Unique Ugadi Greetings from Prasanthi Nilayam!
Radiosai exclusive Live shots of the Ugadi Celebration (Evening
Program: Music Presentation by Kalaimamani Sri OS Arun and group) direct
from Sai Kulwant Hall – 31st March 2014
lunes, 31 de marzo de 2014
U G A D I 2014 EN PRASHANTI NILAYAM ( Programa matinal - Fotos y Video )
Auspicious Ugadi Greetings from Prasanthi Nilayam!
Radiosai exclusive Live shots of the Ugadi Celebration (Morning Program) direct from Sai Kulwant Hall – 31st March 2014
Radiosai exclusive Live shots of the Ugadi Celebration (Morning Program) direct from Sai Kulwant Hall – 31st March 2014
sábado, 29 de marzo de 2014
REMOVIENDO DEFECTOS DEL CARÁCTER
( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 9 )
Deberán esquivar los difíciles obstáculos en la senda de la meditación, a
saber: el enojo, el orgullo, la presunción, la tendencia a encontrar
faltas en los demás, la malicia, etc. Estos operan incluso a nivel
subconsciente, como las corrientes en las profundidades del océano.
El aspirante espiritual deberá cuidarse de no enojarse nunca, por ningún
motivo, pues eso impedirá su progreso. Deberá cultivar amor hacia
todos, y humildad. Así se podrá despojar de los hábitos indeseables,
puesto que el enojo es la madre de toda conducta errónea. El enojo puede
hacer caer a cualquier persona en los malos hábitos, en cualquier
momento y de cualquier forma. Así que, ante todo, debe ser sublimado al
principio mediante un esfuerzo sistemático.
El aspirante espiritual debe aceptar gustosamente la denuncia de sus
defectos por parte de quien sea; deberá verdaderamente sentirse
agradecido hacia aquéllos que se los señalen. Jamás deberá albergar odio
contra ellos, pues eso es tan malo como odiar lo "bueno". Lo "bueno" ha
de ser amado y lo "malo" descartado. No olviden: lo "malo" no debe ser
odiado. Debe ser desechado, evitado. Sólo tales personas lograrán su
progreso en,la meditación y sabiduría espiritual.
La presunción, la envidia, la exhibición rajásica de la superioridad de
uno, el enojo, el ansia de informarse sobre las debilidades de los otros
y sus fallas, el engaño; todos éstos son obstáculos en la senda de la
meditación. Aun cuando no sean abiertamente mostrados, los impulsos
interiores que nos empujan en esas malas direcciones están latentes en
la mente.
De la misma manera que cuando abrimos un cuarto que se ha mantenido
cerrado durante mucho tiempo, lo encontramos lleno de polvo y oliendo
mal, y después de ventilarlo y limpiarlo se vuelve nuevamente habitable,
así la mente debe ser limpiada con meditación. El aspirante espiritual
deberá, mediante la autoobservación intensa, examinar su mente, su
contenido y su estado. Mediante los apropiados hábitos disciplinarios
deberá eliminar, poco a poco, sistemáticamente, la suciedad acumulada.
La presunción, por ejemplo, tiene raíces profundas y es inconmovible. En
la mente rajásica (inquieta) echa múltiples ramas en todas direcciones y
se extiende por doquier. Podrá aparecer seca y durmiente durante algún
tiempo, pero brotará fácilmente de nuevo. Tan pronto como surge una
oportunidad para que se muestre, alzará la cabeza y se quitará la
máscara. De modo que el aspirante espiritual debe mantenerse siempre
vigilante.
En lo que se refiere al enojo, el aspirante espiritual ha de vigilar
hasta los asuntos más insignificantes que lo puedan provocar, porque si
se descuida no podrá lograr ni el menor progreso. Tales personas deben
cultivar un espíritu humilde y amoroso. Entonces desaparecerán los
rasgos negativos del carácter. Algunos aspirantes espirituales se llenan
de enojo cuando alguien descubre y les hace saber los defectos que
poseen, lo cual empeora la situación.
El aspirante espiritual siempre debe tener visión interna; si permite
que su mente vague hacia el exterior no podrá identificar sus propias
faltas. El orgullo impide la visión interna y causa confusión cuando uno
trata de examinar su mente. Si el aspirante espiritual desea alcanzar
el éxito, debe inclinarse ante aquéllos que le señalen sus fallas. Esa
es la manera de progresar ágil y velozmente en el camino de la
meditación. El aspirante espiritual deberá esforzarse para no dar ya más
cabida a sus fallas.
Es una tarea difícil el deshacerse del orgullo y el amor propio pues
¡cada uno de ustedes ha venido formando su presente vida desde antes del
principio del tiempo! Cada uno ha estado permitiendo a la mente que
fluya en la dirección que le plazca desde tiempo inmemorial. Así que es
muy difícil ahora cambiarla de su ruta acostumbrada y encaminar sus
pasos en otra dirección.
El individuo que se encuentra lleno de orgullo se complace en ejercer
autoridad sobre los otros. No estará de acuerdo con los demás en que
ésta es una manera de "esclavizarse" porque los argumentos de los otros
no son los suyos. Ve todo a través de anteojos empañados por el humo del
egoísmo y el amor propio. "Mis palabras son verdad", "mi opinión es la
correcta", "mis acciones son buenas"... Así piensa y así pasa sus días.
Tal comportamiento es muy perjudicial para los aspirantes espirituales.
El aspirante espiritual debe estar deseoso de que se le hagan críticas
positivas, o se le den sugestiones y consejos, vengan de donde vengan.
Además, el aspirante espiritual (sadhaka) deberá minimizar toda
discusión y argumentación, pues éstas fomentan un espíritu de
competencia y le conducen a uno a emprender represalias coléricas y
peleas vengativas. No se esfuercen por ganarse la estima del mundo. No
se sientan humillados o furiosos cuando el mundo no les reconozca sus
méritos. Aprendan esto primero y ante todo, si es que aspiran al
progreso espiritual. No deben ponerse contentos cuando se les alaba;
allí yace una trampa mortal que puede hasta llegar a hacerles perder el
camino, poniendo en peligro su adelanto.
Así que deberán reformar sus características y hábitos mentales.
Cultiven el hábito de jamás causar dolor a los demás. Traten de
comprender a los otros y de compadecerlos; traten de hacer cosas que los
ayuden. Entrénense para recibir los insultos y críticas como
"condecoraciones" que se les otorgan. Esfuércense bastante para ser
amistosos con todo el mundo, sea cual sea la naturaleza o conducta de la
gente. Para progresar en la concentración y en la meditación se
requiere de un sentimiento de alegría, aunque muchas cosas los privan a
ustedes de una atmósfera de alegría. Así que deben orar con sinceridad, a
fin de poder liberarse de todo obstáculo. La recitación o repetición de
mantras (fórmula mística de gran poder) será de gran ayuda.
En la tercer era de la humanidad (Dwapara-yuga) Krishna dijo :
"Cuando empiecen a fijar sus pensamientos en Mí, todo pensamiento que los intranquilice y agite será calmado por mi gracia".
Mathchiththah sarva dhurgani mathprasaadhaath tharishyathi.
La disciplina de la meditación debe ser seguida rigurosamente. De hecho,
la meditación significa "disciplina". Disciplina, regularidad, Firmeza.
Estas son las bases esenciales de la meditación. Si el aspirante
espiritual mantiene estas cosas en la mente, podrá obtener rápidos
resultados. La meditación es una cura excelente para la enfermedad del
ciclo de nacimientos y muertes. Junto con ella también se debe tomar
otra medicina; su nombre es el contento. Si en la mente hay contento,
uno vive en el regocijo de un festival interminable. La codicia hace
vacilar a la mente; es un fuego que todo lo consume y que destroza lenta
y seguramente al hombre.
El camino real hacia la meditación es el contento. Así como un viajero
que ha transitado bajo el sol quemante muchas leguas se siente
refrescado cuando toma un baño en las aguas límpidas de un lago fresco y
sombreado, así también el individuo infeliz que se debate en el fuego
ardiente de los deseos se siente feliz y aliviado cuando se baña en el
lago del contento.
A las puertas de la liberación y la autorrealización están situados
varios guardias para pedirles sus credenciales. Son el equilibrio
mental, la alegría, el contento, la paz interior, la indagación, el
discernimiento, etc. Si tan sólo se hace amistad con uno de los
guardias, los otros facilitarán su entrada. El primero de la serie es la
felicidad. Si se ganan a la felicidad, el contento será de ustedes. Y
el contento es la fuente más preciada de felicidad y la posesión más
valiosa. Es tanto como un imperio.
Sin el contento, los deseos y la codicia alcanzan proporciones
peligrosas y obnubilan inclusive el poder del discernimiento. El deseo
se convierte con facilidad en codicia, y la codicia degenera en avaricia
y lujuria. Esos impulsos obligan al hombre a correr de objeto en objeto
en una loca persecución de los goces sensuales pasajeros. ¿Cómo pueden
tales hombres desarrollar la facultad de concentración? Y sin la
capacidad para concentrarse, ¿cómo pueden emprender la meditación? Y sin
la meditación, nadie alcanzará el Principio Divino.
Aconséjenle a la mente: "¡Oh mente que fluyes tan velozmente en tantas
direcciones!, no me arrastres en la corriente de los objetos, en el
camino de los deseos sensuales, arruinando mi vida. En vez de eso,
condúceme al Señor. Por favor, fluye en esa dirección". Desechando todo
deseo que no sea éste, siempre contentos, piensen tan sólo en su Nombre y
su Forma, con exclusión de todo lo demás. Esta meditación es la paz
verdadera, la felicidad genuina.
El regocijo no vuelve a nadie un perezoso, recuérdenlo. Es un atributo
del verdadero carácter equilibrado. Hará que la mente se vuelva siempre
hacia el Señor. Los salvará de la tribulación de buscar satisfacer las
apetencias sin importancia y las necesidades egoístas. Dirigirá el
talento humano hacia los esfuerzos que elevan. El hombre contento será
también un hombre que dice la verdad y, por lo tanto, se encontrará en
comunicación constante con el Alma. Esto significa que podrá sumergirse
en la meditación durante largos períodos sin descanso o sin sentir
fatiga. La meditación es el único método para contrarrestar las
actividades mentales que surgen, tomando mil direcciones; no existe otro
método en absoluto.
La capacidad para concentrarse es una cualidad muy útil. Deben vigilar
las divagaciones de su propia mente: cómo viaja, qué objetos persigue,
etc., y lentamente, mediante la meditación, deberán enseñarle a quedarse
quieta y comportarse benéficamente.
Que no les preocupe el ambiente insatisfactorio en que se encuentren.
Desde luego, el lugar puede tener algunos inconvenientes y puede no ser
ideal. Pero no sirve de nada el tratar de huir de todo ello. Podrán
sobreponerse a los inconvenientes entrenando su propia mente.
¡Permanezcan en ese mismo lugar y oren al Señor! Oren para que El les
llene con sus pensamientos y su visión, haciendo que pasen por alto los
defectos del medio. No busquen la comodidad, pues la comodidad puede no
ser conducente ala meditación. Aprendan a estar cómodos en cualquier
sitio. Eso es mejor. Vivan felices dondequiera que se encuentren; ésa es
la manera. Regocíjense en el reino de su mente; adoren ahí al Señor que
han elegido como su meta y libérense de todos los defectos del medio
ambiente natural o humano. Entonces lograrán que ningún sitio les sea
molesto y que ningún lugar les parezca desagradable.
El orgullo es un vicio insidioso; así que al menor indicio de la
enfermedad, hagan cuanto puedan por erradicarla, retirándose a un lugar
solitario y emprendiendo la meditación. La tardanza es peligrosa:
"Incluso el néctar divino, si tarda en tomarse, se convierte en un
veneno", dice el proverbio. Recuérdenlo y actúen sin tardanza. La
meditación aquieta la mente agitada, la vuelve clara y la llena de
felicidad.
Muchos en este mundo, incluso entre los estudiosos, no invierten el
tiempo de vida que se les ha otorgado en la persecución de ciertos
ideales elegidos. Por lo tanto, su vida terrenal es como el viaje de un
barco golpeado por la tempestad en medio del océano, que ha perdido
tanto el ancla como la brújula. Esa gente se debate angustiada entre
metas e ideales opuestos; presta oídos a llamados diversos y su vida
termina en la perdición y el fracaso, pues dice una cosa y, en su
ignorancia y temor, hace la opuesta. La meditación les otorga fijeza de
propósito, valentía y también sabiduría.
Los sentimientos que brotan de la mente, clasificados como sátvicos
(puros), rajásicos (inquietos) y tamásicos (inertes y esclavizantes),
también han de ser vigilados y purificados. Los rajásicos y los
tamásicos tienen que ser arrancados de raíz. La meditación es el arma
para esta tarea.
El sendero de la meditación destrozará la ignorancia y otorgará la unión individual con el Principio Divino.
viernes, 28 de marzo de 2014
NO SER ESCLAVOS DE LOS IMPULSOS
( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 8 )
Aquéllos que se dejan guiar por los impulsos y los instintos, yerran por
el mundo como borrachos, desprovistos de la capacidad de discernir
entre el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. La influencia
arrolladora de estos impulsos animales les hace olvidar las espantosas
consecuencias de haberse rendido a ellos; no tienen ni temor ni
vergüenza, sino que simplemente se divierten en la búsqueda de placeres
mundanos y en la acumulación de comodidades, en el puro goce de los
lujos. Para aquéllos hundidos en tales impulsos, el intelecto les
resulta una posesión inútil que jamás se ejercita. Al perseguir
constantemente los placeres de los sentidos, los vasanas se fortalecen y
solidifican, echando sus raíces a mayor profundidad cada vez.
Por ello, en el Bhagavad Gita se nos ha dado el consejo de que
renunciemos al fruto de nuestros actos. Los vasanas se fortalecen porque
los frutos siempre están presentes en la mente toda vez que realizamos
alguna acción. Esto hace que los hombres se vuelvan orgullosos y
presuntuosos y que siempre traten de enfrentarse a los demás con el
orgullo por delante. Los vasanas los esclavizan, y bajo su influencia se
rebajan a emprender incluso las bajezas más viles, con el propósito de
enriquecerse y obtener el dinero que necesitan para satisfacerlas.
Empiezan a adorar al dios de las riquezas. Desde luego, la riqueza es
esencial; pero la riqueza excesiva, la riqueza que causa preocupación,
ansiedad y dolor no es nada deseable. Uno no debe buscar adquirir
riquezas hasta ese punto.
Los hombres, además, se desviven por ganarse las alabanzas de los otros y
por evitar ser culpados de nada. Esto también ha de clasificarse como
un vasana impuro.
El mundo es un nido de cuervos; algunos graznan alabanzas; otros graznan
cargos. Pero el hombre debe estar por encima de las alabanzas y las
acusaciones. No presten atención a la lisonja: trátenla como algo que
los demás escupen. Sólo entonces podrán ser libres y gozar de la
auténtica felicidad. En lo que se refiere a la culpa: observen cómo el
mundo no ha evitado que incluso Rama, Krishna, Vishnú, Shiva o Baba se
hallen a salvo de esa tendencia de buscar a quién culpar. Se habla mal
incluso de los dioses, ¡atribuyéndoles a esos seres perfectos, motivos
malvados y malas acciones!
¿Qué consideración se puede esperar hacia el común mortal de personas
con una mente tan sucia? Cualquier pretexto les es suficiente. El hombre
blanco odia al negro; el hombre negro al blanco. El adorador de Shiva
calumnia al adorador de Vishnú, el adorador de Vishnú rumorea contra el
adorador de Shiva. Así como todo el mundo ama su propia religión, su
lugar de nacimiento y a sí mismo, ama también sus correspondientes
ritos, ceremonias y formas de culto. Este amor toma la forma de alabanza
de la religión propia y de burla de la ajena. Aunque todo esto tenga
que ver con la relación de uno con Dios, tales impulsos son y deben ser
clasificados como vasanas impuros.
Tales actitudes bajas, saturadas de ignorancia, tienen que ser
eliminadas con la repetición del Nombre y la meditación que llenan el
corazón del conocimiento del Ser amplio y universal; entonces los
impulsos limitativos desaparecen. Son transformados y transmutados en
impulsos benditos.
¡En verdad asombra el porqué el hombre no pone todo de su parte para
eliminar los vasanas impuros, puesto que cuando toma esa senda sólo
obtiene dolor, tristeza y agonía! Los efectos engañosos de tales
instintos e impulsos le hacen creer que se encuentra en la senda
acertada hacia la meta de la felicidad. Debido a ello es reacio a
desecharlos; ello explica por qué se aferra a ellos tan firmemente. Si
leyese algunos buenos libros relativos al Alma Suprema, su cerebro se
podría esclarecer. Al menos, adquiriría una comprensión de la esencia de
los Sastras (Códigos morales).
El número de Sastras es incontable. La vida es demasiado corta para
estudiarlos todos y los obstáculos en el camino de su comprensión son
demasiados también. ¿De qué sirve sumergirse en libros tontos o en
Sastras que traban la lengua, de qué sirve aprender acerca de formas de
devoción que no se ponen en práctica? Todo ello es una pérdida de tiempo
y esfuerzo. El pasarse todo el tiempo estudiando, lejos de la práctica,
también merece ser condenado como un vasana impuro.
¡Escuchen! Bharadwaja estudió los Vedas durante tres vidas sucesivas. Al
nacer por cuarta vez, empezó a leer de nuevo. Así que Indra llegó hasta
él y le enseñó el Conocimiento Superior y le confió el secreto de la
Liberación. Entonces Bharadwaja dio fin a sus lecturas y sus estudios y
entró en la dura y concentrada disciplina de la meditación. Realizó el
Atma.
El estudio resulta un ejercicio inútil si la esencia no es absorbida y
practicada. La voracidad por leer sobre todo tipo de materias y tópicos
no es, en verdad, un impulso demasiado sano.
En tiempos pasados, Durvasa, el santo, se presentó ante Shiva con una
carretada de libros religiosos; Narada entonces le comparó al burro
proverbial, pues demasiado apego a los libros es por sí mismo un hábito
indeseable.
"Aunque uno cargue el peso de multitud de libros concernientes a todas
las ramas del saber, y aunque uno los pueda haber leído todos, las
enseñanzas que encierran no pueden ser entendidas en absoluto si no se
cuenta con una auténtica experiencia práctica. El mero orgullo de
aprender es por sí mismo un vasana impuro, el vasana de la codicia."
Cuando Durvasa oyó tales palabras se iluminó, tiró inmediatamente todos
los libros al mar y se sumergió en la meditación profunda. Vean cómo los
sabios piensan que la meditación es de una importancia capital para
alcanzar el entendimiento total.
Es imposible saber la verdad del Alma, ya sea mediante el estudio de los
innumerables Sastras o la adquisición de erudición, o el aguzamiento
del intelecto, o la búsqueda de discusiones dialécticas. No es posible
realizarla por esos medios. Svethaketu, el hijo de Uddalaka, era un gran
erudito. Cierto día, el padre llamó al hijo y le dijo: "Svethaketu,
¿has comprendido el Sastra gracias al cual todos los Sastras pueden ser
elucidados?" El hijo respondió que no sabía de la existencia de tal
Sastra y que no lo había aprendido. Entonces Uddalaka le enseñó el
Sastra incomparable del Conocimiento Superior que otorga el conocimiento
de la verdad del Alma.
Por lo tanto, el hombre debería, en primer lugar, entender con claridad
los hábitos de su mente, sus tendencias y actitudes. Sólo entonces es
capaz de controlarla y dominarla; purificar y desarrollar su memoria,
voluntad e imaginación.
La mente es caprichosa y volátil por naturaleza. Es como el viento. Por eso Arjuna se la describió así a Krishna:
"Oh Krishna, la mente es muy caprichosa; se mueve velozmente, es muy poderosa, es muy difícil de controlar".
Chanchalam hi manah Krishna Pramaathi balavath dhridham Thasyaaham nigraham manye Vaayoriva sudhushkaram.
Luego Krishna replicó: "Arjuna, sin duda lo que has dicho es correcto,
pero mediante la atención ininterrumpida y la disciplina, y mediante la
práctica de la renunciación, es posible, controlarla. Por lo tanto,
practica, como primer paso, meditación".
Los impulsos y los deseos han de ser suprimidos para poder adquirir el
dominio sobre la mente. Los deseos excitan a la mente y la hacen
precipitarse tras los sentidos, así como un perro corre tras su amo. El
individuo, ¡pobre de él!, cae en las redes de maya (la ilusión),
producida por los sentidos, los creadores de ilusiones, y por la mente
ansiosa de placeres. Para escapar de esa agonía, uno deberá contar con
la meditación: verse libre de las garras del deseo y la esclavitud de
los sentidos. Hagan repetición del Nombre del Señor y meditación.
Entonces podrán cultivar y desarrollar de manera apropiada su voluntad y
también su memoria e imaginación. Sin la meditación es imposible
controlar y tener dominio sobre la mente. Todos los demás métodos son
inútiles como lo es intentar amarrar a un elefante en celo con un hilo
delgado y minúsculo. La meditación es esencial para sumergir a la mente
en el Alma.
Por lo tanto, primero libérense de su esclavitud de los deseos. Algunos
estudiantes y padres de familia se reservan unas cuantas apetencias y
deseos para su personal satisfacción, mientras que desechan el resto.
Incluso aquellos padres de familia que se hallan entregados ala
concentración, al dharana o meditación profunda y a otras prácticas
parecidas, encuentran difícil renunciar a ciertos deseos; retienen éstos
para su secreta satisfacción. De tal modo que desgastan sus energías y
alcanzan mínimos progresos en la práctica espiritual a la que están
entregados. Estos aspirantes resbalan por la pendiente que tan
laboriosamente escalaron. Para poder controlar la inconstancia, la
meditación es de enorme ayuda. No basta si un sentido es dominado; todos
deben ser conquistados, desde todos los ángulos. Indudablemente esto es
una tarea muy difícil; ustedes podrán sentirse con ganas de abandonar
por completo la lucha, pero no se descorazonen. Sean pacientes y
perseverantes; al final el éxito será de ustedes. Pero no deberán, como
algunos aspirantes espirituales, desviarse del camino de la disciplina
tan pronto como sientan que no están logrando todo lo que esperaban. Ese
no es el camino de la victoria; perseveren, sean pacientes y ganen la
victoria final.
jueves, 27 de marzo de 2014
INOCENCIA, PUREZA Y HUMILDAD.
( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 7 )
Las almas realizadas son como los faros que señalan el camino a las
naves atrapadas en la impenetrable oscuridad en medio del océano. Los
faros espirituales muestran el camino a aquéllos que se debaten
ciegamente en la espesa noche de la ignorancia.
Todos hemos nacido del seno del único Señor. De la misma manera que
múltiples variedades de peces, cangrejos y especies marinas circulan
dentro de una gran pecera, multitudes de seres humanos circulan en el
mar llamado el Señor. Esto es en verdad un espectáculo asombroso.
Algunos no están desarrollados, algunos son subdesarrollados; nadan de
aquí para allá, codiciosos y egoístas. Entre esa multitud de seres
ignorantes existen algunas cuantas almas altamente desarrolladas, los
seguidores del sendero del Conocimiento y los yoguis (hombres centrados
en Dios). Puesto que éstos se encuentran mezclados con la masa
ignorante, se hace difícil distinguir a los sabios de los demás. Es
imprescindible un microscopio para identificar los glóbulos rojos en la
sangre; de manera similar, necesitamos un microscopio especial para
averiguar quiénes son los seguidores del sendero del Conocimiento; ese
microscopio no es otra cosa que la meditación.
En verdad, la Creación y las maravillas que encierra son motivo de
asombro. Pero bajo las actuales circunstancias, son muy pocos los que
buscan la luz y son guiados por ella. Así que, en vez de seguir a esta
persona o a aquella otra, aventurándose en caminos dudosos,
extraviándose, es mejor poner nuestra fe entera en el Señor mismo y
depender de El como si fuese la única madre, padre, gurú y guía. Así,
jamás se alejarán del verdadero camino; El jamás los dirigirá por el
camino equivocado. Para poseer esa firmeza de fe y esa experiencia, uno
debe adoptar la meditación. He aquí el único y solo medio. Basta con que
se medite sobre el Nombre y la Forma del Señor con Amor y con Fe; como
he dicho, pueden elegir el Nombre y la Forma que más les agrade.
En aras de esta disciplina espiritual ustedes deben cultivar la cualidad
de estar siempre llenos de alegría, con la sonrisa en los labios. Esto
les conferirá distinción. Además, le caerán mejor a la gente y el Señor
también se regocijará viéndolos. Por lo tanto, observen a la meditación
con inocencia, pureza y humildad.
De esa manera no fracasarán en alcanzar cualquier cosa por la que
luchen. No dejen que ninguna situación les altere el ánimo, no pierdan
el valor ante ninguna contingencia. Respeten a toda persona, sea cual
sea su jerarquía. Así, la cualidad del Amor Universal se desarrollará en
ustedes y la meditación progresará sin perturbaciones.
La meditación (dhyana) es el único remedio que permite la curación de
enfermedades sin recurrir a medicamentos químicos. Incluso la capacidad
de discernir y analizar aumentará, y por ese medio, cualquier
enfermedad, sin importar su gravedad, podrá ser sanada.
Toda palabra pronunciada por el hombre posee dos tipos de significados:
el obvio y el innato, el natural y el cualitativo. Las Upanishads toman
el segundo; elaboran, clarifican y dan a conocer a Dios. Una cosa
importante que hay que recordar es que es posible y deseable emplear el
poder entero de las palabras, mediante la dulzura y la suavidad. Si uno
ansía ver a Dios en cada objeto, la dulzura de la palabra aportará una
ayuda inmensa. Señor, Maestro, en estas palabras yace el secreto de
mucho cariño y aprecio. Utilizando tales palabras, ¡cuán felices podemos
hacer a los otros y cuán ligeras se harán las mentes de ustedes,
gracias a la práctica de la suavidad en la expresión! Cuando la
meditación se lleva a cabo en esa atmósfera de felicidad, ¡cuán
rápidamente es posible alcanzar la concentración!
Si por el contrario, al hablar ustedes emplean palabras que culpan y
desprecian a los otros, se convierten a su vez en el blanco de
acusaciones y éstas perturban su mente; entonces el propósito de la
meditación no se realiza, puesto que la atmósfera se hace impura. Por lo
tanto, si verdaderamente desean ser felices a través de la meditación
deberán, como paso preliminar, entregarse ya sea a la conversación
gozosa o a los pensamientos y recuerdos felices. La conversación suave y
dulce ayuda enormemente a la meditación.
El hombre deberá cultivar un carácter de este tipo, pues el carácter
sobreviene al cuerpo. Las virtudes constituyen la fuerza y la gloria del
hombre. El carácter es poder. Por lo tanto, témplenlo y utilícenlo para
alcanzar la Visualización del Señor. Manténganse firmes en ese
propósito.
Deberán tener contento, sea cual fuere la ganancia, pérdida o estado en
que se encuentren. Esto es esencial; el contento otorga felicidad y la
incrementa. Para la mente contenta, la vida es un festival interminable.
La mente preocupada por el deseo no encontrará la paz; cuando el deseo
le acosa, se hace imposible la concentración. El deseo es el infierno
del cuerpo, lo reduce a cenizas. El contento es el remedio eficaz para
eliminarlo. Así como un baño en las frescas aguas de un manantial
refresca al viajero exhausto y abrumado por el calor quemante del sol,
el hombre que sufre a causa del abrasador fuego de la codicia será
refrescado por las diáfanas aguas del contento.
Uno deberá tener el solo deseo de alcanzar la senda de la realización.
Uno no debe dedicar su vida a satisfacer los bajos deseos mundanales.
Dedíquenle todo al Señor; he ahí el genuino contento. Tal es el
resultado de la adquisición de la Paz Mental, de la Felicidad y el
Discernimiento, y también entonces se hace posible la Visualización del
Señor.
La recordación del Nombre y la meditación son los únicos medios para
adquirirlos. Unicamente ellos pueden otorgarles tal poder. No lo
encontrarán en ninguna otra parte.
Y sobre todo, si ustedes poseen felicidad, los otros dos se añadirán por
sí mismos. Nada le ofrece más al hombre que el contento. Es un tesoro
que en riqueza supera a los tres mundos. La persona contenta es capaz de
experimentar la indescriptible Gloria Divina. Es más feliz que el
poseedor del Kalpataru (el árbol que satisface todos los deseos). Puede
sumergirse dentro de sí misma y descubrir en sí la Bienaventuranza. No
busquen los goces físicos descartando el goce más permanente de la calma
interior y el contento.
No tengan apego por este cuerpo perecedero; utilicen su cuerpo como un
instrumento, considérense a sí mismos como algo aparte de este cuerpo
corruptible, que ha sido creado de la conjunción de los cinco elementos.
Conózcanse a ustedes mismos como el Alma indestructible. Así como la
casa que habitan está separada de ustedes, asimismo el cuerpo que los
envuelve durante breve tiempo es algo separado. El cuerpo es la causa
básica de todo este dolor, de todas estas calamidades, de toda esta
esclavitud. Compréndanlo bien: hagan que el cuerpo obedezca su voluntad;
nunca se dobleguen ante él, ni sigan sus caprichos. Estén preparados
para arrojarlo lejos de ustedes, resuelvan manejarlo y mantenerlo bajo
estricto control. Tienen que tratar cuidadosamente al cuerpo, deben
educarlo con suma atención.
Aunque todo lo que he mencionado anteriormente se relaciona con el Alma,
ciertas actividades deben ser emprendidas por todo el mundo. ¿Cómo usar
el cuerpo como un instrumento, por ejemplo, como una balsa, para cruzar
el río de la vida? Hasta que la otra orilla es alcanzada, o en otras
palabras, hasta que la verdad última se alcance, deben tener cuidado
para ver que no está dañado o roto o con fugas. No permitan que el barco
se deshaga, detecten los signos de esto. Es decir: come moderadamente
comida pura (sátvica) y sean disciplinado en sus actividades físicas.
Esta actividad dirigida a lo espiritual es la disciplina necesaria para
la verdadera práctica espiritual. Esto es lo referido como meditación,
el recuerdo del nombre, la adoración (puja), y los cantos devocionales.
Mientras practican tal disciplina, así como después, , deben ser
alegres, no deprimidos. No deben olvidarlo, no se cansen ni intimiden.
Si se cansan, al finalizar la meditación del día pueden comer unos pocos
granos de maní o semillas de almendra empapadas en agua . Esto
refrescara su cuerpo y lo dotara de fuerza.
Así que todo hombre debe desarrollar la virtud del contento a través de
la práctica espiritual de la meditación. El contento es una cualidad
sátvica (equilibrada), no los convertirá en perezosos, no, ¡en absoluto!
Más bien permitirá a la mente viajar hacia el Señor; otorgará la paz.
También impedirá las actividades no esenciales cuyo propósito es la
ganancia egoísta. El hombre contento será enteramente sátvico (puro);
llevará una vida interior en comunión con el Alma. Tal hombre puede
realizar cualquier trabajo sin descanso y sin quejarse, las ondas
mentales que en él oscilan en muchas direcciones alcanzan una sola meta.
Los sabios, discípulos y yoguis del pasado alcanzaron la meta de la vida
gracias a la paz que les advino mediante el contento. Este otorga a
todos los aspirantes espirituales el entusiasmo y el vigor necesarios
para emprender el sendero que conduce a la autorrealización. Al estar
contento, el aspirante espiritual tiene la capacidad para ignorar los
peligros y las dificultades de ese camino; mira como veneno todas las
cosas impermanentes de esta vida, las rechaza como basura. Mediante el
contento se desarrollan el discernimiento, la renunciación, el espíritu
inquisitivo. El relato de Meera es un ejemplo de esto. Comprendan bien
las historias de Radha (consorte de Krishna), Jayadeva (gran poeta) y
Gauranga (devoto de Krishna). Les enseñarán la Verdad.
miércoles, 26 de marzo de 2014
DESARROLLO ESPIRITUAL
( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 7 )
El hombre pasa por tres etapas de desarrollo espiritual: primero, la
etapa incierta y nebulosa; luego la etapa activa y de búsqueda y, por
último, la etapa más alta. Estas son las etapas del tamas, rajas y satva
(los atributos de la materia). No es natural, desde luego, que el
hombre pase de la primera a la segunda etapa sin mejorar
progresivamente.
Es innecesario considerar seriamente el período de la niñez a la
adolescencia; no hay por qué preocuparse de éste. Con el inicio de la
adolescencia, el hombre ingresa en la primera etapa incierta y nebulosa y
se involucra en muchas actividades estériles. Más tarde, adquiere
madurez y fuerza; esta es la etapa entre lo incierto y lo cierto. Al
llegar a este punto intermedio es cuando el hombre debe anhelar la
plenitud que le es posible alcanzar en la última etapa.
Esta ley también se observa en las reglas de austeridad. Inicialmente,
el rito se asocia con Shakti (La Madre del Universo); la etapa
subsecuente del culto se relaciona con Shiva (El Padre del Universo),
indicando que el período en que el hombre está bajo la tutela de la
madre ha terminado y empieza el período en que se alcanza el cuidado
paternal, la protección del renovador y el guardián del Universo, Shiva.
Cuando ha llegado la etapa de la tutela paternal, uno no debe manchar
ni el cuerpo ni la mente, como sucedió durante el período de la tutela
materna.
En la etapa intermedia (es decir, esa edad en particular), el hombre
tendrá ciertas propensiones y tendencias naturales que no son deseables y
que deben ser evitadas. Estas son: el orgullo, la maldad, la terquedad,
la excesiva curiosidad, la lujuria, la codicia, la vergüenza, el temor,
el espíritu de venganza, la repugnancia, etc. El hombre no podrá
entregarse a Shiva mientras esté poseído por ellas. Estas deberán ser
desarraigadas totalmente, o por lo menos, deberá existir un esfuerzo
sistemático para deshacerse de ellas. Los que a esto aspiren se
encontrarán nadando contra la corriente. El ir contra la corriente es el
medio de alcanzar la fuente; dejarse llevar por la corriente significa
alejarse más y más de ella y perder de vista la meta.
Desde luego, nadar río arriba es un poco difícil, pero cada brazada les
lleva más cerca de la meta, y no más lejos de ella. Para sobreponerse al
agotamiento, uno deberá navegar en la balsa llamada meditación. Gracias
a ella, la debilidad del físico puede superarse, el divagar acelerado
de la mente puede ser controlado, y facilitado el progreso hacia el
asiento de la gracia; uno podrá lograr la forma primordial. Si por el
contrario, a uno le importa más la comodidad del viaje y se deja llevar
por la corriente, se encontrará alejándose de la gracia, dándole la
espalda; la forma primitiva gradualmente se distanciará y desaparecerá.
Quienes así proceden se pierden en una congoja que siempre va en
aumento. ¿Y en aras de qué?
Las tendencias equivocadas enumeradas anteriormente son la causa de tal
tragedia. Si tan sólo hubiesen sido superadas, ciertamente se hubiese
alcanzado la fuente. Sin ese intento, toda actividad terminará en el
fracaso. Más aún, el mundo ama solamente a los hombres buenos, dotados
de buenas cualidades; mantiene a los hombres malos a distancia. El
encanto exterior atrae a la bestia; el encanto interior, producto del
carácter, le es grato al Señor. Que no les tienten los bajos apetitos
del mundo y el aprecio fácil que la gente otorga. Busquen con ahínco la
Gracia Divina y el Amor del Señor. La estimación que los hombres
dispensan liberalmente es inconstante, puesto que depende de sus
simpatías y antipatías. Pero el Amor que el Señor les otorga depende
solamente de las virtudes de ustedes. Ese Amor también puede darles la
felicidad permanente. Aquéllos prendados de las cosas exteriores caerán
periódicamente en la desilusión y en el dolor.
La belleza reside en el carácter y no en otra cosa. No hay nada más encantador que eso.
Los buenos jamás deberían ni siquiera mencionar la maldad de los demás,
pues eso les contaminará. Los relatos de Dhruva (niño devoto de Vishnú) y
Prahlada (otro niño devoto), si son escuchados con atención, elevan y
muestran el camino; los de Savitri y Anasuya (ambas mujeres devotas y
virtuosas), eliminan las raíces de la maldad y fortalecen el carácter,
¿cómo sucede esto?, ¿cuál es la explicación? Todos ellos son santos, su
trayectoria es inmaculada y por lo tanto, el hablar de ellos y sus vidas
vale la pena y es benéfico. He ahí la explicación.
Aquéllos que critican a los "hombres buenos" justifican sus habladurías
diciendo que lo que pretenden es perfeccionarlos todavía más y hacerlos
mejores. ¡No! Lo que en realidad logran provocar es incitar a los
hombres buenos a la maldad, y al hacerlo, atraen tal maldad sobre sí
mismos, convirtiéndose en hombres malos.
Jamás piensen en la maldad de los demás. Si pueden lograrlo, siempre
traten de conducirlos al buen camino y darles buenos consejos. Uno
deberá cultivar la paz mental, la caridad y el anhelo de fomentar todo
lo que a esto conduzca. Tales actitudes sólo pueden advenir gracias a la
repetición del Nombre y la meditación. La riqueza que se deriva de
ambas acciones son las buenas cualidades (sadguna). Limpian lo externo,
también purifican y ennoblecen las tendencias internas.
Las olas se originan en la superficie del mar, son producidas por el
viento; así que se puede decir que el viento posee tal poder. En
comparación, la mente del hombre inteligente se halla repleta de
pensamientos y opiniones; con las condiciones propicias, aquéllos brotan
y florecen copiosamente.
Asimismo, el Señor se manifiesta en la imagen o retrato que ustedes
veneran. Pero, ¿es esto debido a una particular excelencia del retrato o
de la imagen? No. El retrato, la fotografía, tales son y no pasan de
ser una imagen, un retrato y una fotografía. El hecho es que, debido a
la intensidad de la devoción de quien lo adora, el Señor no puede
desistir en manifestarse para él; por esa razón El asume la forma, la
forma que bendice la piedra, madera o papel que el piadoso devoto
contempla y adora, y en la que medita. Para Prahlada se hizo visible en
una columna, ¡para Vamana se materializó en una. piedra! ¡Para
Markandeya, emergió en un lingam (símbolo del Dios sin forma)! Con el
objeto de premiar el anhelo del devoto, Hari, el ser fundamental
inmanente al Universo, llegará en cualquier forma, en cualquier cosa, en
cualquier lugar.
Pero tienen que rezar al Señor con una concentración inconmovible. Este
tipo de fijación de la mente en un solo punto proviene únicamente del
satvaguna (el atributo de pura, firme y desinteresada luz), el cual
también es producto de la meditación. Por lo tanto, deben cultivar las
buenas cualidades, y para que ellas puedan desarrollarse deberán anhelar
la compañía de los buenos. Aquellos verdaderos compañeros de quienes
obtendrán el bien máximo son los que hablan y discurren sobre el Señor,
sobre la verdad, sobre el servicio a los demás y sobre el amor que
considera a todos como iguales. La asociación con tales personas
significa relacionarse en verdad con los hombres sabios, puesto que
ellos son los verdaderos sabios.
A los que jamás hablan del Señor o aquéllos que ni siquiera son
conscientes de El; a quienes se encuentran ocupados en multiplicar y
fortalecer las cadenas de la rueda de nacimientos y muertes; a quienes
predican y practican la falsedad, la injusticia y la opresión; a quienes
les aconsejan que se aparten del camino de la Rectitud; a todos ellos,
trátenlos no como amigos, sino como gente que debe ser evitada en todo
lugar. La suya es la compañía de los hombres malvados. Asociarse con
ellos conduce a proceder mal, en contra de la voluntad de ustedes, a
emitir palabras que no deberían ser pronunciadas, a llevar a cabo
acciones que no deberían emprenderse y, consecuentemente, a tomar el
camino que lleva a la ruina.
Los hombres que no temen ni al pecado ni a Dios son capaces de
involucrarse en cualquier maldad; esto no debe sorprendernos. Por lo
tanto, busquen la compañía de aquéllos poseídos de esos dos temores. La
compañía de las personas que no tienen ni un ápice de éstos son
malvados, a los que deberán evitar como la peste. El aspirante
espiritual siempre deberá anhelar la compañía de los hombres buenos. En
tal compañía no se da la posibilidad del crecimiento de la codicia. Sea o
no fácilmente asequible, busquen y reúnanse solamente con los buenos.
Busquen y realicen la satisfacción y el contento permanentes. No se
distraigan persiguiendo la satisfacción temporal.
Al verdadero aspirante espiritual no le reporta ningún beneficio el
asociarse con hombres que malgastan su tiempo en los asuntos mundanos.
Si ustedes no se hacen de amigos del tipo que he mencionado, serán
entonces solitarios viviendo sin compañía. No perderán nada con ello.
Jamás piensen en asociarse con los malvados. No se dejen enredar en sus
tretas; si es posible, cuando tengan la oportunidad, aconséjenles acerca
del bien, pero no den cabida a sus palabras. De hecho, ni siquiera
deben albergar el deseo de encontrarse en el sitio donde ellos se hallen
presentes. Si ustedes cultivan estas características, entonces tanto la
repetición del Nombre como la meditación se harán fáciles y les
rendirán rápidamente resultados.
sábado, 22 de marzo de 2014
CULTIVEN LA BENDITA EXPERIENCIA
( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 4 )
La gente se ocupa de cultivarse en diferentes formas, pero la más
importante de todas es el cultivo de las experiencias espirituales. Toda
cultura está basada en el cultivo del espíritu. Este es el rey de las
culturas. El rey legisla, pero está más allá y por encima de las leyes.
Así también, toda ley y reglamento, toda distinción entre lo bueno y lo
malo, entre el pecado y la virtud, entre la alegría y la pena, afectan
solamente al individuo, que le atribuye importancia a las inexpertas
mentes e intelecto y no al Alma. Así que el cultivo de la experiencia
del Alma es esencial para todos, es convincente y autotrascendente.
También es fácil, ya que el Alma es la madre de todo y escucharla es tan
natural como el hijo escuchando a su madre. Todos tienen la capacidad
de experimentar esto; más aún, todos tenemos el derecho a ello. Por eso
doy tanta importancia a la disciplina del Alma.
El Alma es conocida también como Brahman (el Eterno), así que el estudio
o aprendizaje del conocimiento del Alma o conocimiento de Brahman, debe
ser considerado como el objetivo por todo estudiante.
Los estudiantes deberán ganarse algunas capacidades fundamentales; sólo
entonces merecerán el status de estudiantes; ellas son: discernimiento,
renunciación y las seis cualidades que constituyen un buen carácter. Los
aspirantes poseedores de ellas pueden esperar confiadamente y sin
mayores dificultades alcanzar el Alma.
El Alma Suprema tiene seis características principales: la más completa
sabiduría, el más completo desapego, la belleza absoluta, el esplendor
absoluto del poder, la fama irreductible y la inagotable fortuna. Su
naturaleza es Existencia Absoluta (Sat), Conocimiento Absoluto (Chit) y
Bienaventuranza Absoluta (Ananda); éstos se relacionan con el hombre a
través del Alma que hay en él. Por lo tanto, la humanidad entera tiene
el derecho de realizar y disfrutar de estas circunstancias y de esta
naturaleza. Es el deber señalado. Las tribulaciones del mundo actual se
deben al no cumplimiento de ello por el hombre.
El hombre común está actuando en su vida diaria de forma contraria a los
códigos de conducta dictados por el padre de familia, no sigue el
sendero establecido por los Sastras (Escrituras religiosas de la India) y
el Manusmrithi (Código social recopilado por Manu). La Verdad es la
virtud más sagrada, pero él, llevando una vida muy primitiva, pierde el
valor ante el menor contratiempo y renuncia a la aventura de la vida;
desarrolla una especie de seudorrenunciación. Si entrara en la vida del
devoto laico con la actitud de llevar a cabo su deber, entonces no
tendría necesidad de huirle buscando cuevas y bosques donde esconderse.
Cada uno puede realizar al Señor en lo que le ha tocado como su deber,
dentro de su obligación personal.
La contemplación del Señor debe realizarse en unión con el correcto modo
de vivir (vida dhármica). Este tipo de vida no necesita de un status
determinado, ni de la erudición ni de la vanidad, que sólo extravían al
hombre. Unicamente a través de una vida parecida se pueden controlar la
mente y el intelecto, cultivar la conciencia de la realidad del Alma y
sublimar la voluntad.
Para que el Alma sea realizada en nosotros es esencial poseer un buen
carácter; es decir, todas las tendencias negativas deben ser
desarraigadas. Así como un ejército se desalienta y se rinde cuando su
comandante cae, el ejército de las malas cualidades se rendirá tan
pronto como el egoísmo sea destruido, porque todas éstas son originarias
del reino de la cólera, y si se devasta esa región, sus soldados ya no
podrán recuperarse jamás. Aunque lo anterior sea lo único que se logre,
será suficiente, porque ¿qué podrá hacer el comandante de las acciones
sin que ni siquiera un soldado obedezca sus órdenes? Por eso, todos los
esfuerzos deben ser dirigidos contra el reino de la cólera, para que
ningún comandante pueda aventurarse a soltar la jauría guerrera. Que
cada aspirante espiritual preserve la paz de esta región de su mente,
deteniendo el levantamiento de estos soldados y su comandante. Que cada
aspirante se regocije siempre bajo la sonrisa del soberano, el Alma.
La destrucción de las agitaciones y perturbaciones de la mente es la
condición que debe anteceder a una audiencia con ese soberano. Su sala
de recepción tiene ocho puertas que se han de atravesar antes de ser
recibidos: autocontrol (yama), control de la mente (niyama), postura o
manera de, sentarse (asana), respiración (pranayama), abstracción de los
sentidos de los objetos externos (prathyahara), concentración
(dharana), meditación interna (dhyana) y arrobamiento extático completo
(samadhi).
De las ocho puertas que mencionamos anteriormente, la meditación es la
séptima y el samadhi, la octava. La meditación es el camino real hacia
ese éxtasis.
Una vez que la mente se ha llegado a controlar mediante el dominio de
estas ocho disciplinas, la voluntad se podrá mejorar fácilmente. La
voluntad es la naturaleza del Señor; también, se le alude como el
designio del Señor. El Señor, por su sola voluntad, puede hacer fácil y
rápidamente cualquier cosa, pero el hombre no puede realizar su voluntad
tan pronto como ésta surge. El poder de la voluntad es el factor
decisivo. En el hombre, la voluntad no es tan avasalladoramente fuerte;
pero si llega a adquirir este poder, éste será equiparable al del Señor.
Tal es el significado de la fusión. La fusión es posible a través de la
meditación.
Algunas personas confunden "voluntad" y "deseo", como si no hubiese
diferencia alguna entre los dos. Esto es una idea muy equivocada. El
deseo está relacionado con las costumbres adheridas en la mente. La
voluntad está relacionada con la característica fundamental del Alma.
Deseo significa ansiedad por obtener algo, voluntad es la determinación
de obtenerlo.
Ambos se basan en la cultura moral del individuo. El deseo y la voluntad
pueden sublimarse una vez que se cultive el Alma. Si ellos se cultivan
sin tomar en cuenta el punto de vista del Alma, las fallas y faltas de
la mente se confundirán con el objeto de la voluntad y el deseo.
El escalón más bajo puede ser visto desde el más alto, y no ala inversa.
Así que uno debe esforzarse por ascender escalón por escalón, cada vez
más alto; es decir, del cultivo del Alma al cultivo de la voluntad y de
ahí, al de la conducta moral. Entonces, el goce de la Bienaventuranza
del Alma se hace muy fácil y natural.
Mientras un bebé es incapaz de caminar, su madre lo estimula a dar unos
pocos pasos dentro de la casa, y más adelante le permite salir al
camino. Pero ¿qué sucedería si lo pusiese primero en una carretera?
¿Cómo podría él aprender? Y además, ¿cómo manejaría los peligros de
ésta? De modo que también los factores internos deben ser fortalecidos
primero; después los externos, como la conducta moral, etc., se harán
más fáciles. La moral que no está basada en una elevación interior no
estará profundamente asentada. De ahí que sea fundamental cultivar una
actitud hacia el Alma.
El objetivo de la disciplina espiritual es la eliminación del motivo, el
deseo, el apego, la ansiedad por el fruto. Habiendo entendido esto
claramente, el aspirante no deberá ceder ante el desaliento, la abulia,
ni sentimientos de fracaso o duda. Debe ser paciente y sobrellevar las
cosas con fortaleza. El aspirante espiritual debe, por consiguiente,
fomentar la fe, la actividad y la alegría dentro de sí mismo, teniendo
siempre presente el gran resultado que tendrán sus esfuerzos. Deberá
desechar enérgicamente todas las dificultades y las tentaciones. Ya que
éstas duran poco, son débiles, y pueden ser superadas con facilidad y
cierta paciencia. Si la persona que aspira al progreso espiritual no
permanece paciente y vigilante, todo el éxito que haya obtenido se podrá
esfumar en un momento de descuido.
Los aspirantes espirituales, yoguis y aquéllos que han renunciado a
todo, deben ascender por una escalera cuyos peldaños son: argumentación y
no argumentación, análisis y no análisis, concordancia, etc.
El conocimiento de este mundo no es conocimiento real. Es conocimiento
relativo o de lo irreal. El Conocimiento de lo Eterno Absoluto es el
verdadero conocimiento real. Este se adquiere por medio de la
meditación. El fuego de la disciplina de la meditación reducirá a
cenizas las estériles actividades de la mente. Inmediatamente después,
el Conocimiento de lo real surgirá repentinamente como un relámpago y su
brillo constante ya nunca se apagará. Para aquéllos establecidos en el
Conocimiento (Jñána) real no hay pasado ni futuro; todos los tiempos son
presente para ellos en el momento preciso de la experiencia.
Así como es necesario el jabón para la limpieza externa del cuerpo, para
limpiar la mente es necesario: la repetición del Nombre del Señor, la
meditación, el recuerdo del Señor en todo momento, etc. Así como la
comida y la bebida son indispensables para el vigor físico, la
contemplación del Señor y la meditación en el Alma son necesarias para
fortalecer la mente. Sin el alimento y la bebida, uno se tambalearía de
un lado a otro. Mientras las olas agiten la superficie, el fondo del mar
no será visible. Cuando las olas del deseo agitan las aguas de la
mente, ¿cómo podremos ver el Alma, que yace en su base? El tambaleo que
origina el oleaje es, a su vez, causado por la necesidad de comida y
bebida.
Por lo tanto, limpiémosla la mente con la contemplación del Señor,
alimentemos con la meditación en el Alma; porque solamente la meditación
y la práctica espiritual pueden limpiar las profundidades de la mente e
infundirle valor. Sin la pureza y la fuerza, el Alma retrocede. La paz
escapa del hombre y la inquietud se establece firmemente.
viernes, 21 de marzo de 2014
PROMOVER EL BIENESTAR DE TODOS LOS SERES
( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 3 )
El meditador considera la realización de la Bienaventuranza del Alma
como importante, pero el mejoramiento del bienestar del mundo es también
un objetivo igualmente importante. Para lograr este objetivo, el
aspirante espiritual debe poner bajo su control ciertas tendencias
físicas, verbales y mentales. Estas son usualmente conocidas como los
diez pecados: los tres físicos, los cuatro verbales y los tres mentales.
Las tendencias físicas son: el daño a la vida, el deseo adúltero y el
robo. Los pecados verbales son: la insidia, el discurso hiriente, la
plática envidiosa y la mentira. Las actitudes mentales son: la codicia,
la envidia y la negación de Dios.
La persona resuelta a seguir el sendero de la meditación debe tomar
todos los cuidados para que estos diez enemigos ni siquiera se le
aproximen. Se deben evitar definitivamente. El necesita de tendencias
que lo ayuden a progresar y no de aquéllas que lo detengan. El debe
hablar y actuar solamente en forma correcta, porque sólo el bien es
prosperidad, y sólo la prosperidad es felicidad. Esto es lo que también
dicen las Escrituras religiosas. El bien es lo auspicioso, lo auspicioso
es lo que ayuda espiritualmente. Si el hombre ha de sumergirse en el
gozo, el bien es su instrumento.
A través del bien, él puede conseguir este mundo y el otro; él puede
promover su bienestar, así como el de los demás. El bienestar es el
fruto del conocimiento; el malestar es el fruto de la ignorancia.
Solamente a través del bienestar puede obtenerse paz, alegría y
progreso. ¡El deber fundamental del hombre es el bienestar de todos los
seres! Promoverlo y contribuir a él, es su tarea correcta. Vivir el
período de vida que nos corresponde ejecutando esta tarea, es el sendero
prescrito.
El intelecto en nosotros es el testigo de todas las cosas en este mundo
objetivo. Este último limita al primero; lo afecta y lo modela como
conciencia de la vida. La ilusión (maya) es solamente la conciencia
afectada por todo; deformada y retorcida por las impresiones que todo lo
que le rodea ha dejado en ella. Por lo tanto, la conciencia (chaitanya)
que no es afectada por la ilusión y sobre la que el mundo no produce
ninguna impresión, es Dios, el Creador Universal.
¡La persona que está luchando por alcanzar esa Realidad debe, en
consecuencia, no ser afectada por la ilusión (maya), no dejarse
impresionar por el mundo! ¿Cómo permanecer tan inmutable? A través del
análisis, el raciocinio, la valiente inquisición y la razón pura. Para
adquirir esta razón analítica o discernimiento, es esencial promover el
bienestar de todo ser en la naturaleza.
El Universo, este espectáculo efímero, se basa en la ilusión, por eso se
lo califica de "falso". Pero no concluyamos que un simple
reconocimiento de la falsedad del mundo, o una conciencia de que uno
tiene ciertas imperfecciones, conducirá al hombre por el sendero más
alto y lo llevará a la más elevada Verdad. Si él no posee un carácter
lleno de excelentes cualidades, nunca logrará progresar en el campo
espiritual. El progreso depende del valor y la calidad del individuo,
como la cosecha depende de la fertilidad del campo. Sobre terreno tan
valioso, siembren las semillas de excelentes cualidades, y rieguen con
las aguas de la razón y el análisis. ¡La abundante cosecha estará lista
en su debido momento! En las tierras donde no se siembran ni se cuidan
semillas de buena calidad, la maleza inútil se multiplica; y donde
podrían haberse formado jardines ordenados, espinosos matorrales crean
una selva de confusión impenetrable.
Aun cuando el individuo, a causa de perversidad o ciega presunción, no
haya cultivado todavía buenas cualidades, puede, por lo menos, hacer un
intento, o esforzarse para adquirirlas. De no hacerlo, él no podrá
saborear la excelencia de la vida, su vida será un desperdicio; su
valor, nulo. Por la profunda influencia de esas fuerzas opuestas, la
mente se pierde en falsos valores y es incapaz de desarrollarse por las
líneas debidas. Una mente semejante alejada del bien, puede causar males
indescriptibles. Todo progreso alcanzado por el aspirante espiritual
podría ser destruido en un instante, como una chispa cayendo en un
barril de pólvora en un momento de negligencia.
Hay quienes tratan de no tener cualidades, pero sólo consiguen vivir
muertos. Sus pálidas caras revelan únicamente falta de interés y
entusiasmo. Esto es el resultado de un apresuramiento no razonado en la
disciplina espiritual. A pesar de que, en última instancia, el llegar a
no tener cualidades es necesario, no deberá existir prisa por alcanzar
esta meta; aun cuando un individuo tenga el ardor necesario, éste le
crea muy a menudo dilemas que muchos resuelven por medio del suicidio.
Antes que nada, uno debe acumular riqueza de carácter. Como no se
interesaron lo suficiente en adquirirla, inclusive muchos aspirantes
espirituales denodados y firmes, perdieron su camino sin poder
recobrarlo a pesar de años de esfuerzo. Otros han caído dentro del
pantano mismo que intentaban vadear.
En consecuencia, el camino para "lograr la ausencia de cualidades" está
plagado de peligros. Uno no puede existir sin estar activo, entonces uno
debe por necesidad actuar a través de las buenas cualidades. Uno debe
abandonar todo deseo y liberarse. Una mente llena de buenas cualidades
lo ayudará en este proceso, porque sobrellevará la prosperidad ajena de
buen grado. Renunciará a hacer daño, buscará oportunidades para ayudar a
curar y a desarrollar. No sufrirá únicamente, también perdonará. No se
inclinará hacia lo falso, estará siempre alerta para hablar con la
verdad; permanecerá inmutable ante la lujuria, la codicia, el enojo y la
vanidad. Estará libre de ilusiones, buscará siempre el bienestar del
mundo. De una mente semejante, fluirá una ininterrumpida corriente de
amor.
Cuando esta mente madura y fructifica, fácilmente se libera de toda
cualidad y permanece plácida, calma y pura. Ella se fusiona fácilmente
con el Alma Unica sin par.
Desafortunadamente, a pesar de que el hombre tiene la singular
posibilidad de probar la paz interior que tal mente puede dar, le son
extrañas la alegría y la ecuanimidad inconmovibles que constituyen su
derecho de nacimiento. La meditación es la única isla que se nos ofrece
como refugio en el océano de la vida a todos los seres lanzados al
oleaje del deseo, de la duda, el temor y la desesperación. La Verdad
Eterna debe estar presente en la mente, aun cuando se preste atención al
mundo sensorio.
Consideremos las condiciones de este mundo hace cientos de miles de
años. En ese tiempo, el globo era escenario de dos cosas únicamente; por
un lado, los volcanes vomitaban lava ardiente, grietas profundas
dejaban marcada la superficie de la Tierra; la corriente de destrucción
descendía por todos lados, esparciendo el temor y la muerte por las
regiones adyacentes, como si el fin hubiese llegado. Por otro lado, las
moléculas de materia viviente, difícilmente visibles las microscópicas
amibas , flotaban en las aguas o se aferraban a las grietas entre las
rocas, manteniendo segura y bien protegida la chispa de la vida.
De los dos mundos, uno brillante y tumultuoso, el otro quieto y
recluido, ¿en cuál hubiera usted puesto su fe? ¡En esos tiempos nadie
hubiera creído que el futuro dependía de la amiba y otros
microorganismos! ¿Quién hubiese previsto que estas partículas diminutas
de vida podrían sobrevivir ante la violenta embestida de lava fundida y
los cataclismos que agitaban la Tierra? Aquella partícula de vida
conciencia, salió triunfante, a pesar de todo. Sin que el fuego y el
polvo, ni los vientos huracanados, ni las inundaciones devoradoras lo
anunciaran, la amiba, con el transcurso del tiempo y la pura potencia
del principio de vida que en sí contenía, floreció en bondad y fuerza de
carácter, en arte y música, en canción y danza, en erudición,
disciplina espiritual y martirio, en santidad y aun en las Encarnaciones
del Principio Divino. En todos ellos se encuentra resumida la historia
del mundo.
En la confusión de tantos eventos abrumadores, vemos que algunas veces
los hombres depositan su confianza en individuos estridentes que están
esclavizados por sus propias pasiones. Pero se trata de una fase
pasajera, que no perdurará. Cuando el estado de las cosas es plácido,
calmado y sin desórdenes, el hombre puede sumergirse por sí solo en la
atmósfera de la conciencia libre de la ilusión; es lo más elevado que
puede alcanzar. La paz que ahí experimenta es la más sutil de todas y
debe ascender a ella por medio del esfuerzo guiado por la razón, a
través de la meditación. Cuando el gozo es total y completo, no es nada
más que el estado divino, la ansiada meta de la vida. Los hombres
generalmente no van en pos de él porque no saben nada de su atracción
Suprema. La meditación les da el primer indicio de esta bienaventuranza.
En consecuencia, cada uno debe ahora fortalecer su mente y hacerla
consciente del feliz momento de bienaventuranza. De otra forma, hay una
posibilidad de que la mente abandone todo esfuerzo por alcanzar lo que
ahora menosprecia como "vacío" e "inútil". Pero una vez que se convence
de que el momento de armonía con la conciencia es un momento de total
potencia impregnado de energía divina, entonces el esfuerzo no decaerá y
el aspirante espiritual podrá alcanzar, sin más interrupciones, la
realización del Alma.
Con esto como ideal ante nosotros, ejecutemos meditación y mentalmente
repitamos el hombre del Señor. El siguiente escalón después de la
meditación es la meditación profunda, la unión con Dios. La meditación
es la séptima parte del yoga óctuple. No abandonen el camino real que
los lleva a la meta sagrada. La meditación es la base misma de toda
disciplina espiritual.
DESARROLLANDO CONCENTRACIÓN
(Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 9)
La mente caprichosa y volátil viaja de aquí para allá, pero es posible
sujetarla en un punto fijo por medio de la disciplina constante y el
entrenamiento incesante de la práctica espiritual. Tal es el estado
llamado de fijación en un solo punto. También se le llama propósito
único o dharana. El fluir ininterrumpido del aceite vertido de una
vasija a otra es un símbolo excelente de este proceso mental llamado
dharana.
Para los novicios en la práctica espiritual, el dharana o la perfecta
concentración de la mente en un punto interno, con abstracción completa
de lo exterior parece muy difícil de alcanzar, puesto que después de
haber hecho algunos progresos, usualmente no se mantienen firmes en la
práctica. Por el contrario, desisten de ella, aun cuando no gozan de
tranquilidad espiritual durante los días en que abandonan la práctica
espiritual.
El dharana o meditación profunda otorga al hombre el goce divino, la
sabiduría inconmensurable, visión interior, percepción de las verdades
más hondas, entendimiento más claro y unión con el principio
fundamental. La ciencia de la práctica espiritual es más maravillosa que
los tres mundos.
La mente proyecta y lleva a cabo innumerables acciones, y divaga a
través de inmensos espacios, ¡en tan sólo un abrir y cerrar de ojos!
¡Opera a una velocidad inimaginable! ¡Concibe un objeto y se distrae con
él un momento, para descartarlo enseguida por otro más atractivo en pos
del cual vuela y por el cual empieza a preocuparse!
El aspirante espiritual debe vigilar continuamente esta tendencia de la
mente. Cuando la mente vuela de objeto en objeto, deberá regresarla al
camino debido y al objeto debido. Así es la práctica espiritual
correcta, el sendero de la meditación y la perfecta concentración. Sin
embargo, si el aspirante espiritual no lucha por adquirir la fijación en
un solo punto, sino que deja a la mente en libertad de seguir su vuelo
errático de esto a aquello y de aquello a esto más, el proceso merece
ser llamado meditación del simio; un tipo de meditación ciertamente muy
perjudicial para el progreso espiritual.
En breve, el propósito principal de la meditación (dhyana) y la perfecta
concentración (dharana) se halla en minimizar los movimientos de la
mente y en obligarla a quedarse en un sitio. Reteniéndola en ese estado
de fijeza, uno deberá continuar la práctica espiritual durante un largo
tiempo. Entonces no habrá límite a la paz y felicidad que uno podrá
obtener. Cuando, por ejemplo, mediten sobre una mesa, sus pensamientos
deberán girar en torno a la madera, el tamaño y medida, el estilo, la
forma, la manufactura, etc., de la mesa. No deberán permitirse ningún
otro pensamiento que se refiera a otra cosa. Si el pensamiento se cierne
sobre una cama, la idea de la mesa se vuelve nebulosa y la cama también
es imaginada en forma incompleta; ambas se vuelven confusas. El estado
mental debe ser de fijación en un solo punto. Así también, cuando se
medita en la Forma del Señor, la mente debe girar en torno ala forma de
cada parte y a su belleza y esplendor; y estas ideas deben ser
coordinadas y combinadas para formar la imagen completa.
Tal es el modus operandi de la meditación. El ejercicio constante de la
meditación dará como resultado la aparición de una forma particular. Al
contemplar esa Forma, viéndola, mirándola durante días, finalmente se
alcanzará un estado donde la forma desaparecerá y uno se olvida de sí
mismo. Este es el estado de samadhi : a tal estado, cuando un solo
sentimiento o ideación persiste, se le llama la Bienaventuranza Suprema.
Si ningún pensamiento o sentimiento persiste, se convierte en lo que
Patanjali en el Rajayogasastra designó como el fin de la ideación. Desde
luego, la mente es inerte. De la misma manera que el agua, materia
inerte, empieza a brillar al ser puesta al Sol, la mente inerte toma su
esplendor radiante del Alma, y aparenta poseer conciencia. En la mente
se refleja el intelecto y es así que parece como si la mente también
fuese inteligente, eso es todo. Su auténtica naturaleza es la
ignorancia. La mente no posee esplendor propio, como el Alma. El
esplendor de la mente es como la luminosidad de los insectos en tiempos
de lluvias. El Alma, sin embargo, es el Sol de Soles, es el esplendor
radiante de los esplendores radiantes; es la Luz Suprema. Es
Autorrefulgente.
Al meditar no se le debe permitir a la mente que se aparte de la meta.
Cada vez que se sale por la tangente, debe ser guiada de regreso a lá
Forma sobre la cual se está meditando. Finalmente, si uno lo desea,
todas las cosas pueden subordinarse a esa Forma misma. Sin embargo, al
principio sólo se debe meditar sobre una Forma. No se deberá cambiar
cada día de una a otra. Insisto, durante la práctica espiritual uno no
deberá permitirse pensamientos sobre cosas que no le agraden, o cosas
que producen dolor, o cosas que hacen tambalear la fe. Si cualquiera de
ellas llega a introducirse, hay que aprender poco a poco a recibirlas
gustosamente como un elemento benéfico, buscando asimilar lo bueno que
hay en ellas, en vez de lo malo.
Por supuesto, la mente es inerte (jada), como el agua, materia inerte,
comienza a brillar cuando es puesta al sol, la mente inerte toma su
brillo del Atma y se ve como conciencia (Chaitanya). El intelecto
(buddhi) se refleja en la mente, y se ve a la mente como inteligente,
eso es todo, Su real naturaleza es ignorancia. La mente no brilla por si
sola, como el Atma. El esplendor de la mente es como la luminicencia de
un insecto en epoca lluviosa. El Atma, sin embargo, es el sol de soles,
la efulgencia de las efulgencias, la suprema Luz (Paramjyothi),
autoresplandeciente (swayam-jyothi).
Los sentidos, por sí mismos, no pueden hacer nada. No son
independientes. Si la mente es dominada, los sentidos también pueden ser
controlados. ¡Hay gente que se somete al ascetismo de los sentidos, a
fin de controlar la mente! Ignora cuál es la disciplina real que se
requiere. La disciplina real consiste en la destrucción del deseo.
No importa cuán alertas sean los guardianes, un ladrón listo siempre se
las arregla para robar de cien diferentes maneras. Así también, sin
importar cuán habilidosos sean ustedes para controlar los sentidos, la
mente arrastrará a éstos a un lado y ejecutará sus deseos a través de
ellos. Noten cómo el sabio Viswamitra, a pesar de sus austeridades, cayó
en la trampa de las ondinas que Indra envió para tentarle.
Si solamente se cierra la puerta exterior y se deja la puerta interior
sin el cerrojo, es seguro que ocurrirá un robo. Pero si tanto la puerta
interior como la exterior están debidamente cerradas, podrán dormir
tranquilos, pues ningún ladrón, por listo que sea, encontrará fácil
entrar y hacerles daño. El aspirante espiritual deberá, por lo tanto,
establecer su dominio sobre los sentidos externos; entonces la mente,
inmersa como está en la continua sucesión de la relación entre el sujeto
y el objeto, habrá de ser controlada por medio de ecuanimidad y
renunciación. Cuando esto se logra, uno puede gozar la experiencia de la
Bienaventuranza auténtica y también visualizar el Alma, en su verdadera
Forma Divina. Esta es la razón por la cual Krishna en una ocasión le
dijo a Arjuna: "Quienes aspiran a dominar los sentidos deben tener fe
absoluta en Mí".
Los sentidos son extravertidos por naturaleza; ansían los contactos
externos. Por lo tanto, arrastran perpetuamente a los ignorantes hacia
los objetos externos. De manera que el aspirante espiritual, provisto de
discernimiento y renunciación, debe poner obstáculos en el camino de
éstos hacia el exterior y suprimir sus irrupciones, así como el auriga,
que blandiendo el látigo y las riendas, sujeta a los furiosos corceles.
Los sentidos que no han sido controlados pueden causar mucho daño. Las
personas presas de ellos no pueden mantenerse en meditación ni siquiera
durante un solo segundo.
La Forma es fundamental para dhyana (meditación). Aun cuando la Forma no
se halle frente a ustedes, deberán tener la capacidad de visualizarla.
Esto no es tan difícil para aquéllos cuyo dharana es correcto. Pero hay
algunos que practican el dharana sin antes haber cultivado los buenos
hábitos y la conducta correcta. Esto es una señal de conocimiento
incompleto. La Concentracion debe tener como base la cualidad de la
pureza (sathwa-gunas). La mente debe ser purificada mediante el adecuado
tratamiento del carácter a través de los buenos hábitos.El dharana
tiene que seguir a este proceso anterior de purificación y no
precederlo. Todo esfuerzo hacia el dharana sin haber limpiado antes la
mente es una pura pérdida de tiempo. Muchos grandes hombres han
arruinado su vida por aspirar demasiado pronto al dharana, sin poseer la
disciplina de los buenos hábitos.
Repito, para el dharana deberían tener cuidado de no tomar como objeto
algo que no le agrade a su mente; pues por mucho que se esfuercen, la
mente no se concentrará en él. Al principio, pues, tomen algún objeto
que sea fuente de alegría para ustedes.
Siéntense en postura de loto, y fijen la vista en la punta de la nariz.
Durante un minuto al principio, luego durante tres minutos; días más
tarde, durante seis; tras algún tiempo, tanto como nueve minutos. Así,
la concentración debe ser fortalecida gradualmente sin demasiada prisa.
De esta manera, se podrá mantener durante incluso media hora al pasar el
tiempo, pero no deben forzar el paso. Lenta y firmemente, la disciplina
deberá ser desarrollada.
Con la práctica, la mente podrá ser fijada y el poder del dharana se
acrecentará. Para alcanzar el dharana y adquirir fijación en un solo
punto, deberán esforzarse un tanto. Deberán fijar su mente en el Señor
apartando cualquier otro pensamiento del plano mental. Mediante el
ejercicio constante de este tipo, su visión se fijará con firmeza en el
Señor que reside en su corazón. Esa es, en verdad, la meta; el cabal
cumplimiento de la meditación.
El dharana, según el Yogasastra, es la concentración mental sobre un
objeto, sin admitir la más mínima desviación. Sólo el dharana puede
hacer que la meditación se realice con éxito. Su naturaleza misma
consiste en poder fijarse en un solo punto; su poder negará cualquier
vacilación. La perfecta concentración es causada por bienaventuranza. El
Nombre es esencial para la meditación, pues tan sólo él puede asegurar
un éxito rápido. Aunque la fe total no venga con rapidez, uno no debe
darse por vencido ni cambiarla; pues seguramente la práctica nos dará la
victoria. La meditación es fuerza espiritual, la fuerza que alejará la
enfermedad del ciclo de nacimientos y muertes (samsara)..
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