Cortesía
de Radio Sai Armonía Global
(Paginas web: radiosai.org y h2hsai.org)
Les presentamos ahora una conversación
con el Dr. Bhatt, un Urólogo eminente que presta servicio en el Instituto Sri
Sathya Sai de Ciencias Medicas Superiores, Prashanti Gram (Hospital de Alta
Complejidad, o así llamado Hospital de Superespecialidades). Conversando con el
está el Profesor
G. Venkataraman, previo Vice Canciller de la Universidad Sri
Sathya Sai.
Prof. G.V.
Tal vez
puedas comenzar explicándonos algo acerca de ti mismo, y continuaremos desde
ahí.
Dr. B.
Nací el día
21 de Enero de 1921, en Udipi. Mi madre era ama de casa, mi padre fue un cirujano
en la Primera Guerra
Mundial, en Mesopotamia (zona geográfica entre el Tigris y el Euphrates, lugar
de civilizaciones antiguas, parte de la cual ahora es Irak. N. del Tr.). Pero
mi abuelo era un sacerdote y un erudito del sánscrito. Era sacerdote en un
templo de Kundapur. Mi padre fue ex comunicado por su propio padre, porque
después de finalizar su licenciatura en medicina y cirugía en Bombay, se fue a
la guerra. Porque se fue al extranjero. ¡Porque cruzó el océano!
Prof. G.V.
De hecho,
pudo haber llegado ahí por tierra...
Dr. B.
Por
supuesto, pero está muy lejos. Y más lo estaba en aquellos tiempos. Falleció
muy joven, a los 38 años de edad. Después de la guerra trabajó durante algún
tiempo en Hyderabad. Era un cirujano muy popular en la jerarquía británica.
Éramos siete
hijos, y fuimos criados por nuestra madre en la casa de nuestro abuelo. Toda
nuestra educación escolar la tuvimos en Udipi. Mi abuelo era el director de la
escuela de allá. Luego estudié Medicina en Madrás. Después de mi Licenciatura
en Medicina, en 1945, me uní al Colegio Medico Cristiano (CMC) de Vellore, al
sur de la India. Allí
estuve durante casi 30 años. Cuando me uní a este Colegio Medico, yo era el
único indio y no cristiano dentro del personal de la Facultad. Había
algunos indios cristianos, y el resto eran todos europeos, americanos, e
ingleses. Y nuestra anestesista era una señora rusa.
Hice mi
posgraduado en Cirugía allí mismo. Y durante esos 30 años en Vellore pasé por
diferentes especialidades, incluyendo la cirugía cardiaca, que por aquel
entonces comenzaba en la India
por primera vez. Finalmente trabajé en cirugía con Urología como subdivisión. Y
después de ello, fueron lo suficientemente amables como para darme un
estipendio y enviarme como profesor visitante a la Universidad de Los
Angeles, en California (UCLA). De hecho, primero fui a Tokio, pero no me quedé
ahí porque no hablaba el idioma. Entonces fui a Los Angeles, y luego pasé por
muchos diferentes estados de América. Esto fue durante el 1956/57. Luego fui a
Inglaterra y a algunas áreas del Continente, como Dinamarca, Holanda, Suecia...
Prof. G.V.
¡Así que en
aquel entonces diste la vuelta al mundo!
Dr. B.
Si. Porque
estaba buscando técnicas de cirugía que fuesen practicables en la India. Porque no
todo lo que es practicable en Occidente es practicable en la India. Y aquello que es
aceptado por la gente, aquí no siempre se consigue. Y aquello que está
disponible aquí, no siempre es aceptado. E incluso cuando es aceptado, a veces
no se tiene acceso a ello debido al coste, o debido a las supersticiones, o
debido al miedo.
Muchos de
los procedimientos quirúrgicos mayores de los que se habla ahora,
procedimientos nuevos, procedimientos complicados, tampoco están disponibles
tan fácilmente en Occidente, no para todos. Pero le gente tiene acceso a ellos
debido a que en Occidente tienen este sistema de Seguros. Ahora también esto se
ha dificultado. Por lo que tengo entendido, las compañías de Seguros sólo pagan
un tanto del coste, el resto lo tiene que pagar el paciente. Así que se juntan
tantas cosas...
Prof. G.V.
Estuviste 30
años en Vellore. Con ello llegamos al año 1975…
Dr. B.
Si, en el
´75 me retiré. Entonces me fui a Bangalore, y allí comencé a trabajar otra vez,
en el Hospital de Santa Filomena. Tanto mi mujer como yo hemos pasado nuestra
vida entera en hospitales de la Misión Cristiana. Desde el año 1945 hasta el año
1991.
Prof. G.V.
¿Influenció
ello tu filosofía?
Dr. B.
Mucho.
Prof. G.V.
¿En qué
sentido?
Dr. B.
En cuanto al
cuidado al paciente. Creo que uno obtiene los mejores resultados si considera
que el paciente es, o bien un hermano, o cualquier familiar lejano de uno
mismo. Porque en el cuidado medico no pueden haber dos medidas. Ya sea que el
paciente es un mendigo o un rey, el cuidado que recibe ha de ser el mismo. Ya
sea que le saludes uniendo ambas manos a la altura del corazón, o que le
saludes dándole la mano, o de cualquier otra manera, pero el tratamiento medico
que recibe es el mismo. En estos hospitales yo vi este tipo de cuidados al paciente.
Las enfermeras en esos hospitales realmente trataban muy bien a los pacientes.
Prof. G.V.
¿Piensas que
era el espíritu de esos tiempos, o crees que era algo más?
Dr. B.
Creo que era
en gran medida el espíritu de la época. Porque yo he visitado esos hospitales
periódicamente. Y han habido ciertos cambios. En el hospital donde pasé todos
esos años del ´75 al ´91, el Sta. Filomena, las monjas continúan siendo igual.
Pero las enfermeras superiores, sabes, ellas estudian enfermería. Hoy día
todavía queda algo de ese tipo de cuidados atentos, pero está muy diluido. El
cuidado de los pacientes hoy día es altamente profesional.
Prof. G.V.
Este punto
que acabas de mencionar me lleva a hacerte una pregunta. Como sabrás, las
Ciencias Médicas han avanzado enormemente durante los últimos cincuenta años.
Para darte un ejemplo simple, me acuerdo que en los años 50 en la Física se usaba un
instrumento nuevo de investigación, la resonancia nuclear magnética. Luego se
empezó a usar en la
Química. Hoy día seria impensable usarla incluso en la Química. Y mientras la
sofisticación medica ha aumentado, la tecnología ha avanzado, los
procedimientos se han simplificado y son más bien seguros y absolutamente
garantizados etc., - algunas cosas parecen haberse deteriorado. Cómo alguien
mencionó recientemente, ya no tratas con una persona. Tratas con un número del
ordenador, y con un órgano.
Dr. B.
Es
totalmente cierto. Estoy de acuerdo contigo.
Prof. G.V.
¿Crees que
esto es una ventaja, o crees que es un deterioro, aparte de los costes y todo
eso?
Dr. B.
Pienso que
es un deterioro. Porque con toda esta sofisticación los costes han subido
mucho, y no están dentro de la capacidad de un gran número de Indios...
Prof. G.V.
Aparte de
eso. Cuando vas allí, no eres un ser humano. ¿Acaso no es cierto?
Dr. B.
Si, es
cierto.
Prof. G.V.
¿Crees que
esto afecta la recuperación del paciente?
Dr. B.
Si,
definitivamente la hace más lenta.
Prof. G.V.
¿Puedes
contarnos algo de tu propia experiencia, de cómo, con una tecnología inferior,
pero con más cuidado humano, los pacientes se recuperan mejor?
Dr. B.
Si el medico
le da la impresión a su paciente, de diferentes maneras, de que está interesado
en su recuperación, la recuperación es más rápida.
Prof. G.V.
Ya veo. ¿Es
esto un hecho indisputable?
Dr. B.
Es un hecho
indisputable. No hay duda alguna acerca de ello.
Prof. G.V.
¿Tienes
alguna experiencia personal de ello, de la que te acuerdes en este momento?
Dr. B.
Hace algunos
años vi a un paciente, un administrador, que venía con un “Dolor de cabeza.
Dolor, dolor, dolor todo el rato”. Esto fue en Bangalore, en el Sta. Filomena.
Y todas las pruebas que le hacíamos daban negativo, pero su dolor de cabeza
seguía empeorando. También aquí hemos tenido casos similares – ¡afortunadamente
aquí tenemos a Swami para decirnos cual es la causa! (se ríe)
Y aquel
hombre no mejoraba, da igual que medicinas le diéramos. Yo solía atenderle cada
día, pasar un rato hablando con el. Le expliqué la historia de Rockefeller.
Rockefeller también comenzó en un momento dado a sufrir de unos dolores de
cabeza que nada podía aliviar. ¡Finalmente le curó un psicólogo! También el
dolor de cabeza de este paciente desapareció. Sin apenas darle medicina alguna.
Solamente con Croxin, un analgésico muy suave, muy barato y totalmente
inofensivo.
Aquí, en el
Hospital General, también tuvimos otro hombre con un dolor de cabeza del cual
se quejaba continuamente. La
Dra. Hema Gopinath, que es quien le atendía, había llevado a
cabo todos los tests posibles, le había dado diferentes medicamentos, pero nada
funcionaba. También yo le examine, y no encontré razón alguna para ese dolor de
cabeza. Habíamos hecho todo tipo de tomografías y tests. Aún así, su hijo venía
a verme y consultarme una y otra vez en mi cuarto. Allí en el Hospital acabo mi
jornada medica a la tarde, y luego, al atardecer después del Darshan, ¡la
comienzo aquí! (se ríe)
(El doctor
suele atender a pacientes también en su casa, después de acabar la jornada en el hospital. N. del T.).
Le dije que
no había porqué preocuparse, ya que todo estaba bien, todos los tests, las
radiografías, la presión sanguínea, todo era normal. Finalmente me dije, le voy
a mandar a nuestro hospital en Whitefield. Le di una nota de introducción,
diciéndole al medico de allá que le hiciera las pruebas allí. Le hicieron todas
las pruebas y le dijeron que no tenía nada, y que no necesitaba medicina.
Este hombre
regresó al ashram, y me lo encontré y le dije, “Hola Señor, ¿Como está usted?”
El no me reconocía. Le dije, “¡Le atendí cada día en el Hospital de aquí!” Me
dijo que ya no tenía dolor alguno. Le pregunté si le habían dado alguna
medicina y me dijo que no. Se curó debido al interés que los médicos y las
enfermeras mostraron por él. Eso ayuda mucho en recuperarse del problema. En
todo lo que hagas, ya sea que estés llevando a cabo una operación o que le des
medicina a un paciente, lo que es importante es darle confianza.
Prof. G.V.
¿Es eso
reconocido por la profesión médica hoy día?
Dr. B.
Si...
Prof. G.V.
¿Pero no se
sigue en la práctica?
Dr. B.
Los médicos
se han convertido en parte de los tiempos de hoy. La profesión medica se ha
comercializado tanto - Por una parte, sabes, el medico puede ganar mucho
dinero. Y además a menudo puede escapar de los impuestos. Para qué el medico
quiere tanto dinero no lo sabe ni él mismo.
Es como una carrera competitiva ciega,
sabes. Lo
tiene todo, y aún así quiere continuar ganando más dinero.
Prof. G.V.
En el año
1991 viniste a este hospital aquí, en Puttaparthi.
Dr. B.
Si. Eso es otra
gran historia. He de explicar cómo llegué a Swami…
Prof. G.V.
¡Por
supuesto, eso es lo que queremos oír! ¡Tienes que explicarlo!
Dr. B.
Bien -yo no
era un ateo, ni tampoco un agnóstico. En el Hospital de Sta. Filomena y en el
Hospital de CMC, a veces, cuando mandaba a algunos pacientes a que se operaran,
algunos de ellos me decían, “Primero he de pedir permiso a mi Maestro
espiritual”. Yo les decía, “Hazlo, y dame la respuesta dentro del período de
una semana, porque no puedes malgastar el dinero así, pasando tanto tiempo en
una cama de hospital - y además es una cama que está ocupada”. Y como mínimo dos personas luego me han
enseñado un telegrama, uno de ellos que decía, “Adelante con la operación”,
firmado abajo: “Baba”. Y el otro telegrama decía “No hay necesidad de
operación. Baba”
Así que yo
hice exactamente lo que se me dijo, porque ellos tenían mucha fe. Porque soy de
la opinión que el cirujano solo puede cortar. Con todos los adelantos en la Medicina, la curación no
esta en sus manos. La curación es una línea directa entre el paciente y su
Dios. Toma por ejemplo que hago una incisión en el abdomen, y luego le doy
puntos. Hasta hoy no sabemos cómo sucede la curación. El perro tiene una
herida, se recuesta en medio de la suciedad y la herida sana. Por otro lado, en
el ser humano llevas a cabo una operación bien hecha, limpia, aséptica, y la
herida se infecta. No tienes control sobre ello. Así que estoy totalmente
convencido de que hay algún Poder Supremo que guía tu mano, o cómo lo quieras
llamar. Lo puedes expresar como quieras, le puedes dar el nombre que quieras.
Así pues -
yo nunca había visto a Baba, ni siquiera había visto Su imagen, porque no había
tenido ninguna oportunidad. Porque yo solía comenzar con mis rondas en el
hospital a las 5.30 h de la mañana. Aunque mi casa estaba dentro del recinto
del hospital, yo no tenía realmente una vida familiar como tal, porque llegaba
a casa a las 9 de la noche, tal vez invitaba a algún cirujano a cenar, y él se
quedaba a dormir ahí, mientras yo continuaba trabajando en el hospital. Mi
mujer un día me dijo, “Ya no invites a nadie más, porque tú no apareces por
casa, y yo soy la que me tengo que ocupar”. Más o menos por aquel entonces fue
cuando llegué al Sta. Filomena.
Esto fue en
la época en que el Hospital Victoria solo ocupaba a médicos honorarios. Un día
el Ministro de Salud me llamó y me dijo, “Tienes que desarrollar el
departamento de Urología en el Hospital Victoria”. Porque yo me había retirado
del CMC de Vellore tras haber desarrollado el departamento de Urología hasta
tal punto que era célebre en toda la India. Así que el Ministro de Salud quería que le
ayudara a desarrollar el departamento de Urología en el Hospital Victoria,
también. Pero la regla ahí era que no había pago. Solo médicos honorarios. Yo
no tenía coche y tenia que ir con transporte público desde Shantinagar, dónde
vivía, al Hospital Victoria. Trabajé ahí durante un año o dos, y al mismo
tiempo mandé mi solicitud de trabajo al Sta. Filomena, el cual no me admitió.
Mientras tanto, llegó el día en que habíamos desarrollado tanto el departamento
de Urología del Victoria, que finalmente fue reconocido a nivel nacional.
Entonces,
una noche, a medianoche, vi una ambulancia del Sta. Filomena estacionada frente
a mi casa, haciendo sonar la bocina incesantemente. Les abrí la puerta y me
dijeron, “Doctor, hay un hombre muy importante que ha sido admitido en el
hospital, tiene retención de orina. Nuestros urólogos han tratado de ponerle un
catéter pero no funciona. No podemos operarlo, tiene más de 80 años y no quiere
cirugía. Su familia no quiere”.
Resultó que
ese señor era el Maharaja de Cochin. ¡Eso resultó ser el dedo meñique de Dios,
trabajando! Fui y le puse el catéter sin problemas. Al cabo de una semana, me
llamaron y me preguntaron si quería trabajar allí. Yo les dije, “Previamente
les había enviado mi solicitud y no me quisieron. Si piensan que les voy a ser
de utilidad, estoy dispuesto a venir. Pero vendré sólo después de dar mis
clases en el Victoria”. Así que continué con el proyecto del Victoria hasta que
estuvo finalizado, y al mismo tiempo me uní al Sta. Filomena, en donde estuve
hasta el año 1991.
Un día,
mientras estaba operando en el Sta. Filomena, vino una monja y me dijo que tal
y tal medico del hospital de Whitefield ha venido y quiere decirte algo. Era un
medico del hospital de Swami, en Whitefield, que estuvo trabajando allí hasta
hace unos años, a quien yo por aquel entonces ya conocía. Me dijo, “Sathya Sai
Baba quiere verte”.
Prof. G.V.
¡Eso sí que
es inusual!
Dr. B.
En aquel
momento a mi no me agitó en lo más leve, porque yo nunca había visto a Swami.
Llegamos a Whitefield sobre las tres de la tarde, en su coche. Por aquel
entonces todavía estaba el famoso árbol debajo del cual Swami daba el Darshan ,
y detrás de ese árbol había una casa. Swami estaba ahí. Entré.
Prof. G.V.
¿En qué año
sucedió esto?
Dr. B.
Fue en el
1977 o 78. Me preguntó por mi bienestar, por ésto y por lo otro, y luego me
dijo: “¿Crees en el vibhuti?” (ceniza
sagrada).
Bien, como
te dije antes, no soy muy bueno dando respuestas, y no sabía que decir. Pero
dije lo primero que me vino a la mente: “Swami, depende de quién lo da”.
Entonces me dio vibhuti y me pidió que viera a un paciente.
El paciente era Hislop. Me dijo: “Ve y hazle
un reconocimiento, y luego dime cuales son tus planes”.
Prof. G.V.
¿Hislop
estaba en el Hospital General, en Whitefield?
Dr. B.
Si. Tenía
retención de orina, tenía el vientre muy hinchado, y alguien le había tratado
de poner un catéter. No lo lograron con uno de goma, y le pusieron uno de
metal, que dañó la próstata y sangraba mucho, así que le pusieron un tubo. Y
así le mandaron al Hospital General de Whitefield. Lo vi. En esos días, el
hospital tenía una sala dos veces igual que este cuarto, y Hislop era el único
paciente ahí, tumbado en una cama, en medio de la sala, y nadie que le
atendiera.
Así que ya
te puedes imaginar. Le pregunté: “¿Quién te esta cuidando?” Me dijo: “Swami me
está cuidando”.
“¿Quien va a
estar contigo, sobre todo durante la noche?”
“Swami
estará conmigo”.
A cualquier cosa que le decías, el respondía
de esta manera. Mira su fe, su entrega a Swami. Le examiné y encontré que había
cierto riesgo en operarle. Pero él me dijo: “Usted haga la operación, Swami
cuidará de mí”. ¡Ese hombre era realmente osado! Le preparamos para la
operación. Había otro devoto de Swami llamado Ramachandra, que trabajaba en el
Hospital Victoria como anestesista principal. El nos ayudó en la operación, al
igual que algunos otros médicos, incluyendo a la Dra. Rajeshwari,
que en aquellos entonces estaba a cargo del Hospital.
Después de
la operación, yo solía salir a las 5 de la mañana de mi casa en Shantinagar e
iba a Whitefield. Tardaba 47 minutos en llegar. Ahí examinaba su recuperación
post operativa y luego regresaba al Sta. Filomena a operar, daba las clases en
el Victoria y regresaba a casa de noche. Esa era la rutina diaria.
Esta fue mi
primera introducción a Swami.
Luego me mandó a
varios devotos, uno a uno. Me envió a la señora de J.R., que sufría de una
enfermedad muy seria. Ella no tenía justificación de estar con vida. Esas eran
las palabras que yo usaba. Había perdido todo su cabello, ¡mira cuánto tiene
ahora! Había perdido todo su cabello, tenía parches de sangre, las uñas rotas,
estaba anémica, tenía las piernas hinchadas. Era imposible creer que estabas
tratando con una persona que a iba vivir. Con la Gracia de Swami, por aquel
entonces yo había comenzado a tener una fe absoluta en que aquello que yo no
pueda hacer, lo hará Swami.
Así que vine a
ver a Swami, y le dije: “Swami, esta señora sufre de una condición llamada el
Fenómeno LE, lupus erythematosus, y desde mi punto de vista no hay mucho que se
pueda hacer”.
El me dijo: “Tu
haz lo que tú puedas hacer, yo haré lo que yo pueda hacer”, y me sacó de la
sala de entrevistas casi a empujones (se ríe). No podrás creerlo, pero esta
señora ahora está perfectamente bien.
Entonces vino
Sampatt con un cáncer de próstata. Tenía retención de orina, y su caso se había
complicado. Jogarao lo trajo aquí al hospital. Una vez más, con la Gracia de Swami, lo
operamos y todo salió bien.
Pero la parte
milagrosa, en su caso, es que le sacamos unas radiografías que mostraban que
estaba lleno de cáncer. Cáncer que originaba de la próstata. Ese cáncer se
extiende a través de la sangre. Hay una operación posible, aunque drástica, y
yo hablé con Sampatt acerca de esa posibilidad. Sampatt era un hombre muy
agradable, sabía cómo hacerte sentir bien, y así lo hizo conmigo, facilitándome
esa conversación. Al cabo de un mes, estaba absolutamente limpio de cáncer.
Finalmente murió por alguna otra razón, pero no de cáncer. Así que bien, estas
son algunas de estas experiencias.
Luego vino Raja
Reddy. Su madre tenía cáncer de vejiga. Ella solo aceptaba ser operada en el Hospital de Whitefield. La operación
nos llevó unas cuatro horas, y mis manos temblaban incesantemente. ¿Por qué?
¡Swami estaba ahí dentro, observando la operación por encima de mis hombros!
Prof.
G.V.
¿Swami estaba
ahí?
Dr.
B.
Las cuatro horas
de la operación. Dentro de la sala de operaciones.
Prof.
G.V.
¿Dentro de la
sala de operaciones, físicamente? Increíble – eso si que tiene que haber sido
una vivencia extraordinaria.
Dr.
B.
Así lo fue.
Cuando El se para delante tuyo, te olvidas de tu nombre, te olvidas de todo. Y
ahí estaba, y de repente te ponía alguna pregunta, ¿porque abrías el abdomen o
algún órgano. Así que tanto los otros dos médicos como yo estábamos muy
emocionados. ¡No creo que tampoco ellos hubieran tenido nunca a Swami
observándoles por encima de sus hombros al hacer una operación!
Prof.
G.V.
Eso fue algo
inusual, desde luego.
Dr.
B.
Y entonces, un
domingo fuimos a tener Darshan a Whitefield. Swami salió a dar el Darshan y
caminó hasta llegar a mí. Yo estaba sentado en la tercera o cuarta fila, y como
decías, cuando Swami se para delante tuyo, ¡tu pulso o se acelera o se detiene!
(se ríe)
Esto es lo que
me sucedió a mí. Entonces me dio vibhuti y siguió caminando. Cuando llegó al
lado de las mujeres, se acercó a mi esposa y le dijo: “Hoy vendré a su
casa”. A ella le había pasado lo mismo,
al acercársele Swami se quedó en blanco. Entonces la persona sentada a su lado
le dijo: “¡Swami va a ir a tu casa hoy a las tres y tu estás aquí sentada,
parpadeando! ¡Y ya son casi las diez!”
Nosotros no
sabíamos cómo recibir a Swami. Contactamos a uno o dos devotos, y corrimos como
locos tratando de tenerlo todo a punto, porque cuando Swami viene, hay mucho
que hacer...
Prof.
G.V.
¡Y uno se queda
paralizado!
Dr.
B.
Si. Vino a las
tres, acompañado de dos devotos, Srinivas y Radhakrishnan. Llegó y fue directo
a la planta de arriba. Habíamos construido recientemente una planta más, con
uno de esos préstamos del LIC. Habíamos preparado una silla para Swami tanto
arriba como abajo. Fue allí y se sentó. Antes de que viniera, yo le había
pedido permiso para invitar a algunas personas. Había oído decir que cuando
visita alguna casa no le gusta ver a otras personas allí más que a los miembros
de esa familia. Pero Shekar Rao, un cirujano cardíaco, era vecino mío, y había
otro cirujano cardíaco que también era mi vecino, y luego estaba
Narayanamurthi, el anestesista que solía darme anestesia en las operaciones que
hacía en el Sta. Filomena. Así que le pregunté a Swami: “¿Puedo invitar a
algunas personas?” Y El me dijo: “Invita a esos médicos”.
Así que subió a
la planta de arriba, y allí nos dio una charla acerca de la enfermedad
cardiaca. Dijo: “Voy a resumir las causas del corazón enfermo. Son tres: La
prisa, la preocupación y la dieta”. Y habló durante largo rato acerca de estos
temas.
Habíamos
invitado también a mi yerno, que vino con mi hija. Ella es microbióloga y
trabaja en Madras. Después de la charla preliminar, de que Swami hablara de las
enfermedades del corazón, de ésto y de lo otro, le llamó y le dijo: “¿Sabes que
todo lo que tienes en tu cuerpo le pertenece a tu madre? El cabello, la nariz,
los ojos, los huesos, la piel, todo es de tu madre. Nada de ello te pertenece a
ti. Así que tienes que tratarla con gentileza, y no te olvides, da igual en que
etapa esté la enfermedad que tiene, ella es tu madre”.
Más tarde
entendimos porqué Swami había dicho eso. Su madre tenía 74 años de edad, y cada
vez que entraba a la cocina o a cualquier otro lado, entraba con ella un olor
fuerte. Mi hija es licenciada en Medicina. Ella pensó que había olor a cáncer
en algún lugar. Entonces habló con su suegra y así descubrió que ésta tenía un
carcinoma masivo en el pecho, una úlcera abierta, con una costilla casi
expuesta. La llevó al Hospital Apolo, donde trabajaba como microbióloga jefe.
Allí la reconoció un oncólogo y dijo, “Está muy avanzado, lo único que podemos
hacer es darle quimioterapia. No se puede
operar”. Mi hija regresó a casa y le dijo a su esposo: “Ya se qué es lo
que le pasa a tu madre”.
Lo que sucedía
es que debido a la enfermedad, su madre nunca dormía bien. Así que a
medianoche, o a la una o las dos de la madrugada, solía pedirles un trozo de
pastel o algo para comer. ¿Pero dónde conseguirlo a esas horas? Así que su
marido previamente le había dicho a su madre: “Madre, sabes que es medianoche,
no hay donde comprarlo ahora. Más tarde, cuando se haga de día, te lo traeré”.
Creo que fue algo áspero con ella. Estaba medio dormido. A ésto es a lo que
Swami se refería, y le dijo: “Yo se qué es lo que tiene, este cáncer no lo
puedo curar, pero haré que ella viva con él”. Y materializó un shivalingam (un
símbolo de Dios) en el cual lucían diferentes colores, y les describió a los
médicos presentes lo que estos colores significaban. Dijo: “Cada tarde, sobre
las siete, baña este shivalingam en agua. Y dale esta agua a tu madre. Puede
ser que ella no lo acepte, pues ha sido criada como cristiana”, y entonces
también le dio vibhuti para que se lo diera. El así lo hizo. Su esposa se lo
recordaba cada día a las siete de la tarde, y luego, al cabo de un año, la
llevó al oncólogo. El oncólogo estaba muy enojado con mi hija, le dijo: “¿Por
qué no me contaste todo esto? ¡Le habría sacado una foto!” ¡Lo que había
sucedido es que allí donde había estado el cáncer había crecido piel normal! Y
en la víspera del 65 cumpleaños de Swami, recibí una llamada de mi yerno. Me
dijo: “Mi madre ha fallecido en paz, jugando con sus nietos”.
Tres meses más
tarde, Swami vino a nuestra casa por segunda vez. Esta vez lo que sucedió es que
durante un Darshan se acercó a mi y me dijo: “Voy a venir a tu casa. Llévame tú
en tu coche”. “¡No Swami!”, le dije. Porque por un lado, nunca he tenido un
coche hasta el día de mi jubilación, en el que me compré un coche de segunda
mano. Y era muy mal conductor. Y cuando mi mujer aprendió a conducir, ¡lo
primero que hizo fue chocar contra un controlador de tráfico! Así que dije,
“¡Swami, no voy a conducir!” Creo que fue Balram el que finalmente condujo, y
Swami vino acompañado de dos devotos.
Durante la
primera visita sucedió algo que nos muestra una de las facetas de Swami. Cuando
dijo que vendría a las tres, telefoneamos a Mangalore para hacer un pedido de
castañas de cajú, pues las castañas de cajú de allí son famosas. Las mandaron
con el autobús de la mañana, y las usamos para hacer uno de los platos. Después
de hablarnos, Swami bajó y fue directo a la cocina, (¡yo pensé que iba a ir
incluso al cuarto de baño y chequearlo todo!) Fue a la cocina y bendijo al
cocinero, que era cristiano, chequeó los platos que se habían preparado para
ese día, regresó y bendijo a todos los miembros de la familia. Entonces comenzó
a dirigirse a mi mujer como “profesor despistado”.
Pensábamos que
Swami solo estaba bromeando. Y luego llegó la hora de comer y comimos, y cuando
todo finalizó e hicimos el Arati
(ceremonia para finalizar, en la cual se enciende una llamita en
alcanfor), mi mujer se había olvidado de traer las cerillas. Swami materializó
unas cerillas de la nada. En ese momento yo pensé que Swami la había estado
llamando “profesor despistado” debido a que se olvidó de traer cerillas. Luego
nos dimos cuenta de que lo que había sucedido es que el plato que habíamos
preparado de las castañas de cajú, que Swami había visto en la cocina, ¡nunca
llegó a la mesa! Swami lo supo antes siquiera de que comenzáramos a comer.
Cuando Swami
vino por segunda vez a nuestra casa, otra vez se dirigió a ella llamándola
“profesor despistado”. Así es Swami. Por aquel entonces nuestra fe en Swami se
había visto confirmada muchas veces.
Mi esposa ha
pasado por tantas cosas que sería difícil para ti apuntarlas. Ha pasado por
cuatro cesáreas, luego por una histerectomía. Antes de las cesáreas, ella les
decía al personal de la sala de operaciones, “Llegaré a las nueve. Acabo mis
clases a las 8.45 h, y vendré al finalizarlas”. Daba clases en el Sta.
Filomena, y también en el CMC. La ginecóloga le dijo que hacer más de dos
cesáreas no era bueno. Pero ella pasó por cuatro. Antes de la anestesia, le
decía al medico, “Tú haz tu trabajo, yo me cuidaré de mí misma”. Porque al ser
una persona medica, sabía todo lo que puede ir mal en un parto normal, y
¡estaba llena de temores! Pasó por la histerectomía, tuvo dos ataques de
difteria, pasó por un ataque al corazón, es diabética, es hipertensa, ha tenido
dos ataques al hígado de ictericia...
Cuando era una
estudiante de medicina, ella y otra chica se fueron una tarde a dar un paseo,
cerca de Vellore. Comenzó a llover, así que se refugiaron en un viejo templo,
que tenía techo de piedra. El templo se desplomó sobre sus cabezas. Su
compañera murió aplastada, y ella se salvó con múltiples fracturas de cráneo,
múltiples fracturas del fémur, una cadera dislocada, y los huesos de ambas
manos y pies aplastados, por eso hoy día la ves caminando con bastón. Y después
de venir aquí, tuvo un ataque de la pierna fracturada, se le quedó paralizada.
Pero la recuperó, en gran medida. Y cada vez, Swami estaba con ella.
Esta segunda vez
que Swami vino a nuestra casa, dijo: “Estoy construyendo un hospital en Puttaparthi,
¿han oído acerca de ello?” Y habló una media hora más o menos acerca de lo que
este hospital iba a ser y todo eso, y entonces dijo: “Ustedes dos, vengan
conmigo”. Eso fue todo. Ni solicitud de trabajo ni nada, simplemente: “Vengan
conmigo”. Allí nos presentó diciendo: “Los he traído aquí Yo, a ambos”. No ha
habido ni un solo minuto desde entonces en que nos hayamos arrepentido.
Prof.
G.V.
¡Naturalmente,
quien se arrepentiría de venir a Swami! ¿Hay algún incidente en particular o,
dijéramos, notable, en el que vieras la mano de Swami curar a un paciente a
cargo tuyo?
Dr.
B.
Te he contado la
historia de la suegra de mi hija…
Prof.
G.V.
Pero ella no era
tu paciente. Me refiero a tu carrera de Hospital, incluso en el de aquí, si
quieres. Cuando estabas tratando a algún paciente al que en circunstancias
normales no habrías creído que sobreviviría, pero que por milagro de Dios, es
decir, de Swami, se curó. La gente describe estas historias muy a menudo. ¡Quisiera oír una historia auténtica de boca
de un medico!
Dr.
B.
Bien, profesor -
hay una cosa de la cual he hecho un hábito. Cuando comienzo a saber que
probablemente no voy a conseguir resultados, vengo a ver a Swami y se lo digo.
Le digo: “Swami, este paciente está en estas condiciones”. Y utilizo esta
expresión: “Swami, quiero que Tú te hagas cargo”. Yo he acabado, no hay nada
más que yo pueda hacer, le estoy transfiriendo el paciente a Swami.
¡Directamente!
Prof.
G.V.
¡Al Doctor de
doctores!
Dr.
B.
Hay una señora
llamada Subamma. Su madre tiene
hemorragias, y cada vez que sangra, viene y le damos transfusiones de
sangre. Le hemos hecho radiografías, la hemos mandado a Bangalore a hacer
diferentes pruebas, se le ha hecho cada test conocido, pero no sabemos dónde
sucede la hemorragia. De repente sangra cuando va de vientre, y los valores de
la hemoglobina, que normalmente son de 12 o 13, bajan a 3 o 4. Y entonces le
tenemos que dar diez o doce medidas de sangre. La hemos operado ya cinco veces,
y cada vez llegamos a un punto ciego. La última vez pensábamos que finalmente
sabíamos lo que sucedía, la operamos, pero no logramos encontrar la causa.
Teníamos ciertas sospechas, así que cortamos una parte del intestino, y las
hemorragias cesaron.
Pero cada año
comienzan de nuevo, y es admitida en el hospital. La han visto también otros
médicos, la ultima vez, un Dr. Nareshwar vino de Bangalore y la operó. La
operación duró 6 horas. Pero la hemorragia no ha cesado. La última vez que
cesó, cuando al 12avo día de la operación le dimos agua, la vomitó. Así que
surgieron más complicaciones.
Por ello le dije
a Swami: “Swami, ésto es lo que pasa, no podemos volver a operarla, ¿qué es lo
que he de hacer?”, le dije, “Hazte cargo Tu”. Créeme o no, profesor, ¡la mañana
siguiente comió un desayuno normal!
Si miro en
retrospectiva, muchas de las cosas que han sucedido en mi práctica profesional,
ahora las atribuyo a la Gracia
de Swami. Puede ser que no siempre lo haya sabido entonces, pero El obviamente
siempre nos ha conocido. Eso es lo importante tras todo esto.
Y aquí somos
felices cada minuto del día. Es por ello que Swami a veces me toma el pelo, me
dice: “¡También los domingos vas a las nueve!”, porque también los domingos voy
al hospital.
Toda mi vida he
creído que la mejor manera de servir a Dios es hacer el trabajo que se te ha
dado de manera sincera, al igual que lo harías para ti. Creo que ésta es una
profesión en donde uno no debe aplicar medidas diferentes. El príncipe y el
mendigo deben ser tratados de igual manera.
Prof.
G.V.
¿Ha fortalecido
tu experiencia tu fe en Dios?
Dr.
B.
Si. Porque he
comenzado a entender que yo sólo puedo hacer la incisión, el sanar está en
manos de Dios. Cuando hago un corte, lo he de hacer con sinceridad. Esto es lo
que les transmitía también a mis estudiantes.
Les decía: “Si
quieren obtener los mejores resultados en sus operaciones quirúrgicas, traten
al paciente como si fuese su padre. Y deben recordar que la próxima vez, puede
que sean ustedes los que estén en esa cama, en lugar del paciente. Si mantienen
estas dos cosas en mente, sus diagnósticos serán correctos.
Su juicio de la
situación entera será correcto. Tomen por ejemplo lo que se llama el
consentimiento informado, que en los Estados Unidos conlleva el decir “Puede
que te mueras”. Si le dices al paciente “Puede que te mueras” - ¡saldrá
corriendo! Su juicio les ha de decir cuanto decirle al paciente. Si le cobran
al paciente, él dirá cuanto cobrarle. Si se tratase de ti mismo, ¿cuánto
podrías pagar? Si fuese tu suegro, ¿cuánto podría pagar? Con simplemente recordar
estos dos puntos, tendrán todos los parámetros necesarios para que un paciente
se sane. Primero, traten al paciente como si fuese alguien de su familia. Y
luego, recuerden - la próxima vez puede que seas tú, quien ocupe su lugar en la
cama de hospital”.
Prof.
G.V.
¿Hay alguna
enseñanza de Swami que te haya influenciado en particular?
Dr.
B.
Yo no diría que
me ha influenciado ahora. Siempre ha estado conmigo, desde el principio. Y es
el que he sido entrenado en una profesión que se considera noble. Aunque Swami
dice: “Estos doctores no están trabajando, sentados aquí (en la veranda durante
el Darshan)”, ¡aun así, nos da un sitio especial para sentarnos!
Prof.
G.V.
(Se ríe)
¡Cierto!
Dr.
B.
(Se ríe) Así que
ése siendo el caso, yo no debo negar ayuda a ninguna persona que venga a mí con
alguna enfermedad o con dolor. Swami también me ha dicho: “Si un paciente viene
a ti, aquí, en este hospital, con una dolencia que tú no puedes tratar, porque
no tienes el entrenamiento o el equipo necesario, trae a quien quieras para
poder darle el tratamiento necesario, Yo pagaré su transporte, y el coste”.
Porque yo le
había dicho a Swami: “Swami ha dado tanto para construir este hospital y para
su equipamiento. Debiéramos minimizar el número de pacientes a los cuales no
damos tratamiento”.
Dentro de lo
posible, que nadie sea rechazado. Porque vienen con mucha fe. Y también les
dije a mis chicos: “No estén bajo la impresión de que vienen a ser operados por
ustedes. Vienen a ser operados por Swami. Accidentalmente, ustedes están aquí.
Así que si las cosas van bien, no tomen el crédito de ello. Pero si hay algo
que va mal, mejor que hagan un poco de introspección: ¿Dónde fallé?”
Esta es la
enseñanza de Swami que me ha acompañados siempre. El no negarle ayuda a una
persona que viene con una dolencia dentro del entrenamiento profesional que he
recibido. Así que si yo no puedo darle tratamiento, haré que mi amigo se lo dé,
o llamaré a alguien que haya recibido el entrenamiento necesario. O sino, le
mandaré al CMC o al Sta. Filomena con una carta de introducción diciendo, “No
le cobren”. Allí se han portado muy bien conmigo. Simplemente con una llamada
telefónica, y siempre han venido, piensan que es una oportunidad que se les ha
dado para servir a este servidor. Y para servir a los pacientes que vienen
aquí, porque no hay limite a la pobreza de algunos de los pacientes que vienen.
Prof.
G.V.
No hay ningún
lugar sobre la tierra donde puedan obtener este tratamiento, aparte de aquí.
Dr.
B.
Ningún lugar
sobre la tierra. El Sr. Nobel me dijo: “He visitado incontables hospitales de
caridad, el mayor de ellos está en Suiza. Pero el tratamiento de alta
tecnología siempre es cobrado”. Aquí el tratamiento de alta tecnología es dado
libre de coste para el paciente. Así que es realmente el único hospital en el
mundo donde pueden recibir este tratamiento.
Prof.
G.V.
Esto me lleva a
hacerte una pregunta que creo que estas altamente cualificado para responder.
Hay algunos hospitales que dicen, les cobraremos a los ricos pero no a los
pobres. ¿Crees en esta doble política de precios?
Dr.
B.
No. Eso es algo
muy difícil, sabes. Porque durante mi servicio en el Sta. Filomena, tenía una
clínica donde se cobrara muy poco por la consulta. Y de repente sentí que
algunas de las personas que venían a la consulta eran muy, muy pobres. Así que
hablé con las monjas y les dije, “¿Tienen alguna objeción si a algunos de los
pacientes no les cobro ni siquiera lo poco que estamos cobrando?” Ellas me
dijeron: “De acuerdo. E infórmanos a quien no cobras, de manera que tampoco le
cobremos mucho por la operación y la cama”. Redujeron también los costes de la
estancia en el hospital. Entonces me encontré con que se formaban colas
larguísimas. Si comenzaba a atender en esa clínica a las cuatro de la tarde,
solía acabar a las diez de la noche. Pensé que había algo que estaba mal. Así
que lo investigué. Ellos tenían que dar un recibo, y recibíamos muy pocos
recibos, pero las colas eran muy largas. Me di cuenta de que muchos de ellos
venían en sus propias motos o coches. Y luego se ponían en la cola para recibir
tratamiento libre de coste. Lo que sucedía era que el secretario solía recibir
el dinero y les ponía en esta cola. Ese día perdí la fe en todo esto.
Y ese fue mi
gran Día. Porque al día siguiente Swami visitó mi casa y dijo: “Vengan”.
Yo quería
trabajar en un lugar donde no tenía que decirle a nadie:
“Tienes que
pagar tanto y tanto”.
Prof.
G.V.
Si. Aquí a todos
se les trata de igual manera. Eso es lo que Swami enseña.
SAIRAM
Cortesía
de Radio Sai Armonía Global
(paginas web: radiosai.org y h2hsai.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario