( Impreso en castellano en Sobre la Meditacion (Dhyana Vahini) cap. 7 )
El hombre pasa por tres etapas de desarrollo espiritual: primero, la
etapa incierta y nebulosa; luego la etapa activa y de búsqueda y, por
último, la etapa más alta. Estas son las etapas del tamas, rajas y satva
(los atributos de la materia). No es natural, desde luego, que el
hombre pase de la primera a la segunda etapa sin mejorar
progresivamente.
Es innecesario considerar seriamente el período de la niñez a la
adolescencia; no hay por qué preocuparse de éste. Con el inicio de la
adolescencia, el hombre ingresa en la primera etapa incierta y nebulosa y
se involucra en muchas actividades estériles. Más tarde, adquiere
madurez y fuerza; esta es la etapa entre lo incierto y lo cierto. Al
llegar a este punto intermedio es cuando el hombre debe anhelar la
plenitud que le es posible alcanzar en la última etapa.
Esta ley también se observa en las reglas de austeridad. Inicialmente,
el rito se asocia con Shakti (La Madre del Universo); la etapa
subsecuente del culto se relaciona con Shiva (El Padre del Universo),
indicando que el período en que el hombre está bajo la tutela de la
madre ha terminado y empieza el período en que se alcanza el cuidado
paternal, la protección del renovador y el guardián del Universo, Shiva.
Cuando ha llegado la etapa de la tutela paternal, uno no debe manchar
ni el cuerpo ni la mente, como sucedió durante el período de la tutela
materna.
En la etapa intermedia (es decir, esa edad en particular), el hombre
tendrá ciertas propensiones y tendencias naturales que no son deseables y
que deben ser evitadas. Estas son: el orgullo, la maldad, la terquedad,
la excesiva curiosidad, la lujuria, la codicia, la vergüenza, el temor,
el espíritu de venganza, la repugnancia, etc. El hombre no podrá
entregarse a Shiva mientras esté poseído por ellas. Estas deberán ser
desarraigadas totalmente, o por lo menos, deberá existir un esfuerzo
sistemático para deshacerse de ellas. Los que a esto aspiren se
encontrarán nadando contra la corriente. El ir contra la corriente es el
medio de alcanzar la fuente; dejarse llevar por la corriente significa
alejarse más y más de ella y perder de vista la meta.
Desde luego, nadar río arriba es un poco difícil, pero cada brazada les
lleva más cerca de la meta, y no más lejos de ella. Para sobreponerse al
agotamiento, uno deberá navegar en la balsa llamada meditación. Gracias
a ella, la debilidad del físico puede superarse, el divagar acelerado
de la mente puede ser controlado, y facilitado el progreso hacia el
asiento de la gracia; uno podrá lograr la forma primordial. Si por el
contrario, a uno le importa más la comodidad del viaje y se deja llevar
por la corriente, se encontrará alejándose de la gracia, dándole la
espalda; la forma primitiva gradualmente se distanciará y desaparecerá.
Quienes así proceden se pierden en una congoja que siempre va en
aumento. ¿Y en aras de qué?
Las tendencias equivocadas enumeradas anteriormente son la causa de tal
tragedia. Si tan sólo hubiesen sido superadas, ciertamente se hubiese
alcanzado la fuente. Sin ese intento, toda actividad terminará en el
fracaso. Más aún, el mundo ama solamente a los hombres buenos, dotados
de buenas cualidades; mantiene a los hombres malos a distancia. El
encanto exterior atrae a la bestia; el encanto interior, producto del
carácter, le es grato al Señor. Que no les tienten los bajos apetitos
del mundo y el aprecio fácil que la gente otorga. Busquen con ahínco la
Gracia Divina y el Amor del Señor. La estimación que los hombres
dispensan liberalmente es inconstante, puesto que depende de sus
simpatías y antipatías. Pero el Amor que el Señor les otorga depende
solamente de las virtudes de ustedes. Ese Amor también puede darles la
felicidad permanente. Aquéllos prendados de las cosas exteriores caerán
periódicamente en la desilusión y en el dolor.
La belleza reside en el carácter y no en otra cosa. No hay nada más encantador que eso.
Los buenos jamás deberían ni siquiera mencionar la maldad de los demás,
pues eso les contaminará. Los relatos de Dhruva (niño devoto de Vishnú) y
Prahlada (otro niño devoto), si son escuchados con atención, elevan y
muestran el camino; los de Savitri y Anasuya (ambas mujeres devotas y
virtuosas), eliminan las raíces de la maldad y fortalecen el carácter,
¿cómo sucede esto?, ¿cuál es la explicación? Todos ellos son santos, su
trayectoria es inmaculada y por lo tanto, el hablar de ellos y sus vidas
vale la pena y es benéfico. He ahí la explicación.
Aquéllos que critican a los "hombres buenos" justifican sus habladurías
diciendo que lo que pretenden es perfeccionarlos todavía más y hacerlos
mejores. ¡No! Lo que en realidad logran provocar es incitar a los
hombres buenos a la maldad, y al hacerlo, atraen tal maldad sobre sí
mismos, convirtiéndose en hombres malos.
Jamás piensen en la maldad de los demás. Si pueden lograrlo, siempre
traten de conducirlos al buen camino y darles buenos consejos. Uno
deberá cultivar la paz mental, la caridad y el anhelo de fomentar todo
lo que a esto conduzca. Tales actitudes sólo pueden advenir gracias a la
repetición del Nombre y la meditación. La riqueza que se deriva de
ambas acciones son las buenas cualidades (sadguna). Limpian lo externo,
también purifican y ennoblecen las tendencias internas.
Las olas se originan en la superficie del mar, son producidas por el
viento; así que se puede decir que el viento posee tal poder. En
comparación, la mente del hombre inteligente se halla repleta de
pensamientos y opiniones; con las condiciones propicias, aquéllos brotan
y florecen copiosamente.
Asimismo, el Señor se manifiesta en la imagen o retrato que ustedes
veneran. Pero, ¿es esto debido a una particular excelencia del retrato o
de la imagen? No. El retrato, la fotografía, tales son y no pasan de
ser una imagen, un retrato y una fotografía. El hecho es que, debido a
la intensidad de la devoción de quien lo adora, el Señor no puede
desistir en manifestarse para él; por esa razón El asume la forma, la
forma que bendice la piedra, madera o papel que el piadoso devoto
contempla y adora, y en la que medita. Para Prahlada se hizo visible en
una columna, ¡para Vamana se materializó en una. piedra! ¡Para
Markandeya, emergió en un lingam (símbolo del Dios sin forma)! Con el
objeto de premiar el anhelo del devoto, Hari, el ser fundamental
inmanente al Universo, llegará en cualquier forma, en cualquier cosa, en
cualquier lugar.
Pero tienen que rezar al Señor con una concentración inconmovible. Este
tipo de fijación de la mente en un solo punto proviene únicamente del
satvaguna (el atributo de pura, firme y desinteresada luz), el cual
también es producto de la meditación. Por lo tanto, deben cultivar las
buenas cualidades, y para que ellas puedan desarrollarse deberán anhelar
la compañía de los buenos. Aquellos verdaderos compañeros de quienes
obtendrán el bien máximo son los que hablan y discurren sobre el Señor,
sobre la verdad, sobre el servicio a los demás y sobre el amor que
considera a todos como iguales. La asociación con tales personas
significa relacionarse en verdad con los hombres sabios, puesto que
ellos son los verdaderos sabios.
A los que jamás hablan del Señor o aquéllos que ni siquiera son
conscientes de El; a quienes se encuentran ocupados en multiplicar y
fortalecer las cadenas de la rueda de nacimientos y muertes; a quienes
predican y practican la falsedad, la injusticia y la opresión; a quienes
les aconsejan que se aparten del camino de la Rectitud; a todos ellos,
trátenlos no como amigos, sino como gente que debe ser evitada en todo
lugar. La suya es la compañía de los hombres malvados. Asociarse con
ellos conduce a proceder mal, en contra de la voluntad de ustedes, a
emitir palabras que no deberían ser pronunciadas, a llevar a cabo
acciones que no deberían emprenderse y, consecuentemente, a tomar el
camino que lleva a la ruina.
Los hombres que no temen ni al pecado ni a Dios son capaces de
involucrarse en cualquier maldad; esto no debe sorprendernos. Por lo
tanto, busquen la compañía de aquéllos poseídos de esos dos temores. La
compañía de las personas que no tienen ni un ápice de éstos son
malvados, a los que deberán evitar como la peste. El aspirante
espiritual siempre deberá anhelar la compañía de los hombres buenos. En
tal compañía no se da la posibilidad del crecimiento de la codicia. Sea o
no fácilmente asequible, busquen y reúnanse solamente con los buenos.
Busquen y realicen la satisfacción y el contento permanentes. No se
distraigan persiguiendo la satisfacción temporal.
Al verdadero aspirante espiritual no le reporta ningún beneficio el
asociarse con hombres que malgastan su tiempo en los asuntos mundanos.
Si ustedes no se hacen de amigos del tipo que he mencionado, serán
entonces solitarios viviendo sin compañía. No perderán nada con ello.
Jamás piensen en asociarse con los malvados. No se dejen enredar en sus
tretas; si es posible, cuando tengan la oportunidad, aconséjenles acerca
del bien, pero no den cabida a sus palabras. De hecho, ni siquiera
deben albergar el deseo de encontrarse en el sitio donde ellos se hallen
presentes. Si ustedes cultivan estas características, entonces tanto la
repetición del Nombre como la meditación se harán fáciles y les
rendirán rápidamente resultados.
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