Sathya tendría unos nueve años, cuando un día, cerca del mediodía, un chofer de librea espantó a todas las aves de la aldea. Venía corriendo por las torcidas callejas de Puttaparti en busca del niño maravilloso que creaba vibhuti. Finalmente, el niño fue encontrado sentado en una terraza, relatándole historias a una banda de pilluelos. Los niños huyeron en busca de refugio, en tanto que Sathya esperaba tranquilamente. El hombre quería un poco de la ceniza milagrosa para "sanar" el motor de su jeep que se había descompuesto en el camino por la margen oriental del río, en la ruta que llevaba desde las junglas en medio de las montañas hacia la ciudad de Anantapur. "El señor está esperando. Está furioso." Sathya fue llevado por el agitado intruso hasta el vehículo descompuesto. Algunos de los niños les siguieron. Vio al señor sentado en el jeep con aire de triunfo, acariciando las orejas de una tigresa muerta. Sathya lo enfrentó con una reprimenda. "Esta tigresa no te hizo ningún daño. ¿Por qué la fuiste a acechar en la jungla, donde estaba criando a tres cachorros y la mataste? ¡Fue mi voluntad la que hizo que se detuviera el jeep! ¡Regresa, encuentra a los cachorros y llévalos a un zoológico! ¡Y no vuelvas nunca más a cazar por mero placer y orgullo! ¡Puedes tomar una cámara, en cambio, y eso te convertirá en un héroe mucho más grande...! ¡Váyanse!". El motor comenzó a funcionar. ¡El conductor hizo volver el jeep por el camino por donde habían venido! ¡Llamarle la atención a un blanco, a un inglés con un casco tropical y rifle! ¡Detener su jeep y negarle lo que pedía...!
El padre estuvo a punto de desmayarse. Tuvo aterradoras visiones de policías y cárceles.
Tomado de La vida de Sai Baba, Vol. I
El padre estuvo a punto de desmayarse. Tuvo aterradoras visiones de policías y cárceles.
Tomado de La vida de Sai Baba, Vol. I
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