Libros escritos por Sai Baba
(Impreso
en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 5)
Lo
visto es transitorio; esto es visto a travez de la meditacion. Cuando los
individuos andan errando sin rumbo sin conocer el camino en tierra extraña y
llega alguien para dirigirlos por el camino correcto, no solamente se ríen de
él y lo denigran, sino que se acarrean más confusión y ruina. Pero hoy en día
el hombre ha hecho un hábito el corromper el Amor de estas encarnaciones
divinas, para convertirlo en veneno a través de su ignorancia sobre la labor
servicial que tales guías han venido a desempeñar.
El
amor y la destrucción nacen del mismo lugar. ¡Observen! El mismo mar que
produjo gemas, la luna, el néctar y la diosa de la riqueza, también produjo el
veneno destructor del mundo. Bajo estas circunstancias, el hombre debe como Sr¡
Narayana (Señor Dios) aceptar lo bueno y auspicioso; de otra manera no podrá
tener ni el néctar ni a Lakshmi, la Diosa de la Fortuna. Los heroicos y
aventureros, como Shiva, pueden tomar el veneno como su recompensa.
Este
mar de la vida (samsara) que es transitorio, turbulento a causa del oleaje de
la alegría y el dolor, sólo podrá ser cruzado por aquéllos que posean el
irreductible deseo por alcanzar la esencia de la Bienaventuranza. Los demás se
hundirán.
La
capacidad para superar los gunas (atributos de la materia) de la naturaleza
(prakrithi) no es inherente a cualquiera. Nos llega con la gracia del Señor, y
esta gracia se debe ganar por medio de la repetición del Nombre del Señor y la
meditación. Desde el principio se debe entender claramente esto: controlar las
tendencias de la naturaleza es imposible para todo el mundo. Solamente aquéllos
que tienen dominada su naturaleza y cuyas órdenes ésta obedece, tienen tal
poder.
La
naturaleza (prakrithi) es la base de todo en el Universo. Es la base de la
Creación y de la existencia: hombres y mujeres, bestias y pájaros, árboles y
plantas; todos ellos son naturaleza. De hecho, todo lo visible es inseparable
de la naturaleza. En esta naturaleza interminable, el elemento activo es el
Señor. Esta verdad debe ser experimentada para que no pueda escapar de la
conciencia, y la disciplina necesaria para conseguirla es también la repetición
del Nombre del Señor y la meditación. La naturaleza es como el océano: aun
cuando se agite levemente, gran número de seres vivientes serán destruidos. Cuando
el mar apenas se encrespa, los barcos que lo navegan son sólo cascarones
huecos. En ningún momento podemos cruzar el mar por obra de nuestro propio
esfuerzo solamente. La gracia del Señor es esencial; entonces, oremos por esa
balsa, y habiéndola obtenido, podremos alcanzar la orilla en un instante.
En
este mundo todo es efímero y transitorio. Lo que hoy está aquí, puede no
estarlo mañana. Entonces, si deseamos pedir algo con todo corazón, busquemos al
Señor, que nunca se rehúsa. Sin embargo, si pedimos descendencia, riqueza y
confort, sufriremos una congoja inexpresable en el momento de ser llamados a
dejarlo todo y partir. En ese momanto nos lamentaremos: "Oh, ¿para qué he
amado tanto si ahora debo llorar con dolor tan profundo?" En esta vida
transitoria, la alegría y el dolor son inevitablemente transitorios.
Enfrascarse en la búsqueda de lo evanescente y mudable, y olvidar lo supremo e
inmortal, es ciertamente humillante para el hombre. Ignorar al Señor que está
libre de maya (lo ilusorio) y usar el tiempo en lo que está saturado de maya
(la mezcla de ficción y realidad) es infructuoso, y su último resultado será la
congoja. No existe nada en este mundo a lo que se le deba rendir culto como
eterno. No importa a quién se ame, ese amor tendrá fin.
Es
el mismo Dios el que da y quita; El da y quita como y cuando lo desea. Todo es
suyo; entonces ¡cuán necio es lamentarse cuando El recobra lo que a El le
pertenece! En consecuencia, el hombre sabio no languidece por nadie ni siente
apego indebido por nada. Dejemos que toda añoranza y todo apego sean para el
Señor. Sólo El es eterno; El es la fuente de toda alegría. En cuanto al resto,
ama las cosas como cosas y nada más. Ama al hombre como hombre y nada más. Si
los amas como algo más, será señal de que estás engañado sobre su verdadera
naturaleza. Es sólo por un tiempo muy corto que podemos comportarnos como si la
casa que rentamos fuera propia, porque tan pronto como el contrato se termina,
otro la ocupa.
Si
piensas de esta forma, tú sabrás que la esposa, los hijos, las posesiones, los
parientes, no son tuyos por mucho tiempo. Entonces, ¿por qué desperdiciarse
preocupándose por cosas tan impermanentes? Un millonario puede comer hasta
llenarse el estómago, pero nada más. El hombre llega a este mundo como un viajero
que se refugia en una posada al caer la noche y al amanecer vuelve a partir. Va
hacia su objetivo de posada en posada y de etapa en etapa. Es conveniente mirar
la vida bajo esta luz.
Los
animales con muchas patas tienen que arrastrarse por el suelo, el hombre sólo
tiene dos piernas y por eso puede moverse libremente. A mayor número de
piernas, mayor dependencia y restricción. Ahora, supongamos que él se casa;
entonces tendrá cuatro piernas y se habrá convertido en un cuadrúpedo. Más
tarde, cuando tiene hijos, hijas, yernos y nietos, se verá transformado en un
ciempiés común, capaz de moverse solamente arrastrándose sobre la tierra. Ya no
puede mantenerse erecto; perdió su libertad de movimiento; debe arrastrarse
lentamente sobre la ciénaga de los objetos materiales; no tendrá el tiempo ni
la inclinación para asegurarse la gracia de Dios.
Las
ataduras al mundo tienen corta vida, la gente ha nacido muchas veces
anteriormente y ha agotado su existencia amando, sumergiéndose en el amor y
adhiriéndose a otros, pero ¿quién conserva algún recuerdo de eso? ¿Acaso
alguien sabe adónde se fue todo? ¿Puede ahora preocuparse por quienes amó
alguna vez? ¿Acaso los recuerda, aunque sea de cuando en cuando? No. El mismo
amor y apego existían entonces, pero con el paso del tiempo se olvidaron.
Así
también, cuando uno parte de este mundo, el amor que tenía por otros, así como
la alegría, el dolor y la felicidad que conocimos a través de ese amor, se
olvidarán. Como en los campos de juegos de los niños, el escenario de las acciones
del hombre también irá cambiando de aquí para allá y de allá hacia otro lado.
Mientras fijan sus mentes en lo inseguro y cambian sus amores, ¡cuán trágico es
que la gente olvide el cultivo de las disciplinas que le darán la permanente
Bienaventuranza del Señor!
El
hombre, en todas partes, se encuentra abrumado de preocupaciones durante las
veinticuatro horas del día. ¿Es justo aumentar su carga? ¿Quién podría ser tan
cruel como para agravar, en vez de aliviar, los sufrimientos de un moribundo?
Si el mar ya está agitado, ¿nos atreveríamos a añadirle un huracán? Por tanto,
aprendan a dibujar una sonrisa en el rostro de los desesperados. Sonriamos
nosotros mismos y hagamos sonreír a los demás. ¿Por qué entristecer más a un
mundo ya triste con nuestra propia desesperación, nuestros lamentos y nuestros
sufrimientos? Adopten la repetición del Nombre del Señor y la meditación para
mitigar su congoja; conquisten su dolor y arrójense en las frescas aguas del
mar de la gracia del Señor.
¿Por
qué tienen que reñir los viajeros durante la noche sobre cosas inútiles, en
lugar de aprestarse a dejar la posada al amanecer y empezar una nueva etapa de
su peregrinaje? Riñendo, pierden el sueño y se privan a sí mismos del descanso;
no tienen la energía suficiente para continuar el viaje. Así que no se
preocupen mucho por las cosas del mundo. Las preocupaciones llevan a una prisa
sin sentido y a una pérdida de tiempo; tiempo que sería mejor emplear meditando
en Dios.
Todos
los seres vivientes son actores en este escenario, del cual salen cuando cae el
telón o cuando terminan su parte. En ese escenario uno puede representar el
papel de ladrón, otro el de rey; un tercero puede ser el payaso y otro más un
mendigo. Para tantos actores sólo hay Un apuntador.
Aquí
hay ciertos puntos que deben ser entendidos claramente: el apuntador no va a
salir a escena para apuntar a la vista de todos. Si así lo hiciera, el drama
perdería interés. Así que, oculto tras unas cortinas, en el fondo del
escenario, él da instrucciones a todos, sin tener en cuenta el personaje en
particular, sino quién es el que más lo necesita. De la misma forma, el Señor
está tras bambalinas en el escenario del mundo, señalando a todos los actores
sus diferentes partes.
Por
eso todos los actores deben ser conscientes de su presencia tras la cortina de
maya. Ellos deben mantenerse atentos para recibir la más sutil sugestión que El
pudiese hacerles, con el ojo puesto en El y el oído alerta. Si en lugar de
hacerlo así, el individuo se olvida de la trama y la historia (es decir, la
tarea para la que ha venido y las correspondientes obligaciones) y desatiende
su presencia tras bambalinas simplemente parándose como un tonto en el
escenario, el público se reirá de su tontería y lo acusará de arruinar el
espectáculo.
Por
estas razones, cada actor que ha de desempeñar el papel de hombre en el
escenario del mundo, debe primero aprenderse bien las líneas de su papel y
después, recordando que el Señor está detrás de la cortina, esperar sus
órdenes. La atención debe estar en ambas: las líneas que ha memorizado y las
instrucciones del director. Solamente la meditación nos da esta concentración y
esta conciencia.
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