( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 8 )
Aquéllos que se dejan guiar por los impulsos y los instintos, yerran por
el mundo como borrachos, desprovistos de la capacidad de discernir
entre el bien y el mal, lo verdadero y lo falso. La influencia
arrolladora de estos impulsos animales les hace olvidar las espantosas
consecuencias de haberse rendido a ellos; no tienen ni temor ni
vergüenza, sino que simplemente se divierten en la búsqueda de placeres
mundanos y en la acumulación de comodidades, en el puro goce de los
lujos. Para aquéllos hundidos en tales impulsos, el intelecto les
resulta una posesión inútil que jamás se ejercita. Al perseguir
constantemente los placeres de los sentidos, los vasanas se fortalecen y
solidifican, echando sus raíces a mayor profundidad cada vez.
Por ello, en el Bhagavad Gita se nos ha dado el consejo de que
renunciemos al fruto de nuestros actos. Los vasanas se fortalecen porque
los frutos siempre están presentes en la mente toda vez que realizamos
alguna acción. Esto hace que los hombres se vuelvan orgullosos y
presuntuosos y que siempre traten de enfrentarse a los demás con el
orgullo por delante. Los vasanas los esclavizan, y bajo su influencia se
rebajan a emprender incluso las bajezas más viles, con el propósito de
enriquecerse y obtener el dinero que necesitan para satisfacerlas.
Empiezan a adorar al dios de las riquezas. Desde luego, la riqueza es
esencial; pero la riqueza excesiva, la riqueza que causa preocupación,
ansiedad y dolor no es nada deseable. Uno no debe buscar adquirir
riquezas hasta ese punto.
Los hombres, además, se desviven por ganarse las alabanzas de los otros y
por evitar ser culpados de nada. Esto también ha de clasificarse como
un vasana impuro.
El mundo es un nido de cuervos; algunos graznan alabanzas; otros graznan
cargos. Pero el hombre debe estar por encima de las alabanzas y las
acusaciones. No presten atención a la lisonja: trátenla como algo que
los demás escupen. Sólo entonces podrán ser libres y gozar de la
auténtica felicidad. En lo que se refiere a la culpa: observen cómo el
mundo no ha evitado que incluso Rama, Krishna, Vishnú, Shiva o Baba se
hallen a salvo de esa tendencia de buscar a quién culpar. Se habla mal
incluso de los dioses, ¡atribuyéndoles a esos seres perfectos, motivos
malvados y malas acciones!
¿Qué consideración se puede esperar hacia el común mortal de personas
con una mente tan sucia? Cualquier pretexto les es suficiente. El hombre
blanco odia al negro; el hombre negro al blanco. El adorador de Shiva
calumnia al adorador de Vishnú, el adorador de Vishnú rumorea contra el
adorador de Shiva. Así como todo el mundo ama su propia religión, su
lugar de nacimiento y a sí mismo, ama también sus correspondientes
ritos, ceremonias y formas de culto. Este amor toma la forma de alabanza
de la religión propia y de burla de la ajena. Aunque todo esto tenga
que ver con la relación de uno con Dios, tales impulsos son y deben ser
clasificados como vasanas impuros.
Tales actitudes bajas, saturadas de ignorancia, tienen que ser
eliminadas con la repetición del Nombre y la meditación que llenan el
corazón del conocimiento del Ser amplio y universal; entonces los
impulsos limitativos desaparecen. Son transformados y transmutados en
impulsos benditos.
¡En verdad asombra el porqué el hombre no pone todo de su parte para
eliminar los vasanas impuros, puesto que cuando toma esa senda sólo
obtiene dolor, tristeza y agonía! Los efectos engañosos de tales
instintos e impulsos le hacen creer que se encuentra en la senda
acertada hacia la meta de la felicidad. Debido a ello es reacio a
desecharlos; ello explica por qué se aferra a ellos tan firmemente. Si
leyese algunos buenos libros relativos al Alma Suprema, su cerebro se
podría esclarecer. Al menos, adquiriría una comprensión de la esencia de
los Sastras (Códigos morales).
El número de Sastras es incontable. La vida es demasiado corta para
estudiarlos todos y los obstáculos en el camino de su comprensión son
demasiados también. ¿De qué sirve sumergirse en libros tontos o en
Sastras que traban la lengua, de qué sirve aprender acerca de formas de
devoción que no se ponen en práctica? Todo ello es una pérdida de tiempo
y esfuerzo. El pasarse todo el tiempo estudiando, lejos de la práctica,
también merece ser condenado como un vasana impuro.
¡Escuchen! Bharadwaja estudió los Vedas durante tres vidas sucesivas. Al
nacer por cuarta vez, empezó a leer de nuevo. Así que Indra llegó hasta
él y le enseñó el Conocimiento Superior y le confió el secreto de la
Liberación. Entonces Bharadwaja dio fin a sus lecturas y sus estudios y
entró en la dura y concentrada disciplina de la meditación. Realizó el
Atma.
El estudio resulta un ejercicio inútil si la esencia no es absorbida y
practicada. La voracidad por leer sobre todo tipo de materias y tópicos
no es, en verdad, un impulso demasiado sano.
En tiempos pasados, Durvasa, el santo, se presentó ante Shiva con una
carretada de libros religiosos; Narada entonces le comparó al burro
proverbial, pues demasiado apego a los libros es por sí mismo un hábito
indeseable.
"Aunque uno cargue el peso de multitud de libros concernientes a todas
las ramas del saber, y aunque uno los pueda haber leído todos, las
enseñanzas que encierran no pueden ser entendidas en absoluto si no se
cuenta con una auténtica experiencia práctica. El mero orgullo de
aprender es por sí mismo un vasana impuro, el vasana de la codicia."
Cuando Durvasa oyó tales palabras se iluminó, tiró inmediatamente todos
los libros al mar y se sumergió en la meditación profunda. Vean cómo los
sabios piensan que la meditación es de una importancia capital para
alcanzar el entendimiento total.
Es imposible saber la verdad del Alma, ya sea mediante el estudio de los
innumerables Sastras o la adquisición de erudición, o el aguzamiento
del intelecto, o la búsqueda de discusiones dialécticas. No es posible
realizarla por esos medios. Svethaketu, el hijo de Uddalaka, era un gran
erudito. Cierto día, el padre llamó al hijo y le dijo: "Svethaketu,
¿has comprendido el Sastra gracias al cual todos los Sastras pueden ser
elucidados?" El hijo respondió que no sabía de la existencia de tal
Sastra y que no lo había aprendido. Entonces Uddalaka le enseñó el
Sastra incomparable del Conocimiento Superior que otorga el conocimiento
de la verdad del Alma.
Por lo tanto, el hombre debería, en primer lugar, entender con claridad
los hábitos de su mente, sus tendencias y actitudes. Sólo entonces es
capaz de controlarla y dominarla; purificar y desarrollar su memoria,
voluntad e imaginación.
La mente es caprichosa y volátil por naturaleza. Es como el viento. Por eso Arjuna se la describió así a Krishna:
"Oh Krishna, la mente es muy caprichosa; se mueve velozmente, es muy poderosa, es muy difícil de controlar".
Chanchalam hi manah Krishna Pramaathi balavath dhridham Thasyaaham nigraham manye Vaayoriva sudhushkaram.
Luego Krishna replicó: "Arjuna, sin duda lo que has dicho es correcto,
pero mediante la atención ininterrumpida y la disciplina, y mediante la
práctica de la renunciación, es posible, controlarla. Por lo tanto,
practica, como primer paso, meditación".
Los impulsos y los deseos han de ser suprimidos para poder adquirir el
dominio sobre la mente. Los deseos excitan a la mente y la hacen
precipitarse tras los sentidos, así como un perro corre tras su amo. El
individuo, ¡pobre de él!, cae en las redes de maya (la ilusión),
producida por los sentidos, los creadores de ilusiones, y por la mente
ansiosa de placeres. Para escapar de esa agonía, uno deberá contar con
la meditación: verse libre de las garras del deseo y la esclavitud de
los sentidos. Hagan repetición del Nombre del Señor y meditación.
Entonces podrán cultivar y desarrollar de manera apropiada su voluntad y
también su memoria e imaginación. Sin la meditación es imposible
controlar y tener dominio sobre la mente. Todos los demás métodos son
inútiles como lo es intentar amarrar a un elefante en celo con un hilo
delgado y minúsculo. La meditación es esencial para sumergir a la mente
en el Alma.
Por lo tanto, primero libérense de su esclavitud de los deseos. Algunos
estudiantes y padres de familia se reservan unas cuantas apetencias y
deseos para su personal satisfacción, mientras que desechan el resto.
Incluso aquellos padres de familia que se hallan entregados ala
concentración, al dharana o meditación profunda y a otras prácticas
parecidas, encuentran difícil renunciar a ciertos deseos; retienen éstos
para su secreta satisfacción. De tal modo que desgastan sus energías y
alcanzan mínimos progresos en la práctica espiritual a la que están
entregados. Estos aspirantes resbalan por la pendiente que tan
laboriosamente escalaron. Para poder controlar la inconstancia, la
meditación es de enorme ayuda. No basta si un sentido es dominado; todos
deben ser conquistados, desde todos los ángulos. Indudablemente esto es
una tarea muy difícil; ustedes podrán sentirse con ganas de abandonar
por completo la lucha, pero no se descorazonen. Sean pacientes y
perseverantes; al final el éxito será de ustedes. Pero no deberán, como
algunos aspirantes espirituales, desviarse del camino de la disciplina
tan pronto como sientan que no están logrando todo lo que esperaban. Ese
no es el camino de la victoria; perseveren, sean pacientes y ganen la
victoria final.
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