(Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 9)
La mente caprichosa y volátil viaja de aquí para allá, pero es posible
sujetarla en un punto fijo por medio de la disciplina constante y el
entrenamiento incesante de la práctica espiritual. Tal es el estado
llamado de fijación en un solo punto. También se le llama propósito
único o dharana. El fluir ininterrumpido del aceite vertido de una
vasija a otra es un símbolo excelente de este proceso mental llamado
dharana.
Para los novicios en la práctica espiritual, el dharana o la perfecta
concentración de la mente en un punto interno, con abstracción completa
de lo exterior parece muy difícil de alcanzar, puesto que después de
haber hecho algunos progresos, usualmente no se mantienen firmes en la
práctica. Por el contrario, desisten de ella, aun cuando no gozan de
tranquilidad espiritual durante los días en que abandonan la práctica
espiritual.
El dharana o meditación profunda otorga al hombre el goce divino, la
sabiduría inconmensurable, visión interior, percepción de las verdades
más hondas, entendimiento más claro y unión con el principio
fundamental. La ciencia de la práctica espiritual es más maravillosa que
los tres mundos.
La mente proyecta y lleva a cabo innumerables acciones, y divaga a
través de inmensos espacios, ¡en tan sólo un abrir y cerrar de ojos!
¡Opera a una velocidad inimaginable! ¡Concibe un objeto y se distrae con
él un momento, para descartarlo enseguida por otro más atractivo en pos
del cual vuela y por el cual empieza a preocuparse!
El aspirante espiritual debe vigilar continuamente esta tendencia de la
mente. Cuando la mente vuela de objeto en objeto, deberá regresarla al
camino debido y al objeto debido. Así es la práctica espiritual
correcta, el sendero de la meditación y la perfecta concentración. Sin
embargo, si el aspirante espiritual no lucha por adquirir la fijación en
un solo punto, sino que deja a la mente en libertad de seguir su vuelo
errático de esto a aquello y de aquello a esto más, el proceso merece
ser llamado meditación del simio; un tipo de meditación ciertamente muy
perjudicial para el progreso espiritual.
En breve, el propósito principal de la meditación (dhyana) y la perfecta
concentración (dharana) se halla en minimizar los movimientos de la
mente y en obligarla a quedarse en un sitio. Reteniéndola en ese estado
de fijeza, uno deberá continuar la práctica espiritual durante un largo
tiempo. Entonces no habrá límite a la paz y felicidad que uno podrá
obtener. Cuando, por ejemplo, mediten sobre una mesa, sus pensamientos
deberán girar en torno a la madera, el tamaño y medida, el estilo, la
forma, la manufactura, etc., de la mesa. No deberán permitirse ningún
otro pensamiento que se refiera a otra cosa. Si el pensamiento se cierne
sobre una cama, la idea de la mesa se vuelve nebulosa y la cama también
es imaginada en forma incompleta; ambas se vuelven confusas. El estado
mental debe ser de fijación en un solo punto. Así también, cuando se
medita en la Forma del Señor, la mente debe girar en torno ala forma de
cada parte y a su belleza y esplendor; y estas ideas deben ser
coordinadas y combinadas para formar la imagen completa.
Tal es el modus operandi de la meditación. El ejercicio constante de la
meditación dará como resultado la aparición de una forma particular. Al
contemplar esa Forma, viéndola, mirándola durante días, finalmente se
alcanzará un estado donde la forma desaparecerá y uno se olvida de sí
mismo. Este es el estado de samadhi : a tal estado, cuando un solo
sentimiento o ideación persiste, se le llama la Bienaventuranza Suprema.
Si ningún pensamiento o sentimiento persiste, se convierte en lo que
Patanjali en el Rajayogasastra designó como el fin de la ideación. Desde
luego, la mente es inerte. De la misma manera que el agua, materia
inerte, empieza a brillar al ser puesta al Sol, la mente inerte toma su
esplendor radiante del Alma, y aparenta poseer conciencia. En la mente
se refleja el intelecto y es así que parece como si la mente también
fuese inteligente, eso es todo. Su auténtica naturaleza es la
ignorancia. La mente no posee esplendor propio, como el Alma. El
esplendor de la mente es como la luminosidad de los insectos en tiempos
de lluvias. El Alma, sin embargo, es el Sol de Soles, es el esplendor
radiante de los esplendores radiantes; es la Luz Suprema. Es
Autorrefulgente.
Al meditar no se le debe permitir a la mente que se aparte de la meta.
Cada vez que se sale por la tangente, debe ser guiada de regreso a lá
Forma sobre la cual se está meditando. Finalmente, si uno lo desea,
todas las cosas pueden subordinarse a esa Forma misma. Sin embargo, al
principio sólo se debe meditar sobre una Forma. No se deberá cambiar
cada día de una a otra. Insisto, durante la práctica espiritual uno no
deberá permitirse pensamientos sobre cosas que no le agraden, o cosas
que producen dolor, o cosas que hacen tambalear la fe. Si cualquiera de
ellas llega a introducirse, hay que aprender poco a poco a recibirlas
gustosamente como un elemento benéfico, buscando asimilar lo bueno que
hay en ellas, en vez de lo malo.
Por supuesto, la mente es inerte (jada), como el agua, materia inerte,
comienza a brillar cuando es puesta al sol, la mente inerte toma su
brillo del Atma y se ve como conciencia (Chaitanya). El intelecto
(buddhi) se refleja en la mente, y se ve a la mente como inteligente,
eso es todo, Su real naturaleza es ignorancia. La mente no brilla por si
sola, como el Atma. El esplendor de la mente es como la luminicencia de
un insecto en epoca lluviosa. El Atma, sin embargo, es el sol de soles,
la efulgencia de las efulgencias, la suprema Luz (Paramjyothi),
autoresplandeciente (swayam-jyothi).
Los sentidos, por sí mismos, no pueden hacer nada. No son
independientes. Si la mente es dominada, los sentidos también pueden ser
controlados. ¡Hay gente que se somete al ascetismo de los sentidos, a
fin de controlar la mente! Ignora cuál es la disciplina real que se
requiere. La disciplina real consiste en la destrucción del deseo.
No importa cuán alertas sean los guardianes, un ladrón listo siempre se
las arregla para robar de cien diferentes maneras. Así también, sin
importar cuán habilidosos sean ustedes para controlar los sentidos, la
mente arrastrará a éstos a un lado y ejecutará sus deseos a través de
ellos. Noten cómo el sabio Viswamitra, a pesar de sus austeridades, cayó
en la trampa de las ondinas que Indra envió para tentarle.
Si solamente se cierra la puerta exterior y se deja la puerta interior
sin el cerrojo, es seguro que ocurrirá un robo. Pero si tanto la puerta
interior como la exterior están debidamente cerradas, podrán dormir
tranquilos, pues ningún ladrón, por listo que sea, encontrará fácil
entrar y hacerles daño. El aspirante espiritual deberá, por lo tanto,
establecer su dominio sobre los sentidos externos; entonces la mente,
inmersa como está en la continua sucesión de la relación entre el sujeto
y el objeto, habrá de ser controlada por medio de ecuanimidad y
renunciación. Cuando esto se logra, uno puede gozar la experiencia de la
Bienaventuranza auténtica y también visualizar el Alma, en su verdadera
Forma Divina. Esta es la razón por la cual Krishna en una ocasión le
dijo a Arjuna: "Quienes aspiran a dominar los sentidos deben tener fe
absoluta en Mí".
Los sentidos son extravertidos por naturaleza; ansían los contactos
externos. Por lo tanto, arrastran perpetuamente a los ignorantes hacia
los objetos externos. De manera que el aspirante espiritual, provisto de
discernimiento y renunciación, debe poner obstáculos en el camino de
éstos hacia el exterior y suprimir sus irrupciones, así como el auriga,
que blandiendo el látigo y las riendas, sujeta a los furiosos corceles.
Los sentidos que no han sido controlados pueden causar mucho daño. Las
personas presas de ellos no pueden mantenerse en meditación ni siquiera
durante un solo segundo.
La Forma es fundamental para dhyana (meditación). Aun cuando la Forma no
se halle frente a ustedes, deberán tener la capacidad de visualizarla.
Esto no es tan difícil para aquéllos cuyo dharana es correcto. Pero hay
algunos que practican el dharana sin antes haber cultivado los buenos
hábitos y la conducta correcta. Esto es una señal de conocimiento
incompleto. La Concentracion debe tener como base la cualidad de la
pureza (sathwa-gunas). La mente debe ser purificada mediante el adecuado
tratamiento del carácter a través de los buenos hábitos.El dharana
tiene que seguir a este proceso anterior de purificación y no
precederlo. Todo esfuerzo hacia el dharana sin haber limpiado antes la
mente es una pura pérdida de tiempo. Muchos grandes hombres han
arruinado su vida por aspirar demasiado pronto al dharana, sin poseer la
disciplina de los buenos hábitos.
Repito, para el dharana deberían tener cuidado de no tomar como objeto
algo que no le agrade a su mente; pues por mucho que se esfuercen, la
mente no se concentrará en él. Al principio, pues, tomen algún objeto
que sea fuente de alegría para ustedes.
Siéntense en postura de loto, y fijen la vista en la punta de la nariz.
Durante un minuto al principio, luego durante tres minutos; días más
tarde, durante seis; tras algún tiempo, tanto como nueve minutos. Así,
la concentración debe ser fortalecida gradualmente sin demasiada prisa.
De esta manera, se podrá mantener durante incluso media hora al pasar el
tiempo, pero no deben forzar el paso. Lenta y firmemente, la disciplina
deberá ser desarrollada.
Con la práctica, la mente podrá ser fijada y el poder del dharana se
acrecentará. Para alcanzar el dharana y adquirir fijación en un solo
punto, deberán esforzarse un tanto. Deberán fijar su mente en el Señor
apartando cualquier otro pensamiento del plano mental. Mediante el
ejercicio constante de este tipo, su visión se fijará con firmeza en el
Señor que reside en su corazón. Esa es, en verdad, la meta; el cabal
cumplimiento de la meditación.
El dharana, según el Yogasastra, es la concentración mental sobre un
objeto, sin admitir la más mínima desviación. Sólo el dharana puede
hacer que la meditación se realice con éxito. Su naturaleza misma
consiste en poder fijarse en un solo punto; su poder negará cualquier
vacilación. La perfecta concentración es causada por bienaventuranza. El
Nombre es esencial para la meditación, pues tan sólo él puede asegurar
un éxito rápido. Aunque la fe total no venga con rapidez, uno no debe
darse por vencido ni cambiarla; pues seguramente la práctica nos dará la
victoria. La meditación es fuerza espiritual, la fuerza que alejará la
enfermedad del ciclo de nacimientos y muertes (samsara)..
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