( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 4 )
La gente se ocupa de cultivarse en diferentes formas, pero la más
importante de todas es el cultivo de las experiencias espirituales. Toda
cultura está basada en el cultivo del espíritu. Este es el rey de las
culturas. El rey legisla, pero está más allá y por encima de las leyes.
Así también, toda ley y reglamento, toda distinción entre lo bueno y lo
malo, entre el pecado y la virtud, entre la alegría y la pena, afectan
solamente al individuo, que le atribuye importancia a las inexpertas
mentes e intelecto y no al Alma. Así que el cultivo de la experiencia
del Alma es esencial para todos, es convincente y autotrascendente.
También es fácil, ya que el Alma es la madre de todo y escucharla es tan
natural como el hijo escuchando a su madre. Todos tienen la capacidad
de experimentar esto; más aún, todos tenemos el derecho a ello. Por eso
doy tanta importancia a la disciplina del Alma.
El Alma es conocida también como Brahman (el Eterno), así que el estudio
o aprendizaje del conocimiento del Alma o conocimiento de Brahman, debe
ser considerado como el objetivo por todo estudiante.
Los estudiantes deberán ganarse algunas capacidades fundamentales; sólo
entonces merecerán el status de estudiantes; ellas son: discernimiento,
renunciación y las seis cualidades que constituyen un buen carácter. Los
aspirantes poseedores de ellas pueden esperar confiadamente y sin
mayores dificultades alcanzar el Alma.
El Alma Suprema tiene seis características principales: la más completa
sabiduría, el más completo desapego, la belleza absoluta, el esplendor
absoluto del poder, la fama irreductible y la inagotable fortuna. Su
naturaleza es Existencia Absoluta (Sat), Conocimiento Absoluto (Chit) y
Bienaventuranza Absoluta (Ananda); éstos se relacionan con el hombre a
través del Alma que hay en él. Por lo tanto, la humanidad entera tiene
el derecho de realizar y disfrutar de estas circunstancias y de esta
naturaleza. Es el deber señalado. Las tribulaciones del mundo actual se
deben al no cumplimiento de ello por el hombre.
El hombre común está actuando en su vida diaria de forma contraria a los
códigos de conducta dictados por el padre de familia, no sigue el
sendero establecido por los Sastras (Escrituras religiosas de la India) y
el Manusmrithi (Código social recopilado por Manu). La Verdad es la
virtud más sagrada, pero él, llevando una vida muy primitiva, pierde el
valor ante el menor contratiempo y renuncia a la aventura de la vida;
desarrolla una especie de seudorrenunciación. Si entrara en la vida del
devoto laico con la actitud de llevar a cabo su deber, entonces no
tendría necesidad de huirle buscando cuevas y bosques donde esconderse.
Cada uno puede realizar al Señor en lo que le ha tocado como su deber,
dentro de su obligación personal.
La contemplación del Señor debe realizarse en unión con el correcto modo
de vivir (vida dhármica). Este tipo de vida no necesita de un status
determinado, ni de la erudición ni de la vanidad, que sólo extravían al
hombre. Unicamente a través de una vida parecida se pueden controlar la
mente y el intelecto, cultivar la conciencia de la realidad del Alma y
sublimar la voluntad.
Para que el Alma sea realizada en nosotros es esencial poseer un buen
carácter; es decir, todas las tendencias negativas deben ser
desarraigadas. Así como un ejército se desalienta y se rinde cuando su
comandante cae, el ejército de las malas cualidades se rendirá tan
pronto como el egoísmo sea destruido, porque todas éstas son originarias
del reino de la cólera, y si se devasta esa región, sus soldados ya no
podrán recuperarse jamás. Aunque lo anterior sea lo único que se logre,
será suficiente, porque ¿qué podrá hacer el comandante de las acciones
sin que ni siquiera un soldado obedezca sus órdenes? Por eso, todos los
esfuerzos deben ser dirigidos contra el reino de la cólera, para que
ningún comandante pueda aventurarse a soltar la jauría guerrera. Que
cada aspirante espiritual preserve la paz de esta región de su mente,
deteniendo el levantamiento de estos soldados y su comandante. Que cada
aspirante se regocije siempre bajo la sonrisa del soberano, el Alma.
La destrucción de las agitaciones y perturbaciones de la mente es la
condición que debe anteceder a una audiencia con ese soberano. Su sala
de recepción tiene ocho puertas que se han de atravesar antes de ser
recibidos: autocontrol (yama), control de la mente (niyama), postura o
manera de, sentarse (asana), respiración (pranayama), abstracción de los
sentidos de los objetos externos (prathyahara), concentración
(dharana), meditación interna (dhyana) y arrobamiento extático completo
(samadhi).
De las ocho puertas que mencionamos anteriormente, la meditación es la
séptima y el samadhi, la octava. La meditación es el camino real hacia
ese éxtasis.
Una vez que la mente se ha llegado a controlar mediante el dominio de
estas ocho disciplinas, la voluntad se podrá mejorar fácilmente. La
voluntad es la naturaleza del Señor; también, se le alude como el
designio del Señor. El Señor, por su sola voluntad, puede hacer fácil y
rápidamente cualquier cosa, pero el hombre no puede realizar su voluntad
tan pronto como ésta surge. El poder de la voluntad es el factor
decisivo. En el hombre, la voluntad no es tan avasalladoramente fuerte;
pero si llega a adquirir este poder, éste será equiparable al del Señor.
Tal es el significado de la fusión. La fusión es posible a través de la
meditación.
Algunas personas confunden "voluntad" y "deseo", como si no hubiese
diferencia alguna entre los dos. Esto es una idea muy equivocada. El
deseo está relacionado con las costumbres adheridas en la mente. La
voluntad está relacionada con la característica fundamental del Alma.
Deseo significa ansiedad por obtener algo, voluntad es la determinación
de obtenerlo.
Ambos se basan en la cultura moral del individuo. El deseo y la voluntad
pueden sublimarse una vez que se cultive el Alma. Si ellos se cultivan
sin tomar en cuenta el punto de vista del Alma, las fallas y faltas de
la mente se confundirán con el objeto de la voluntad y el deseo.
El escalón más bajo puede ser visto desde el más alto, y no ala inversa.
Así que uno debe esforzarse por ascender escalón por escalón, cada vez
más alto; es decir, del cultivo del Alma al cultivo de la voluntad y de
ahí, al de la conducta moral. Entonces, el goce de la Bienaventuranza
del Alma se hace muy fácil y natural.
Mientras un bebé es incapaz de caminar, su madre lo estimula a dar unos
pocos pasos dentro de la casa, y más adelante le permite salir al
camino. Pero ¿qué sucedería si lo pusiese primero en una carretera?
¿Cómo podría él aprender? Y además, ¿cómo manejaría los peligros de
ésta? De modo que también los factores internos deben ser fortalecidos
primero; después los externos, como la conducta moral, etc., se harán
más fáciles. La moral que no está basada en una elevación interior no
estará profundamente asentada. De ahí que sea fundamental cultivar una
actitud hacia el Alma.
El objetivo de la disciplina espiritual es la eliminación del motivo, el
deseo, el apego, la ansiedad por el fruto. Habiendo entendido esto
claramente, el aspirante no deberá ceder ante el desaliento, la abulia,
ni sentimientos de fracaso o duda. Debe ser paciente y sobrellevar las
cosas con fortaleza. El aspirante espiritual debe, por consiguiente,
fomentar la fe, la actividad y la alegría dentro de sí mismo, teniendo
siempre presente el gran resultado que tendrán sus esfuerzos. Deberá
desechar enérgicamente todas las dificultades y las tentaciones. Ya que
éstas duran poco, son débiles, y pueden ser superadas con facilidad y
cierta paciencia. Si la persona que aspira al progreso espiritual no
permanece paciente y vigilante, todo el éxito que haya obtenido se podrá
esfumar en un momento de descuido.
Los aspirantes espirituales, yoguis y aquéllos que han renunciado a
todo, deben ascender por una escalera cuyos peldaños son: argumentación y
no argumentación, análisis y no análisis, concordancia, etc.
El conocimiento de este mundo no es conocimiento real. Es conocimiento
relativo o de lo irreal. El Conocimiento de lo Eterno Absoluto es el
verdadero conocimiento real. Este se adquiere por medio de la
meditación. El fuego de la disciplina de la meditación reducirá a
cenizas las estériles actividades de la mente. Inmediatamente después,
el Conocimiento de lo real surgirá repentinamente como un relámpago y su
brillo constante ya nunca se apagará. Para aquéllos establecidos en el
Conocimiento (Jñána) real no hay pasado ni futuro; todos los tiempos son
presente para ellos en el momento preciso de la experiencia.
Así como es necesario el jabón para la limpieza externa del cuerpo, para
limpiar la mente es necesario: la repetición del Nombre del Señor, la
meditación, el recuerdo del Señor en todo momento, etc. Así como la
comida y la bebida son indispensables para el vigor físico, la
contemplación del Señor y la meditación en el Alma son necesarias para
fortalecer la mente. Sin el alimento y la bebida, uno se tambalearía de
un lado a otro. Mientras las olas agiten la superficie, el fondo del mar
no será visible. Cuando las olas del deseo agitan las aguas de la
mente, ¿cómo podremos ver el Alma, que yace en su base? El tambaleo que
origina el oleaje es, a su vez, causado por la necesidad de comida y
bebida.
Por lo tanto, limpiémosla la mente con la contemplación del Señor,
alimentemos con la meditación en el Alma; porque solamente la meditación
y la práctica espiritual pueden limpiar las profundidades de la mente e
infundirle valor. Sin la pureza y la fuerza, el Alma retrocede. La paz
escapa del hombre y la inquietud se establece firmemente.
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