caridad hay que observar límites. Los regalos que demos no deben exceder nuestra capacidad económica ni estar por debajo de ella. En el primer caso nos veríamos en problemas; en el segundo, estaríamos reteniendo lo que corresponde a quienes lo necesitan. Pero la caridad no se limita al dinero: debemos compartir nuestros recursos físicos, mentales y espirituales con quienes carecen de ellos. Es compartiendo y sacrificándose como se logra tener conciencia del espíritu. La caridad no debe ser indiscriminada. La ayuda debe darse según las necesidades del caso. El hambriento debe ser alimentado, el desnudo debe ser vestido.
Aun cuando sepamos cuánto bien se deriva del sacrificio, no hacemos ningún sacrificio. Uno puede aspirar a la riqueza, pero sólo debería buscar aquello a lo que tiene derecho o para lo que es competente.
Es mejor ser precavidos y aprender a llevar una vida recta y honesta desde el principio. La riqueza va y viene. La moralidad es lo que uno debe cultivar. ¿Qué es la moralidad? Es la conducta correcta de acuerdo al tiempo y al lugar.
¿Cuál es la raíz de todo desorden, delito, falsedad y violencia que prevalece actualmente? Es el comportamiento contrario a la dignidad humana el responsable de tal situación. Toda la educación que uno recibe no tiene relación con los valores humanos. Ya sea en la esfera de la conducta política o social, de la actividad económica, de la búsqueda espiritual, todas las acciones se basan en las tendencias de la mente. No es posible ningún cambio en ningún tipo de actividad a menos que la mente sea transformada. Por eso los Vedas declaran que la mente es la causa de la esclavitud o de la liberación del hombre. Aquel que quiera cambiar a los demás debe primero cambiarse a sí mismo.
¡Encarnaciones del amor divino!: Todos los objetos del mundo están sujetos a cambio, todos los seres vivos deben morir algún día, pero los ideales y los objetivos sagrados establecidos en los corazones humanos brillan para siempre.
"Todo aquel que domine su egoísmo, que conquiste sus deseos personales, que destruya sus sentimientos e impulsos animales y que renuncie a la tendencia de considerar su cuerpo como ser, estará ciertamente en la senda del Dharma, sabrá que la meta del Dharma es la sumersión de la ola en el Océano, la inmersión del ser en el Ser Superior".
Si alguien desea vivir de acuerdo con un ideal, debe estar preparado para enfrentar muchas tribulaciones. Los ideales se han mantenido brillando en los corazones de la gente hasta los días presentes debido a que fueron sostenidos sin importar vicisitudes ni obstáculos. Podrán pasar eras, puede que aparezcan y desaparezcan nuevos continentes, mucha gente morirá, pero los ideales y valores permanecerán como una fuente perenne de inspiración para el mundo.
Lo que no puede obtenerse a través de fortaleza física, la fuerza de los números o el poder de la riqueza, puede lograrse por medio de la inteligencia (el poder de budhi o intelecto). La sabiduría (viveka) es la marca de la inteligencia. El hombre adquiere sabiduría solamente adhiriéndose a la verdad y siguiendo la rectitud. La sabiduría no puede fomentarse si no se sigue la verdad.
EL ATMA Y EL BUDHI
El sol y la luna brillan en el cielo. La gente imagina que cada uno brilla por su propia luminosidad, sin darse cuenta de que hay una refulgencia que trasciende la luz de dichos astros y que provoca su brillo. El sol posee brillo propio mientras que la luna brilla porque refleja la luz del sol y no porque tenga luz propia. De la misma manera, la gente imagina que la sabiduría deriva de la luz del intelecto y ésta a su vez de la del Atma (el espíritu interno). En su ignorancia, los seres humanos dan importancia sólo a la iluminación que emana de la sabiduría y la inteligencia, olvidando la fuente básica de su refulgencia: el Atma. Como consecuencia, hacen a un lado su cualidad humana esencial. Ese Atma es el fundamento, es Brahman, es el Principio Cósmico Supremo, es el Ser Omnímodo, es el principio avatárico.
El conocimiento espiritual básico, el Conocimiento de Atma, es lo que nos capacita para reconocer la unicidad de todos los seres humanos. Hay cuatro variedades diferentes de seres humanos que se pueden reconocer. Entre ellas la mejor la forman quienes son capaces de reconocer las faltas en sí mismos y las bondades en los demás. La segunda categoría la conforman aquellos que reconocen sólo lo bueno en sí mismos y las faltas en los demás. Peor que esta clase de individuos son aquellos que proclaman bondades que no existen en sí mismos y encuentran faltas que no existen en los demás. Hay todavía una cuarta categoría que es la peor de todas y que está representada por aquellos que siempre hablan de las bondades inexistentes en ellos, alabándose de continuo y que no reconocen nada más. Al hablar de ello, podría ser atendible que alguien se alabe con justicia, pero si lo hace con ego y soberbia, equivale a ser ciego.
En la vida diaria tomamos diversos caminos con el propósito de lograr algo de felicidad y de placer. En este mundo hay personas ricas, poderosas, fuertes, instruidas, pero no encontramos en ellas a ninguna que goce de paz mental. Si el hombre se distancia de Dios y del Dharma, ¿de qué manera podría lograr esta paz mental?
La verdadera fuerza que uno pueda poseer es la que proviene de Dios y del Dharma. Ustedes habrán de adoptar estas dos alas: la de Dios y la del Deber. Nuestros movimientos en este mundo debemos emprenderlos en un carro con dos ruedas: la de Dios y la de la Rectitud. Debemos adoptar estos dos ideales, Dios y la Rectitud para vivenciarlos en nuestra vida. La Rectitud tan sólo constituye el corazón de nuestra vida. En vez de hablar sobre cien cosas, hagan el intento de mostrar en la práctica, al menos una.
OM SAI RAM
El Dharma o código de la Rectitud establece para los hombres un camino regulador. Al igual que los rayos del sol, el Dharma ilumina los caminos que los hombres deberían seguir hacia el bienestar y progreso de la sociedad. Entre las leyes del Dharma la más importante es la Rectitud. Esta quiere decir que uno debería ganarse la vida por medios honestos y ser un ejemplo para los demás al vivir una vida recta. La justicia consiste en no hacer diferencias entre nosotros y los demás. Sin importar qué dificultades se tengan que enfrentar, uno no debería desviarse de ese camino. La justicia es como una brújula. No importa cómo se ponga, la aguja siempre apuntará hacia el norte. Del mismo modo, la justicia revela la Divinidad que hay dentro del hombre y que le permite gozar de la felicidad de lo Divino. De ahí que la vida humana ideal debería ser aquella en la que todas las acciones se basen en la Rectitud.
No importa de cuánta prosperidad goce uno, qué comodidades tenga aseguradas, todas ellas se derivan de la sociedad. Algunas leyes del Dharma tienen por objeto asegurar que la riqueza que se ha ganado de la sociedad sea dedicada al beneficio de la misma. En el proceso de adquirir riqueza uno puede ser culpable de algunos olvidos. La caridad debe ejercerse para enmendar tales errores.
La vida es un constante intercambio de placer y dolor, alegría y pena, calor y frío. La felicidad es un intervalo entre dos penas. La amarga cáscara que cubre a la naranja protege el dulce jugo de su interior. Debemos considerar al dolor, a la ansiedad y a la tristeza como la cubierta protectora de la paz y la dicha que se experimentan más tarde. Es erróneo buscar una serie interminable de placeres y comodidades en la vida. La verdadera felicidad no puede encontrarse de esa manera. Sin experimentar dificultades y problemas no se aprecia el valor de la paz y la dicha. El hombre piensa que cuantos más bienes materiales tenga más feliz será, pero los desengaños y los problemas aumentan en la misma medida que los deseos. Por eso, debemos limitar nuestros deseos, apegos y ambiciones. El mundo sufre de numerosas dificultades porque la gente no pone límites a sus deseos. La naturaleza ha prescripto límites a todo: a la temperatura del cuerpo, a la tolerancia del ojo a la luz, o a la del oído para la intensidad del sonido. Cuando los estímulos se extralimitan los órganos se dañan.
La vida misma es como una compañía limitada. Todas las acciones deberían estar gobernadas por los límites aplicables a cada una de ellas. Cuando los deseos se controlan, se experimenta una felicidad genuina. Aun en la práctica de la caridad hay que observar límites. Los regalos que demos no deben exceder nuestra capacidad económica ni estar por debajo de ella. En el primer caso nos veríamos en problemas; en el segundo, estaríamos reteniendo lo que corresponde a quienes lo necesitan. Pero la caridad no se limita al dinero: debemos compartir nuestros recursos físicos, mentales y espirituales con quienes carecen de ellos. Es compartiendo y sacrificándose como se logra tener conciencia del espíritu. La caridad no debe ser indiscriminada. La ayuda debe darse según las necesidades del caso. El hambriento debe ser alimentado, el desnudo debe ser vestido.
Aun cuando sepamos cuánto bien se deriva del sacrificio, no hacemos ningún sacrificio. Uno puede aspirar a la riqueza, pero sólo debería buscar aquello a lo que tiene derecho o para lo que es competente.
Es mejor ser precavidos y aprender a llevar una vida recta y honesta desde el principio. La riqueza va y viene. La moralidad es lo que uno debe cultivar. ¿Qué es la moralidad? Es la conducta correcta de acuerdo al tiempo y al lugar.
¿Cuál es la raíz de todo desorden, delito, falsedad y violencia que prevalece actualmente? Es el comportamiento contrario a la dignidad humana el responsable de tal situación. Toda la educación que uno recibe no tiene relación con los valores humanos. Ya sea en la esfera de la conducta política o social, de la actividad económica, de la búsqueda espiritual, todas las acciones se basan en las tendencias de la mente. No es posible ningún cambio en ningún tipo de actividad a menos que la mente sea transformada. Por eso los Vedas declaran que la mente es la causa de la esclavitud o de la liberación del hombre. Aquel que quiera cambiar a los demás debe primero cambiarse a sí mismo.
¡Encarnaciones del amor divino!: Todos los objetos del mundo están sujetos a cambio, todos los seres vivos deben morir algún día, pero los ideales y los objetivos sagrados establecidos en los corazones humanos brillan para siempre.
"Todo aquel que domine su egoísmo, que conquiste sus deseos personales, que destruya sus sentimientos e impulsos animales y que renuncie a la tendencia de considerar su cuerpo como ser, estará ciertamente en la senda del Dharma, sabrá que la meta del Dharma es la sumersión de la ola en el Océano, la inmersión del ser en el Ser Superior".
Si alguien desea vivir de acuerdo con un ideal, debe estar preparado para enfrentar muchas tribulaciones. Los ideales se han mantenido brillando en los corazones de la gente hasta los días presentes debido a que fueron sostenidos sin importar vicisitudes ni obstáculos. Podrán pasar eras, puede que aparezcan y desaparezcan nuevos continentes, mucha gente morirá, pero los ideales y valores permanecerán como una fuente perenne de inspiración para el mundo.
Lo que no puede obtenerse a través de fortaleza física, la fuerza de los números o el poder de la riqueza, puede lograrse por medio de la inteligencia (el poder de budhi o intelecto). La sabiduría (viveka) es la marca de la inteligencia. El hombre adquiere sabiduría solamente adhiriéndose a la verdad y siguiendo la rectitud. La sabiduría no puede fomentarse si no se sigue la verdad.
EL ATMA Y EL BUDHI
El sol y la luna brillan en el cielo. La gente imagina que cada uno brilla por su propia luminosidad, sin darse cuenta de que hay una refulgencia que trasciende la luz de dichos astros y que provoca su brillo. El sol posee brillo propio mientras que la luna brilla porque refleja la luz del sol y no porque tenga luz propia. De la misma manera, la gente imagina que la sabiduría deriva de la luz del intelecto y ésta a su vez de la del Atma (el espíritu interno). En su ignorancia, los seres humanos dan importancia sólo a la iluminación que emana de la sabiduría y la inteligencia, olvidando la fuente básica de su refulgencia: el Atma. Como consecuencia, hacen a un lado su cualidad humana esencial. Ese Atma es el fundamento, es Brahman, es el Principio Cósmico Supremo, es el Ser Omnímodo, es el principio avatárico.
El conocimiento espiritual básico, el Conocimiento de Atma, es lo que nos capacita para reconocer la unicidad de todos los seres humanos. Hay cuatro variedades diferentes de seres humanos que se pueden reconocer. Entre ellas la mejor la forman quienes son capaces de reconocer las faltas en sí mismos y las bondades en los demás. La segunda categoría la conforman aquellos que reconocen sólo lo bueno en sí mismos y las faltas en los demás. Peor que esta clase de individuos son aquellos que proclaman bondades que no existen en sí mismos y encuentran faltas que no existen en los demás. Hay todavía una cuarta categoría que es la peor de todas y que está representada por aquellos que siempre hablan de las bondades inexistentes en ellos, alabándose de continuo y que no reconocen nada más. Al hablar de ello, podría ser atendible que alguien se alabe con justicia, pero si lo hace con ego y soberbia, equivale a ser ciego.
En la vida diaria tomamos diversos caminos con el propósito de lograr algo de felicidad y de placer. En este mundo hay personas ricas, poderosas, fuertes, instruidas, pero no encontramos en ellas a ninguna que goce de paz mental. Si el hombre se distancia de Dios y del Dharma, ¿de qué manera podría lograr esta paz mental?
La verdadera fuerza que uno pueda poseer es la que proviene de Dios y del Dharma. Ustedes habrán de adoptar estas dos alas: la de Dios y la del Deber. Nuestros movimientos en este mundo debemos emprenderlos en un carro con dos ruedas: la de Dios y la de la Rectitud. Debemos adoptar estos dos ideales, Dios y la Rectitud para vivenciarlos en nuestra vida. La Rectitud tan sólo constituye el corazón de nuestra vida. En vez de hablar sobre cien cosas, hagan el intento de mostrar en la práctica, al menos una.
OM SAI RAM