( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 9 )
Deberán esquivar los difíciles obstáculos en la senda de la meditación, a
saber: el enojo, el orgullo, la presunción, la tendencia a encontrar
faltas en los demás, la malicia, etc. Estos operan incluso a nivel
subconsciente, como las corrientes en las profundidades del océano.
El aspirante espiritual deberá cuidarse de no enojarse nunca, por ningún
motivo, pues eso impedirá su progreso. Deberá cultivar amor hacia
todos, y humildad. Así se podrá despojar de los hábitos indeseables,
puesto que el enojo es la madre de toda conducta errónea. El enojo puede
hacer caer a cualquier persona en los malos hábitos, en cualquier
momento y de cualquier forma. Así que, ante todo, debe ser sublimado al
principio mediante un esfuerzo sistemático.
El aspirante espiritual debe aceptar gustosamente la denuncia de sus
defectos por parte de quien sea; deberá verdaderamente sentirse
agradecido hacia aquéllos que se los señalen. Jamás deberá albergar odio
contra ellos, pues eso es tan malo como odiar lo "bueno". Lo "bueno" ha
de ser amado y lo "malo" descartado. No olviden: lo "malo" no debe ser
odiado. Debe ser desechado, evitado. Sólo tales personas lograrán su
progreso en,la meditación y sabiduría espiritual.
La presunción, la envidia, la exhibición rajásica de la superioridad de
uno, el enojo, el ansia de informarse sobre las debilidades de los otros
y sus fallas, el engaño; todos éstos son obstáculos en la senda de la
meditación. Aun cuando no sean abiertamente mostrados, los impulsos
interiores que nos empujan en esas malas direcciones están latentes en
la mente.
De la misma manera que cuando abrimos un cuarto que se ha mantenido
cerrado durante mucho tiempo, lo encontramos lleno de polvo y oliendo
mal, y después de ventilarlo y limpiarlo se vuelve nuevamente habitable,
así la mente debe ser limpiada con meditación. El aspirante espiritual
deberá, mediante la autoobservación intensa, examinar su mente, su
contenido y su estado. Mediante los apropiados hábitos disciplinarios
deberá eliminar, poco a poco, sistemáticamente, la suciedad acumulada.
La presunción, por ejemplo, tiene raíces profundas y es inconmovible. En
la mente rajásica (inquieta) echa múltiples ramas en todas direcciones y
se extiende por doquier. Podrá aparecer seca y durmiente durante algún
tiempo, pero brotará fácilmente de nuevo. Tan pronto como surge una
oportunidad para que se muestre, alzará la cabeza y se quitará la
máscara. De modo que el aspirante espiritual debe mantenerse siempre
vigilante.
En lo que se refiere al enojo, el aspirante espiritual ha de vigilar
hasta los asuntos más insignificantes que lo puedan provocar, porque si
se descuida no podrá lograr ni el menor progreso. Tales personas deben
cultivar un espíritu humilde y amoroso. Entonces desaparecerán los
rasgos negativos del carácter. Algunos aspirantes espirituales se llenan
de enojo cuando alguien descubre y les hace saber los defectos que
poseen, lo cual empeora la situación.
El aspirante espiritual siempre debe tener visión interna; si permite
que su mente vague hacia el exterior no podrá identificar sus propias
faltas. El orgullo impide la visión interna y causa confusión cuando uno
trata de examinar su mente. Si el aspirante espiritual desea alcanzar
el éxito, debe inclinarse ante aquéllos que le señalen sus fallas. Esa
es la manera de progresar ágil y velozmente en el camino de la
meditación. El aspirante espiritual deberá esforzarse para no dar ya más
cabida a sus fallas.
Es una tarea difícil el deshacerse del orgullo y el amor propio pues
¡cada uno de ustedes ha venido formando su presente vida desde antes del
principio del tiempo! Cada uno ha estado permitiendo a la mente que
fluya en la dirección que le plazca desde tiempo inmemorial. Así que es
muy difícil ahora cambiarla de su ruta acostumbrada y encaminar sus
pasos en otra dirección.
El individuo que se encuentra lleno de orgullo se complace en ejercer
autoridad sobre los otros. No estará de acuerdo con los demás en que
ésta es una manera de "esclavizarse" porque los argumentos de los otros
no son los suyos. Ve todo a través de anteojos empañados por el humo del
egoísmo y el amor propio. "Mis palabras son verdad", "mi opinión es la
correcta", "mis acciones son buenas"... Así piensa y así pasa sus días.
Tal comportamiento es muy perjudicial para los aspirantes espirituales.
El aspirante espiritual debe estar deseoso de que se le hagan críticas
positivas, o se le den sugestiones y consejos, vengan de donde vengan.
Además, el aspirante espiritual (sadhaka) deberá minimizar toda
discusión y argumentación, pues éstas fomentan un espíritu de
competencia y le conducen a uno a emprender represalias coléricas y
peleas vengativas. No se esfuercen por ganarse la estima del mundo. No
se sientan humillados o furiosos cuando el mundo no les reconozca sus
méritos. Aprendan esto primero y ante todo, si es que aspiran al
progreso espiritual. No deben ponerse contentos cuando se les alaba;
allí yace una trampa mortal que puede hasta llegar a hacerles perder el
camino, poniendo en peligro su adelanto.
Así que deberán reformar sus características y hábitos mentales.
Cultiven el hábito de jamás causar dolor a los demás. Traten de
comprender a los otros y de compadecerlos; traten de hacer cosas que los
ayuden. Entrénense para recibir los insultos y críticas como
"condecoraciones" que se les otorgan. Esfuércense bastante para ser
amistosos con todo el mundo, sea cual sea la naturaleza o conducta de la
gente. Para progresar en la concentración y en la meditación se
requiere de un sentimiento de alegría, aunque muchas cosas los privan a
ustedes de una atmósfera de alegría. Así que deben orar con sinceridad, a
fin de poder liberarse de todo obstáculo. La recitación o repetición de
mantras (fórmula mística de gran poder) será de gran ayuda.
En la tercer era de la humanidad (Dwapara-yuga) Krishna dijo :
"Cuando empiecen a fijar sus pensamientos en Mí, todo pensamiento que los intranquilice y agite será calmado por mi gracia".
Mathchiththah sarva dhurgani mathprasaadhaath tharishyathi.
La disciplina de la meditación debe ser seguida rigurosamente. De hecho,
la meditación significa "disciplina". Disciplina, regularidad, Firmeza.
Estas son las bases esenciales de la meditación. Si el aspirante
espiritual mantiene estas cosas en la mente, podrá obtener rápidos
resultados. La meditación es una cura excelente para la enfermedad del
ciclo de nacimientos y muertes. Junto con ella también se debe tomar
otra medicina; su nombre es el contento. Si en la mente hay contento,
uno vive en el regocijo de un festival interminable. La codicia hace
vacilar a la mente; es un fuego que todo lo consume y que destroza lenta
y seguramente al hombre.
El camino real hacia la meditación es el contento. Así como un viajero
que ha transitado bajo el sol quemante muchas leguas se siente
refrescado cuando toma un baño en las aguas límpidas de un lago fresco y
sombreado, así también el individuo infeliz que se debate en el fuego
ardiente de los deseos se siente feliz y aliviado cuando se baña en el
lago del contento.
A las puertas de la liberación y la autorrealización están situados
varios guardias para pedirles sus credenciales. Son el equilibrio
mental, la alegría, el contento, la paz interior, la indagación, el
discernimiento, etc. Si tan sólo se hace amistad con uno de los
guardias, los otros facilitarán su entrada. El primero de la serie es la
felicidad. Si se ganan a la felicidad, el contento será de ustedes. Y
el contento es la fuente más preciada de felicidad y la posesión más
valiosa. Es tanto como un imperio.
Sin el contento, los deseos y la codicia alcanzan proporciones
peligrosas y obnubilan inclusive el poder del discernimiento. El deseo
se convierte con facilidad en codicia, y la codicia degenera en avaricia
y lujuria. Esos impulsos obligan al hombre a correr de objeto en objeto
en una loca persecución de los goces sensuales pasajeros. ¿Cómo pueden
tales hombres desarrollar la facultad de concentración? Y sin la
capacidad para concentrarse, ¿cómo pueden emprender la meditación? Y sin
la meditación, nadie alcanzará el Principio Divino.
Aconséjenle a la mente: "¡Oh mente que fluyes tan velozmente en tantas
direcciones!, no me arrastres en la corriente de los objetos, en el
camino de los deseos sensuales, arruinando mi vida. En vez de eso,
condúceme al Señor. Por favor, fluye en esa dirección". Desechando todo
deseo que no sea éste, siempre contentos, piensen tan sólo en su Nombre y
su Forma, con exclusión de todo lo demás. Esta meditación es la paz
verdadera, la felicidad genuina.
El regocijo no vuelve a nadie un perezoso, recuérdenlo. Es un atributo
del verdadero carácter equilibrado. Hará que la mente se vuelva siempre
hacia el Señor. Los salvará de la tribulación de buscar satisfacer las
apetencias sin importancia y las necesidades egoístas. Dirigirá el
talento humano hacia los esfuerzos que elevan. El hombre contento será
también un hombre que dice la verdad y, por lo tanto, se encontrará en
comunicación constante con el Alma. Esto significa que podrá sumergirse
en la meditación durante largos períodos sin descanso o sin sentir
fatiga. La meditación es el único método para contrarrestar las
actividades mentales que surgen, tomando mil direcciones; no existe otro
método en absoluto.
La capacidad para concentrarse es una cualidad muy útil. Deben vigilar
las divagaciones de su propia mente: cómo viaja, qué objetos persigue,
etc., y lentamente, mediante la meditación, deberán enseñarle a quedarse
quieta y comportarse benéficamente.
Que no les preocupe el ambiente insatisfactorio en que se encuentren.
Desde luego, el lugar puede tener algunos inconvenientes y puede no ser
ideal. Pero no sirve de nada el tratar de huir de todo ello. Podrán
sobreponerse a los inconvenientes entrenando su propia mente.
¡Permanezcan en ese mismo lugar y oren al Señor! Oren para que El les
llene con sus pensamientos y su visión, haciendo que pasen por alto los
defectos del medio. No busquen la comodidad, pues la comodidad puede no
ser conducente ala meditación. Aprendan a estar cómodos en cualquier
sitio. Eso es mejor. Vivan felices dondequiera que se encuentren; ésa es
la manera. Regocíjense en el reino de su mente; adoren ahí al Señor que
han elegido como su meta y libérense de todos los defectos del medio
ambiente natural o humano. Entonces lograrán que ningún sitio les sea
molesto y que ningún lugar les parezca desagradable.
El orgullo es un vicio insidioso; así que al menor indicio de la
enfermedad, hagan cuanto puedan por erradicarla, retirándose a un lugar
solitario y emprendiendo la meditación. La tardanza es peligrosa:
"Incluso el néctar divino, si tarda en tomarse, se convierte en un
veneno", dice el proverbio. Recuérdenlo y actúen sin tardanza. La
meditación aquieta la mente agitada, la vuelve clara y la llena de
felicidad.
Muchos en este mundo, incluso entre los estudiosos, no invierten el
tiempo de vida que se les ha otorgado en la persecución de ciertos
ideales elegidos. Por lo tanto, su vida terrenal es como el viaje de un
barco golpeado por la tempestad en medio del océano, que ha perdido
tanto el ancla como la brújula. Esa gente se debate angustiada entre
metas e ideales opuestos; presta oídos a llamados diversos y su vida
termina en la perdición y el fracaso, pues dice una cosa y, en su
ignorancia y temor, hace la opuesta. La meditación les otorga fijeza de
propósito, valentía y también sabiduría.
Los sentimientos que brotan de la mente, clasificados como sátvicos
(puros), rajásicos (inquietos) y tamásicos (inertes y esclavizantes),
también han de ser vigilados y purificados. Los rajásicos y los
tamásicos tienen que ser arrancados de raíz. La meditación es el arma
para esta tarea.
El sendero de la meditación destrozará la ignorancia y otorgará la unión individual con el Principio Divino.
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