POR MAX HEINDEL PARTE I
Una vez más en el curso del año estamos en vísperas de Navidad. La opinión que cada uno de nosotros se forma de esta festividad es diferente a la de todos los demás. Para el devoto religioso es una fecha santificada, consagrada y llena de misterio, pero no menos sublime porque no la comprenda. Para el ateo es una torpe superstición. Para el mero intelectual es un enigma, puesto que estáfuera de la razón.
En las iglesias se enseña como, en esta noche, la más santa del año, nuestro Señor y Salvador, inmaculadamente concebido, nació de una virgen. No se da ninguna otra explicación y el asunto se deja al asentimiento o rechazo del oyente, de acuerdo con su temperamento. Si la mente y la razón dominan en él, con exclusión de la fe, si nada puede creer de aquello que no puede ser demostrado a sus sentidos en un instante determinado, se ve forzado a rechazar el relato como absurdo y fuera de consonancia con las diferentes inmutables leyes de la Naturaleza.
Se han dado diversas explicaciones para satisfacer la imaginación, especialmente de naturaleza astronómica. Se ha demostrado por ellas cómo, en la noche del 24 al 25 de diciembre, el Sol comienza su ruta del Sur al Norte. Él es la “Luz del Mundo”. El frío y el hambre exterminarían inevitablemente a la raza humana si el Sol permaneciese constantemente en el Sur. No es de extrañar, pues, que sea una causa de alegría cuando comienza su jornada hacia el Norte.
Se le aclama entonces como el “salvador”, pues viene para “salvar al mundo”, para darle el “pan de la vida”, toda vez que él hace madurar el grano y la uva. De este modo “da su vida sobre la cruz (al cruzar el ecuador) en el equinoccio de primavera”, comenzando entonces su ascensión al cielo boreal. En la noche en que principia su viaje al Norte el signo zodiacal Virgo, la virgen celestial, la “Reina de los Cielos”, está en el horizonte oriental a medianoche, y es, por consiguiente, astrológicamente hablando, su “signo saliente”. Así, pues, “nace de una virgen”, sin otro intermediario y, por lo tanto, “inmaculadamente concebido”.
Esta explicación puede satisfacer la mente acerca del origen de la supuesta superstición, pero la voz “achacosa” que se encierra en el corazón de todo escéptico, se dé o no se dé cuenta él de este hecho, permanecerá allá dentro hasta obtener la iluminación espiritual que le proporcionará una explicación que sea aceptable por su corazón y por su mente. Arrojar esta luz sobre este sublime
misterio será el objetivo que nos guiará en las siguientes entradas.
Navidad es ciertamente “un día santo”. Permítasenos que demos como válida la interpretación astronómica bajo su punto de vista, así como lo que sigue lo consideraremos también como verdad al contemplar el misterio del nacimiento desde otro ángulo. El Sol nace, año tras año, en la noche más oscura. Los Cristos Salvadores del mundo nacen igualmente cuando la oscuridad espiritual del género humano es más profunda. Un tercer aspecto existe, y de suprema importancia, es decir, que no es una suposición gratuita de Pablo cuando dice aquello de “Cristo formado en vosotros”. Es un hecho sublime que todos somos Cristos en formación y cuanto más pronto nos convenzamos de que podemos cultivar a Cristo en nuestro interior antes que de podamos percibirle externamente, tanto más apresuraremos el día de nuestra iluminación espiritual. A este respecto citaremos nuevamente nuestro aforismo favorito de Ángel Silesius, cuya sublime percepción espiritual le hizo decir:
En las iglesias se enseña como, en esta noche, la más santa del año, nuestro Señor y Salvador, inmaculadamente concebido, nació de una virgen. No se da ninguna otra explicación y el asunto se deja al asentimiento o rechazo del oyente, de acuerdo con su temperamento. Si la mente y la razón dominan en él, con exclusión de la fe, si nada puede creer de aquello que no puede ser demostrado a sus sentidos en un instante determinado, se ve forzado a rechazar el relato como absurdo y fuera de consonancia con las diferentes inmutables leyes de la Naturaleza.
Se han dado diversas explicaciones para satisfacer la imaginación, especialmente de naturaleza astronómica. Se ha demostrado por ellas cómo, en la noche del 24 al 25 de diciembre, el Sol comienza su ruta del Sur al Norte. Él es la “Luz del Mundo”. El frío y el hambre exterminarían inevitablemente a la raza humana si el Sol permaneciese constantemente en el Sur. No es de extrañar, pues, que sea una causa de alegría cuando comienza su jornada hacia el Norte.
Se le aclama entonces como el “salvador”, pues viene para “salvar al mundo”, para darle el “pan de la vida”, toda vez que él hace madurar el grano y la uva. De este modo “da su vida sobre la cruz (al cruzar el ecuador) en el equinoccio de primavera”, comenzando entonces su ascensión al cielo boreal. En la noche en que principia su viaje al Norte el signo zodiacal Virgo, la virgen celestial, la “Reina de los Cielos”, está en el horizonte oriental a medianoche, y es, por consiguiente, astrológicamente hablando, su “signo saliente”. Así, pues, “nace de una virgen”, sin otro intermediario y, por lo tanto, “inmaculadamente concebido”.
Esta explicación puede satisfacer la mente acerca del origen de la supuesta superstición, pero la voz “achacosa” que se encierra en el corazón de todo escéptico, se dé o no se dé cuenta él de este hecho, permanecerá allá dentro hasta obtener la iluminación espiritual que le proporcionará una explicación que sea aceptable por su corazón y por su mente. Arrojar esta luz sobre este sublime
misterio será el objetivo que nos guiará en las siguientes entradas.
Navidad es ciertamente “un día santo”. Permítasenos que demos como válida la interpretación astronómica bajo su punto de vista, así como lo que sigue lo consideraremos también como verdad al contemplar el misterio del nacimiento desde otro ángulo. El Sol nace, año tras año, en la noche más oscura. Los Cristos Salvadores del mundo nacen igualmente cuando la oscuridad espiritual del género humano es más profunda. Un tercer aspecto existe, y de suprema importancia, es decir, que no es una suposición gratuita de Pablo cuando dice aquello de “Cristo formado en vosotros”. Es un hecho sublime que todos somos Cristos en formación y cuanto más pronto nos convenzamos de que podemos cultivar a Cristo en nuestro interior antes que de podamos percibirle externamente, tanto más apresuraremos el día de nuestra iluminación espiritual. A este respecto citaremos nuevamente nuestro aforismo favorito de Ángel Silesius, cuya sublime percepción espiritual le hizo decir:
“Aunque Cristo nazca en Belén mil veces,
y no dentro de ti, tu alma se verá desamparada.
Es en vano que mires a la Cruz del Gólgota,
si en tu propio interior no se levanta”.
y no dentro de ti, tu alma se verá desamparada.
Es en vano que mires a la Cruz del Gólgota,
si en tu propio interior no se levanta”.
En el Solsticio de Verano, en junio, la Tierra está en su mayor apartamiento del Sol, pero los rayos solares la hieren casi en ángulos rectos con relación a sus ejes, en el hemisferio boreal, de donde se deriva el alto grado de actividad física resultante; entonces las radiaciones espirituales del Sol son oblicuas para esta parte de la Tierra y son tan débiles como los rayos físicos cuando son oblicuos.
En el Solsticio de Invierno, por otra parte, es cuando la Tierra está más próxima al Sol. Los rayos espirituales llegan entonces a la superficie de la Tierra en ángulos rectos, en el hemisferio nórdico, estimulando la espiritualidad, mientras que las actividades físicas permanecen adormecidas a causa del ángulo oblicuo que forman los rayos solares al batir sobre la Tierra. Debido a este principio, las actividades físicas están en su reflujo mayor y las fuerzas espirituales en su flujo superior en la noche del 24 al 25 de diciembre, por lo que ésta es “la noche más santa del año”. Por otra parte el verano es el tiempo del esparcimiento de los duendes y trasgos y demás entidades semejantes a quienes están encomendado el desarrollo material de nuestro planeta, como lo ha demostrado Shakespeare en su “Sueño de una noche de verano”. Si nadamos a favor de la corriente, cuanto más fuerte sea ésta cubriremos una mayor distancia con menos esfuerzos de que cualquier otra manera. Es, por lo tanto, de capital importancia para el estudiante esotérico saber y comprender lo que tienen de particularmente favorables las condiciones que prevalecen por la Pascua de Navidad. Sigamos la exhortación de Pablo, en su capítulo II a los hebreos, y arrojemos lejos de nosotros la carga inútil como hacen los que quieren
emprender una carrera. Hay que machacar mientras está caliente el hierro; y por lo tanto, dediquemos especialmente todas nuestras energías en estos días al progreso espiritual para que podamos recoger una gran recompensa como no la recogeríamos en ninguna otra época del año. Tengamos igualmente presente que el propio avance no ha de ser nuestro objetivo primordial. Somos discípulos de Cristo y si aspiramos a que se nos distinga, recordemos que Él dijo: “Dejad que el que sea más grande entre vosotros, sea el sirviente de todos”. Existe mucho dolor y mucho sufrimiento a nuestro alrededor; incontables son los corazones que sufren calladamente muy cerca de nosotros; busquémoslos uno a uno de la manera oportuna, pues en ningún momento del año serán más eficaces nuestras insinuaciones que en tales días. Esforcémonos en llevarles un destello del Sol a sus vidas y de este modo recogeremos sus bendiciones y las de nuestros Hermanos Mayores. Las vibraciones que resulten de ello, propulsarán nuestro desarrollo espiritual de una manera difícil de conseguir por otros procedimientos.
En el Solsticio de Invierno, por otra parte, es cuando la Tierra está más próxima al Sol. Los rayos espirituales llegan entonces a la superficie de la Tierra en ángulos rectos, en el hemisferio nórdico, estimulando la espiritualidad, mientras que las actividades físicas permanecen adormecidas a causa del ángulo oblicuo que forman los rayos solares al batir sobre la Tierra. Debido a este principio, las actividades físicas están en su reflujo mayor y las fuerzas espirituales en su flujo superior en la noche del 24 al 25 de diciembre, por lo que ésta es “la noche más santa del año”. Por otra parte el verano es el tiempo del esparcimiento de los duendes y trasgos y demás entidades semejantes a quienes están encomendado el desarrollo material de nuestro planeta, como lo ha demostrado Shakespeare en su “Sueño de una noche de verano”. Si nadamos a favor de la corriente, cuanto más fuerte sea ésta cubriremos una mayor distancia con menos esfuerzos de que cualquier otra manera. Es, por lo tanto, de capital importancia para el estudiante esotérico saber y comprender lo que tienen de particularmente favorables las condiciones que prevalecen por la Pascua de Navidad. Sigamos la exhortación de Pablo, en su capítulo II a los hebreos, y arrojemos lejos de nosotros la carga inútil como hacen los que quieren
emprender una carrera. Hay que machacar mientras está caliente el hierro; y por lo tanto, dediquemos especialmente todas nuestras energías en estos días al progreso espiritual para que podamos recoger una gran recompensa como no la recogeríamos en ninguna otra época del año. Tengamos igualmente presente que el propio avance no ha de ser nuestro objetivo primordial. Somos discípulos de Cristo y si aspiramos a que se nos distinga, recordemos que Él dijo: “Dejad que el que sea más grande entre vosotros, sea el sirviente de todos”. Existe mucho dolor y mucho sufrimiento a nuestro alrededor; incontables son los corazones que sufren calladamente muy cerca de nosotros; busquémoslos uno a uno de la manera oportuna, pues en ningún momento del año serán más eficaces nuestras insinuaciones que en tales días. Esforcémonos en llevarles un destello del Sol a sus vidas y de este modo recogeremos sus bendiciones y las de nuestros Hermanos Mayores. Las vibraciones que resulten de ello, propulsarán nuestro desarrollo espiritual de una manera difícil de conseguir por otros procedimientos.
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