UN CURSO DE MILAGROS
1. El perdón es el medio que nos lleva a Dios y que nos permite alcanzarle, mas es algo ajeno a Él. Es imposible concebir que algo creado por Él pueda necesitar perdón. El perdón, entonces, es una ilusión, pero debido a su propósito, que es el del Espíritu Santo, hay algo en ella que hace que sea diferente. A diferencia de las demás ilusiones, nos aleja del error en vez de acercarnos a él.
2. Al perdón podría considerársele una clase de ficción feliz: una manera en la que los que no saben pueden salvar la brecha entre su percepción y la verdad. No pueden pasar directamente de la percepción al conocimiento porque no creen que ésa sea su voluntad. Esto hace que Dios parezca ser un enemigo en lugar de lo que realmente es. Y es precisamente esta percepción demente la que hace que no estén dispuestos a simplemente ascender y retornar a Él en paz.
3. Y de este modo, necesitan una ilusión de ayuda porque se encuentran desvalidos; un Pensamiento de paz porque están en conflicto. Dios sabe lo que Su Hijo necesita antes de que él se lo pida. Dios no se ocupa en absoluto de la forma, pero al haber otorgado el contenido, Su Voluntad es que se comprenda. Y eso basta. Las formas se adaptan a las necesidades, pero el contenido es inmutable, tan eterno como su Creador.
4. Antes de que el recuerdo de Dios pueda retornar es necesario ver la faz de Cristo. La razón es obvia. Para ver la faz de Cristo se requiere percepción. El conocimiento no es algo que se pueda ver. Pero la faz de Cristo es el gran símbolo del perdón. Es la salvación. Es el símbolo del mundo real. El que la ve, deja de ver el mundo. Está tan cerca ya del umbral del Cielo como es posible estar mientras aún esté afuera. Mas desde ahí, un paso más basta para entrar. Es el paso final. Y ése se lo dejamos a Dios.
5. El perdón es un símbolo también, pero en cuanto que símbolo exclusivo de la Voluntad del Padre, no puede ser dividido. Y así, la Unidad que refleja se convierte en Su Voluntad. Es lo único que aún está en el mundo en parte, y que, al mismo tiempo es el puente que conduce al Cielo.
6. La Voluntad de Dios es lo único que existe. Lo único que podemos hacer es pasar de la nada al todo; del infierno al Cielo. ¿Es esto una jornada? No, en verdad no lo es, pues la verdad no va a ninguna parte. Pero las ilusiones cambian según el lugar o la época. El paso final no es más que otro cambio. Por ser una percepción, es en parte irreal. Sin embargo, esa parte desaparecerá. Lo que entonces quedará será la paz eterna y la Voluntad de Dios.
7. Ahora ya no hay deseos, pues los deseos cambian. Incluso lo que una vez se deseó puede volverse indeseable. Esto es así porque el ego jamás puede estar en paz. Pero la Voluntad es constante, por ser el don de Dios. Y lo que Él da es siempre como Él Mismo. Este es el propósito de la faz de Cristo. Es el regalo de Dios para la salvación de Su Hijo. Contempla únicamente esto y habrás sido perdonado.
8. ¡Cuán hermoso se vuelve el mundo en ese instante en el que ves la verdad acerca de ti mismo reflejada en él! Ahora estás libre de pecado y contemplas tu impecabilidad. Ahora eres santo y así lo percibes. Y ahora la mente retorna a su Creador: la unión de Padre e Hijo; la Unidad de unidades que se encuentra detrás de toda unión, aunque más allá de todas ellas. No se ve a Dios, sino que únicamente se le comprende. No se ataca a Su Hijo, sino que se le reconoce.
2. Al perdón podría considerársele una clase de ficción feliz: una manera en la que los que no saben pueden salvar la brecha entre su percepción y la verdad. No pueden pasar directamente de la percepción al conocimiento porque no creen que ésa sea su voluntad. Esto hace que Dios parezca ser un enemigo en lugar de lo que realmente es. Y es precisamente esta percepción demente la que hace que no estén dispuestos a simplemente ascender y retornar a Él en paz.
3. Y de este modo, necesitan una ilusión de ayuda porque se encuentran desvalidos; un Pensamiento de paz porque están en conflicto. Dios sabe lo que Su Hijo necesita antes de que él se lo pida. Dios no se ocupa en absoluto de la forma, pero al haber otorgado el contenido, Su Voluntad es que se comprenda. Y eso basta. Las formas se adaptan a las necesidades, pero el contenido es inmutable, tan eterno como su Creador.
4. Antes de que el recuerdo de Dios pueda retornar es necesario ver la faz de Cristo. La razón es obvia. Para ver la faz de Cristo se requiere percepción. El conocimiento no es algo que se pueda ver. Pero la faz de Cristo es el gran símbolo del perdón. Es la salvación. Es el símbolo del mundo real. El que la ve, deja de ver el mundo. Está tan cerca ya del umbral del Cielo como es posible estar mientras aún esté afuera. Mas desde ahí, un paso más basta para entrar. Es el paso final. Y ése se lo dejamos a Dios.
5. El perdón es un símbolo también, pero en cuanto que símbolo exclusivo de la Voluntad del Padre, no puede ser dividido. Y así, la Unidad que refleja se convierte en Su Voluntad. Es lo único que aún está en el mundo en parte, y que, al mismo tiempo es el puente que conduce al Cielo.
6. La Voluntad de Dios es lo único que existe. Lo único que podemos hacer es pasar de la nada al todo; del infierno al Cielo. ¿Es esto una jornada? No, en verdad no lo es, pues la verdad no va a ninguna parte. Pero las ilusiones cambian según el lugar o la época. El paso final no es más que otro cambio. Por ser una percepción, es en parte irreal. Sin embargo, esa parte desaparecerá. Lo que entonces quedará será la paz eterna y la Voluntad de Dios.
7. Ahora ya no hay deseos, pues los deseos cambian. Incluso lo que una vez se deseó puede volverse indeseable. Esto es así porque el ego jamás puede estar en paz. Pero la Voluntad es constante, por ser el don de Dios. Y lo que Él da es siempre como Él Mismo. Este es el propósito de la faz de Cristo. Es el regalo de Dios para la salvación de Su Hijo. Contempla únicamente esto y habrás sido perdonado.
8. ¡Cuán hermoso se vuelve el mundo en ese instante en el que ves la verdad acerca de ti mismo reflejada en él! Ahora estás libre de pecado y contemplas tu impecabilidad. Ahora eres santo y así lo percibes. Y ahora la mente retorna a su Creador: la unión de Padre e Hijo; la Unidad de unidades que se encuentra detrás de toda unión, aunque más allá de todas ellas. No se ve a Dios, sino que únicamente se le comprende. No se ataca a Su Hijo, sino que se le reconoce.
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