( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 6 )
No es correcto decir que las cualidades y logros necesarios para el
progreso temporal y el progreso espiritual son diferentes entre sí. El
progreso espiritual es precisamente la purificación de lo temporal. El
éxito o el fracaso en cualquiera de los dos depende de la concentración,
la cual también es disciplina espiritual.
Hay dos caminos que la práctica espiritual puede tomar: hacia ningún
punto, o hacia puntos múltiples. El primero es el nivel del sueño. El
segundo es el resultado de dirigir la visión, con los ojos abiertos, a
toda la Creación y los paisajes que nos ofrece. Si evitamos caer en
estos extremos, sin que nuestros ojos estén cerrados como cuando
dormimos, ni totalmente abiertos como en el completo estado de vigilia;
sino parcialmente abiertos y dirigidos al punto central de la nariz, el
equilibrio se convertirá en nuestra propia naturaleza y además, se
llegará fácilmente a la concentración.
Desde luego, esto no significa que fijar la atención en la punta de la
nariz será suficiente. Es una medida inicial; después de concentrar ahí
la atención, se la deberá dirigir hacia el Nombre y la Forma que se
tenga en mente; eso será meditación.
Cuando estén sumergidos en la repetición del Nombre (japa) y la
meditación (dhyana) es posible que otros pensamientos empiecen a
distraerlos; pero no les deberán preocupar, no encierran muchos
peligros. Al iniciar la práctica de la repetición del Nombre, siéntanse
para ello con entusiasmo. Si una tarea se comienza con firme
determinación, no hay impureza que pueda afectarla. Lo que deben
observar es que estén puros cuando empiecen la repetición del Nombre y
la meditación. Tampoco se deben preocupar por las formalidades del
procedimiento. Simplemente, escojan el Nombre que les guste y la Forma
que tiene. Ese Nombre mismo será el mantra (fórmula mística de gran
poder). El mantra es todo, es siempre puro y activo.
Pero no se deberá cambiar de nombre y forma a nuestro antojo, y usar uno
un día y otro diferente al siguiente. Cualquier nombre y forma que les
haya dado contento desde la primera vez que los invocaron, son los que
se deberán conservar a partir de entonces, sin desviarse de ellos. Sin
lugar a dudas, quedarán implantados en su corazón. Después, todo
empezará a ocurrir a través de su gracia. Pues si al obrero se le ordena
cavar la tierra, su trabajo será, simplemente, seguir cavando; sólo el
jardinero sabrá cuánta tierra y de qué manera se ha de colocar debajo de
qué planta. De modo que la orden es: "¡Practiquen la repetición del
Nombre!" Siempre y cuando ustedes continúen efectuando este trabajo, El
mismo les marcará la dirección y la manera mejor de enmarcarlo.
El valor del Nombre y la Forma consiste en la educación que le dan a la
mente. ¿De qué sirve entrenar a un caballo que ya ha sido enseñado? Es
al caballo indómito al que se debe someter por medio de diferentes
métodos. De manera similar, para la mente indómita tenemos la oración,
los cantos devocionales, la repetición del Nombre y el recuerdo de la
Forma. En las etapas preliminares, el caballo corre en muchas
direcciones; pero el entrenador no debe preocuparse por esto; sólo debe
sujetar fuertemente las riendas. Naturalmente, la mente también corre en
diferentes direcciones cuando se inicia en la práctica de la
recordación y repetición del Nombre, pero uno no debe desmayar, ni dar
lugar a la indecisión, la ansiedad o la desesperación. ¡Sujeten bien las
riendas! En poco tiempo controlarán lo que dicen y piensan. Lo único
que no deberán permitir es que nada que los haga olvidar el Nombre del
Señor se interponga; y a su debido tiempo, ustedes mismos se darán
cuenta de los beneficios que el Nombre les reportará.
No deseen comer fruta desde el momento en que el árbol joven se planta.
No arranquen y mastiquen las ramitas y hojas pensando que "de ahí
deducirán el sabor del fruto"... Si lo hacen así, no podrán disfrutar la
dulzura del fruto; además, la planta misma no sobrevivirá.
Así, la tarea de ustedes es sencillamente cultivar el retoño incipiente
llamado el Nombre del Señor. Mientras lo practiquen no deben dudar y
preguntarse si verdaderamente tiene la gloria que se le atribuye. Ese
retoño, sin duda alguna, crecerá hasta convertirse en árbol y dará el
fruto que esperan comer. Ustedes lo pueden lograr, el Nombre del Señor
tiene la capacidad de dar tal fruto. Por lo tanto, el propósito de la
concentración es que ustedes se aferren al Nombre del Señor sin
cambiarlo y mantengan la Forma siempre presente. En la red de la
recordación del Nombre no debe haber ningún agujero; es decir, que
siempre debe hacerse, sin pausas ni intermedios. Si se deja una brecha,
un espacio abierto, ¡el fruto que haya caído en la red puede escaparse
por ahí! Practiquen la meditación hasta que su mente esté firmemente
bajo control. Esa es la tarea primordial.
Dejen que la mente corra por doquier, pero tengan cuidado en no
seguirla, esperando descubrir hacia dónde va. Entonces, deambulará por
aquí y por allá a su antojo, y pronto, ya cansada finalmente, regresará a
ustedes. Es como un niño, que nada sabe. Puesto que la madre lo sigue,
llamándolo hacia ella, se arma de valor y de confianza para avanzar en
cualquier dirección; pero si la madre no corre tras de él y se vuelve
atrás en silencio, el niño regresa a ella por sí mismo.
No presten atención a las divagaciones de la mente. Ejecuten la
repetición del Nombre y la meditación del nombre y forma que más les
agrade, de la manera en que estén acostumbrados; así alcanzarán
concentración y realizarán el deseo de su corazón.
No ocupen sus pensamientos con la idea de la pureza o la impureza
mientras hacen esta práctica de meditación. No hay nada impuro en el
mundo. Si el Señor es inmanente en todas partes y en todo, ¿cómo puede
algo ser impuro? Aun cuando algo aparente ser impuro, en el mismo
momento que se pone en contacto con el Nombre del Señor se purifica.
Pongan atención en este punto: si al responder al llamado de la
naturaleza alguien encuentra un tesoro, ¿dudará en tomarlo porque se
siente impuro en ese momento? La pureza y la impureza son el resultado
de las reacciones mentales a un momento en particular. Cuando alguien da
dinero por caridad, lo da hablando del favor que concede y de la pureza
de su acción. Pero cuando tiene la oportunidad de procurarse dinero,
cualquier momento le parece favorable. La razón de ambas actitudes
reside en la mente.
Similarmente, ningún pensamiento de pureza o de impureza les incomodará
si tienen entera fe y amor por el Nombre del Señor. Por otra parte, si
sienten cierto apremio y descontento, todo tipo de obstáculos superables
e insuperables se presentarán. Por lo tanto, desechen todo sentimiento
de ese tipo. Fortalezcan la fe en la inconmovible santidad del Nombre y
su Forma correspondiente. Crean con firmeza que toda cosa se santifica
por medio de Su Nombre.
Cultiven el Amor por el Señor; su potencialidad es infinita. Una cadena
de acero puede ser rota fácilmente, pero no así la cadena del Amor que
nos une al Señor. Incluso el más cruel de los animales es subyugado con
amor. ¡Es la maya (el mundo ilusorio) del Señor! ¡Qué labor bendita
sería si las aguas de este Amor se dirigieran no a los lagos y bajos en
las desviaciones del río, sino al océano de la gracia del Señor!
Entonces, el individuo se daría cuenta del propósito de la vida. Esta es
la más excelsa Liberación (moksha) . Dirigir sin interrupción el Amor
hacia el Nombre y Forma del Señor; he ahí a la meditación de verdad.
No confundan esta estancia temporal con su morada eterna. Ni tampoco
deben descorazonarse ante los problemas pasajeros y las tragedias
efímeras. Sumérjanse en el esfuerzo por alcanzar al eterno Señor. Toda
cosa en este mundo está sujeta al deterioro; si no hoy, tal vez mañana,
pero está destinada a desintegrarse, ¿verdad?
No es correcto rechazar al Señor, quien está ligado a ustedes
eternamente, extraviándose en el mundo, ¡con el qué están ligados por
unos días únicamente! Como ha sido escrito:
"...Los parientes nos acompañan hasta la entrada del cementerio, y tal
vez hasta la fosa; pero recordemos que nuestro pariente verdadero es el
Señor".
El nunca los abandonará. Teniendo en cuenta el número de nacimientos por
los que han pasado, ustedes han tenido innumerables madres y padres,
esposas y maridos, hijos e hijas, amigos y enemigos, pero ¿subsisten hoy
en día? ¿Acaso esos familiares recuerdan tales parentescos? Ustedes no
son nada para ellos, ellos no son nadie para ustedes. Pero tanto ustedes
como ellos tienen al Señor en común, como el pariente inmutable; El
subsiste a lo largo de todos los nacimientos. El es eterno. El cuida de
ustedes de nacimiento en nacimiento. ¿Puede haber mayor tragedia que
olvidar a semejante Señor?
Llega un momento en que los sentidos se debilitan e incapacitan,
rehusando funcionar; en que los familiares, la mujer, los hijos y los
amigos rodean nuestro lecho de muerte, mientras que los mensajeros de la
muerte nos apremian a emprender el camino sin tardanza... ¿Quién de
nosotros puede saber cuándo y cómo será llamado? Antes que llegue ese
momento, estemos preparados con el pensamiento de Dios.
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